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«Para nosotros es casi una tradición familiar. Venimos cada año, nos reímos un montón porque somos unos paquetes y nos caemos, y luego nos ... vamos de compras navideñas». Borxa Beobide, que venía desde Amorebieta con su familia -su pareja, Aida, y dos niños de 7 y 9 años, Mikel y Harkaitz-, resumió a la perfección la estampa media que podía ver cualquiera que se asomara este sábado, pasado el mediodía, a la pista de hielo sintético -y ecológico- instalada en el Arenal por el Ayuntamiento como parte de su programa Bilbao Gabonak.
Era curioso comprobar cómo esta atracción parece haber estado ahí toda la vida en navidades - «venimos todos los años» o «desde siempre» eran frases repetidas una y otra vez-, cuando lo cierto es que es una cosa reciente. De 2018, si nos ponemos historicistas. Sin embargo, para Borxa, pero también para muchas de las otras personas que se deslizaron por la pista en un día especialmente desapacible, «esto es como ir al desfile del Olentzero, algo que hacemos siempre».
El día era desagradable como pocos, frío, con rachas de viento y lluvia que se alternaban con calmas y hasta cielos azules en lapsos de pocos minutos. Así que la pista de hielo resultaba ser una estupenda alternativa, porque dos tercios de sus 800 metros de superficie están cubiertos. A mediodía se deslizaban por ella algo más de medio centenar de personas. Y muy cómodamente, porque su aforo es de 170. La mayor parte de los patinadores eran pequeños, más niñas que niños. «Nosotros nos lo hemos pensado por el mal tiempo, pero habíamos cogido el ticket online y al final aquí estás a cubierto, así que hemos venido», explicaba José Antonio, que venía con su novia, Katrina, y la hija de esta, Irina. «Ellas patinan como quieren: son de Riga, de Letonia, han crecido entre hielo», en el Báltico. «Yo soy más torpe, y eso que tengo mi práctica». ¿Aquí o allí? «Aquí, aquí. Yo solía ir a la pista que se ponía antes en la Casilla».
Antonio no era el único que se acordaba de la pista «de antes». Aquella «era de hielo natural, te movías con más facilidad», recordaba una madre. Pero lo cierto era que pocos se fijaban en las sutilezas técnicas. «Nosotros venimos solo a divertirnos, con unos primos que han venido de Azkoitia. Luego nos vamos todos de comida familiar», resumía Jon Rozadilla mientras trataba de mantener el equilibrio.
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