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El Ayuntamiento de Bilbao ha decidido extremar la seguridad en el transporte público para afrontar los cambios que se avecinan el próximo año en la forma de desplazarse por la ciudad: el uso de la bicicleta se extenderá por las zonas urbanas, los tramos ... semipeatonales se ampliarán y las carreteras echarán el freno para lograr que los vehículos circulen a 30 kilómetros por hora en los entornos más concurridos. En busca de medidas de prevención que eviten accidentes, la concejalía de Movilidad y Sostenibilidad que dirige Alfonso Gil (PSE) ha puesto a prueba en el Bilbobus un sistema de alerta que cubre los ángulos muertos del autocar, con la idea de instalarlo en la flota el próximo año.
El mecanismo, llamado Mobileye, avisa al conductor de la proximidad de ciclistas o peatones cuando detecta un riesgo de atropello. Funciona con varias cámaras y sensores situados en los laterales y la parte central del autobús. El chófer sigue las indicaciones a través de dos pantallas de pequeño tamaño colocadas en la cabina del volante, a la altura de sus ojos. En caso de peligro, emiten ráfagas luminosas y un pitido, junto a una vibración. La señal acústica avisa hasta con dos segundos de antelación de una situación de atropello potencial. El sensor también es capaz de lanzar una alerta de colisión frontal con otro vehículo.
150 unidades componen la flota del Bilbobus. Según las pruebas realizadas en otras ciudades, el sistema Movileye permitió reducir un 71% el riesgo de colisión frontal y un 43% el de atropello a peatones y ciclistas.
12.000 El parque municipal de bicicletas en alquiler llegará a las 450 unidades, todas ellas eléctricas. Sumadas las de uso público y privado, hoy se producen alrededor de 12.000 desplazamientos diarios en bici.
450 incidentes de tráfico registra al año el Bilbobus, la mayoría leves. El 30 % se produce por roces al aparcar, mientras que el 20 % son golpes en giros, maniobras y choques por alcance.
El sistema se ha puesto a prueba en una unidad de la flota. En concreto, se trata de un autobús eléctrico que cubre la Línea 56 entre la plaza del Sagrado Corazón y el barrio de La Peña, una de las rutas más largas de la ciudad y con más cambios de trazado. Recorre toda la Gran Vía, se interna en la parte vieja por el puente de La Merced y la calle Cortes, y desemboca en Zamakola de camino a su destino, en la muga con Arrigorriaga. En este recorrido tuvo lugar el último accidente mortal con un ciclista, registrado el año pasado a la altura de la Gran Vía.
Alfonso GIl
El concejal de Movilidad considera que este sistema de prevención «aumenta la seguridad vial» en una flota que ya cuenta con importantes avances. Por ejemplo, los autobuses urbanos disponen de «visión perimetral». Un sistema de cámaras de vídeo permite al conductor ver en una pantalla imágenes del exterior. Sin embargo, no cuenta con voces de alerta si hay riesgo de atropello y colisión. «Los sensores que estamos probando detectan la presencia de peatones y ciclistas, que son los colectivo más vulnerable, y avisan. El conductor tiene que estar para conducir», explica Gil.
Las curvas disparan el riesgo de atropello, según las últimas estadísticas que maneja la empresa gestora. Basta con echar un vistazo a algunas calles angostas de Bilbao para ver las complejas maniobras que tienen que realizar los ‘bilbobuses’ en espacios con gran afluencia de público en las aceras y nuevos vehículos en la calzada como las bicicletas. Las imprudencias se pagan con sobresaltos, eso en el mejor de los casos.
El sistema de sensores, considerado una especie de ‘tercer ojo’ para el conductor, no salta ante cualquier obstáculo del paisaje urbano. La alarma no se dispara con los objetos inanimados como los árboles, los bancos, las señales y los semáforos.
Según la empresa Mobileye, que trabaja en colaboración con Alsa, mecanismos similares «se están implantando» en Nueva York, Singapur y Londres. Barcelona lo está probando a raíz del congreso sobre ‘smart cities’. El responsable de la compañía en España, Elías Izquierdo, destaca que el sistema también genera una información «esencial» para que los gestores municipales puedan elaborar planes preventivos eficaces y de control del tráfico de las zonas más conflictivas.
El último accidente mortal en el que se ha visto implicado Bilbobus se produjo el 1 de junio de 2016 en Gran Vía. Un ciclista que salía de la calle Anselmo Clavé para incorporarse a María Díaz de Haro impactó con un autocar que cubría la línea 56, la que conecta Sagrado Corazón y La Peña. La víctima, de 40 años, fue trasladada inconsciente a Cruces, pero falleció días después. El autobús tenía un golpe en el cristal lateral. Se da la circunstancia de que ese mismo día falleció otro ciclista, este de 57 años, tras embestirle un turismo que le alcanzó por detrás en la carretera que une Lekeitio y Berriatua.
Los ciclistas urbanos se concentraron en señal de protesta en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao para reivindicar «más respeto» hacia el colectivo. Una bicicleta blanca permanece como recordatorio en la zona. El comité de Bilbobus expresó su apoyo al conductor y pidió «prudencia» antes de calificar el accidente.
La idea del concejal es seguir probando el sensor en el Bilbobus. «Si la experiencia es buena, la iremos extendiendo al resto de autobuses. De momento, lo es», explica Alfonso Gil. La concesión del servicio termina en julio de 2018. Presumiblemente, el dispositivo se instalará en toda la flota tras la nueva adjudicación.
También para entonces habrá entrado en marcha el Plan de Movilidad Urbana Sostenible. La guía que regulará la circulación en Bilbao apuesta por la incorporación de la bicicleta a la calzada y la ampliación de las zonas peatonales en combinación con el transporte público. Para el concejal, la posibilidad de reducir los accidentes significa también frenar atascos y retenciones.
Control de los puntos de escasa visibilidad
Los sensores de alerta de atropello y colisiones están en los ángulos muertos del vehículo: zonas laterales y en el frontal. En la actualidad, el conductor dispone de una pantalla en la cabina con imágenes del exterior grabadas por cámaras, pero sin alarmas.
La alarma no salta con los objetos inanimados
El sistema de control detecta el movimiento de personas y vehículos, y da la señal de alarma en caso de peligrosa cercanía. Sin embargo, no se confunde con el resto del paisaje. La alerta no salta con los objetos inanimados, como árboles, bancos y señales.
Alerta con hasta dos segundos de antelación
El sistema de prevención Mobileye Shield+ es capaz de alertar de un riesgo de atropello con hasta 2 segundos de antelación. También avisa con 2,7 segundos de tiempo de una posible colisión con el vehículo precedente, incluso a baja velocidad (30km/h).
El peligro de atropello se agudiza en los giros
El peligro de arrollamiento se agudiza en los giros del autobús. Esa es la mayor amenaza para los ciclistas y peatones que conviven con grandes vehículos de transporte público en la ciudad. Cualquier imprudencia puede acabar en un sobresalto.
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