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Otro más. A Bilbao se le siguen cayendo algunos de sus emblemas hosteleros de mayor solera. Esta vez le ha tocado el turno al legendario Baviera de la calle General Concha. El establecimiento de Juan y Jon, aunque en la última etapa cambió de ... manos, era conocido por muchas cosas, y todas extraordinariamente buenas. Presumía de servir una de las mejores tortillas de patata de la ciudad; fina y jugosa, sin cuajar, para más señas, y, por supuesto, con cebolla. Poco hecha por dentro y por fuera. Los amantes del picante salivaban con la que llevaba montada una alegría riojana en vez de la guindilla normal.
Pero, aparte de por su tortilla, el Baviera hizo historia durante décadas con un pintxo de lo más singular: las gildas de dos aceitunas rellenas, las anchoas en salazón y el pimiento picante de Mendavia cortado en tiras, que la parroquia bautizó como 'fogueos'. Eran dinamita pura, pero adictivos. Sin olvidar, claro, las famosas empanadillas de bonito, tomate y cebolla picada. Quienes las probaron nunca las olvidaron. Fueron su mejor tarjeta de presentación, pero no la única.
El local, situado en la acera de enfrente del Eme, otro clásico que, por fortuna, sigue en plena forma, era de clientela fija. De juntarse a picotear y charlar con quien uno pillase, ya fuera con otra gente o con los propietarios, que transformaron la barra en un doctorado de buenas relaciones. Antes de coger el Baviera en 1998, Juan y Jon arrancaron su actividad en 1987 con el Gotxone, que llevaba abierto desde 1956. «Decidimos embarcarnos en esta aventura y desde entonces estamos juntos en esto», solían recordar los dueños.
La pareja se dejó guiar en todo momento por el sentido común. Por una cocina de las de toda la vida y una sensación de cercanía con los clientes que jamás abandonaron. También era ese sitio donde tomar la primera o última copa, que lo mismo daba. Antes de poner de moda el socorrido 'take away', Juan (Juanito para muchos de sus amigos) y Jon patentaron la comida para llevar. Hicieron de su establecimiento un lugar para disfrutar como si uno estuviera en casa.
Juan y Jon dejaron el local justo antes del estallido de la pandemia. Eran, como afirman muchos de sus clientes, «un buen complemento». Uno era dicharachero y el otro, algo más parco en palabras. «Eran dos caracteres completamente opuestos», subrayan. Pero les unía algo: su «superprofesionalidad».
Para muchos clientes, la pérdida de esta referencia no es una más. «Baviera era más que un bar. Es refugio, confesionario y la extensión de nuestra sala de casa… es nuestra casa, sobre todo, porque Juan y Jon saben como tratarnos con cercanía y cariño a todos. Por eso los buenos amigos hacemos de su casa la nuestra».
Pero la 'casa' del número 8 de General Concha se suma a la larga lista de víctimas del coronavirus. Otro más y van...
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