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Son cada vez menos los que dudan de los efectos devastadores del cambio climático. La última prueba palpable llega de la mano de los investigadores de Azti, un centro de investigación alimenticio y marítimo radicado en Euskadi. Su último informe desvela que el ... calentamiento del mar está provocando que el bonito del norte migre hacia las aguas polares.
Los expertos en ciencias marinas Haritz Arrizabalaga y Maite Erauskin-Extramiana han analizado los datos desde 1958 hasta 2004 sobre la distribución de los túnidos –bonito del norte, atún rojo del Atlántico y del sur, el patudo, el listado y el rabil–. Lo que han descubierto es que, mientras el bonito del norte y el atún rojo están migrando hacia aguas polares, las especies tropicales –rabil, listado y patudo– colonizarán miles de kilómetros cuadrados de océanos y mares en la zona templada. «Durante el período analizado, el hábitat de los atunes se ha desplazado hacia los polos a una velocidad de 6,5 kilómetros por década en el hemisferio norte y a 5,5 en el hemisferio sur», detalla Arrizabalaga.
Las capas más superficiales del Cantábrico se calientan a un ritmo de 0,2 grados por década. Aunque todavía se pesca bonito del norte en pleno Golfo de Vizcaya, las costeras cada vez deberán recorrer más millas para alcanzar los bancos. «En el futuro se espera que los cambios sean todavía más acusados, especialmente para finales de siglo», advierte Arrizabalaga. Los expertos de Azti han creado un mapa donde prevén que en el periodo 2080-2099 el atún blanco habrá abandonado la costa sudafricana rumbo al Antártico. Un viaje similar completará el atún rojo del sur mientras que en su variante atlántica se habrá alejado de Islandia y del norte del Reino Unido para adentrarse en aguas del Ártico. En estos puntos el cambio será más acusado, pero es previsible que se deje notar en otras zonas históricas de pesca, como la costa gaditana.
6,5 kilómetros por década es la velocidad a la que avanza el hábitat de los atunes hacia el Ártico y en el caso del Polo Sur se acerca a 5,5 kilómetros cada diez años.
Los túnidos tropicales, como el listado y el rabil, se extenderán miles de kilómetros gracias a la expansión de las aguas templadas. Estas especies, que concentran la mayoría del consumo humano y se suelen comercializar en conserva, desplazarán al otro túnido tropical, el patudo, que se mudará al Mediterráneo de forma irremediable. La investigación forma parte del programa IMBER-CLIOTOP (Climate Impacts on Oceanic Top Predators), una iniciativa de colaboración científica internacional que goza del respaldo del Gobierno vasco, entre otras instituciones. Su gran objetivo es la predicción del impacto del cambio climático sobre grandes predadores. «Los túnidos son recursos de gran importancia económica y una fuente de proteína clave para la población. Con el cambio climático, su distribución está cambiando y con ella las oportunidades de los distintos países de acceder a esa fuente de riqueza. Este estudio pretende explicar lo que ha ocurrido y predecir lo que pasará en el futuro», explica Maite Erauskin-Extramiana.
Lejos de los laboratorios, en la cubierta de los atuneros y en los muelles vizcaínos se tiene plena conciencia de esta realidad por un hecho simple: cada vez faenan más lejos de la costa. Sucede con el verdel, que se viene desplazando unos 16 kilómetros al norte por década desde 1992, según un estudio hecho en 2017. Una distancia similar a la experimentada por el chicharro y el rodaballo, cuyas poblaciones han aumentado en el mar del Norte, entre el Reino Unido y Noruega.
Según otro estudio reciente de Azti, sólo hay una especie que parece salvarse de esta quema incontrolada provocada por el ser humano. La anchoa, al moverse entre zonas tropicales y templadas, vadeará previsiblemente el calentamiento global y dará tranquilidad a la flota de bajura de Ondarroa, Bermeo y Lekeitio.
En el estudio, además de Azti, han colaborado el Gobierno vasco, el ICM-CSIC de Barcelona, la Fundación Biodiversidad y la australiana CSIRO y sus resultados serán publicados en la prestigiosa revista científica 'Global Change Biology'. Pero no se trata solamente de conocimientos de corte academicista. «Saber con antelación lo que ocurrirá en el futuro permite trabajar estrategias de adaptación. Si una flota local de un país costero anticipa los cambios de abundancia y distribución de las especies, podrá adaptar su arte de pesca o cambiar de especie», explica la investigadora Erauskin-Extramiana.Naturalmente, también en los casos menos drásticos. «Es posible que puedan seguir capturando la misma especie, pero necesitarán invertir en barcos mayores, que les permitan ir más lejos en busca de esos ejemplares».
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