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La Plaza Santiago se ha convertido en uno de los grandes puntos de encuentro de los turistas que recalan en Bilbao. Luis Ángel Gómez
Un Bilbao partido en dos en Semana Santa

Un Bilbao partido en dos en Semana Santa

Las festividades dibujan una ciudad dual, con un Casco Viejo abarrotado de turistas y grandes ventas en los comercios y un centro vacío

Viernes, 7 de abril 2023, 01:14

Según por donde caiga uno, dar con un bilbaíno estos días de Semana Santa en la capital vizcaína resulta casi una quimera. La ciudad está repleta de turistas franceses, mexicanos, israelíes o «chicas de Las Vegas» gastando alegremente en tiendas muy cool del Casco Viejo, con los hoteles «petados» y pendientes todavía de reservas de última hora, un buen tiempo que no deja una terraza libre y un centro... absolutamente vacío.

Salvo zonas muy concretas, Indautxu y Abando parecen, en cambio, un páramo, con casi todas las persianas bajadas y muchos restaurantes cerrados. El comercio y parte de la hostelería han vuelto a hacer mutis por el foro. «Hay más guiris que nunca y muy poca gente de aquí. Todos se han escapado», explica Saioa Eguia, una empleada del Bertiz de Colón de Larreátegui.

A no muchos metros, Eduardo Pérez y María Rodríguez, procedentes de la localidad sevillana de Ecija, ojean ofertas inmobiliarias en el escaparate de la agencia Ordunte de Berastegui. «Vine aquí hace 50 años por primera vez por motivos de trabajo y entonces Bilbao estaba todo negro», recuerda el empresario andaluz, mientras su mujer pensaba que iba a encontrar «algo abierto». «Chiquilla, que es Jueves Santo y, por tanto, festivo», media su marido.

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Bilbao ya no disimula su condición turística con tantas tiendas de souvenirs y grupos de guías

«¡Todo recto!»

La pareja solo tiene que alcanzar la Plaza Circular para descubrir un mundo nuevo. Es la zona que, definitivamente, divide la ciudad en dos en estas fechas. Hacia abajo, en dirección al Casco Viejo, todo es diferente. Bullicio y riadas de viajeros. Casi todos provistos de móviles inteligentes para no desorientarse. «¡Eh, todo recto!», sugieren los madrileños Borja Obregón y Lucía Lapique. Sus hijos, Álvaro y Hugo, parecen haber llegado con la lección bien aprendida. «¡A por los pintxos!», subrayan.

Arriba, viajeros mueven sus maletas por la Plaza Moyúa. Abajo, la dueña de Ämmä levanta la persiana de su negocio, mientras que turistas holandeses comen en una terraza del Casco Viejo. Manu Cecilio / Pedro Urresti / Luis Ángel Gómez
Imagen principal - Arriba, viajeros mueven sus maletas por la Plaza Moyúa. Abajo, la dueña de Ämmä levanta la persiana de su negocio, mientras que turistas holandeses comen en una terraza del Casco Viejo.
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A Bilbao, entre otras cosas, se viene a comer. «Aunque también a hacer cultura», proclama Cyril Aubesquier, un profesor de Educación Física que lidera dos grupos de 44 escolares adolescentes de una localidad próxima a Montpellier. «Solo tenemos un día, así que llevaremos a los chavales al Guggenheim y al mercado de La Ribera».

La llegada masiva de visitantes ha llenado Bilbao de profesionales que aparecen por todas partes. Parecen una plaga que el Ayuntamiento pretende regular: son los guías turísticos. Se arremolinan incluso en la entrada de la tienda de golosinas Sizis, en la calle Navarra. «Claro que compensa abrir. Ya no es querer o no querer; si te toca, te toca, y los turistas demandan servicios», precisa el encargado. Algo que tiene muy claro también la mexicana Pamela Trujillo, propietaria de un negocio de souvenirs, que crecen como hongos por todos los rincones. «Las clientas me preguntan por qué no hay nada abierto», se lamenta.

No es una afirmación del todo correcta, porque cada vez abren más comercios de todo tipo -de dulces artesanales, de moda, hasta de reparación de móviles-, especialmente en Correo y Bidebarrieta, calles para las que el turismo sí que ha sido un gran invento. «Trabajamos domingos y festivos porque hacemos caja y porque Bilbao ya es turística. Si no vendiésemos, no abriríamos», justifica Cristina Moro, una dependienta de Round, tienda de ropa de mujer y complementos. «Si la gente entra, hay que darle de comer y, además, deja bastante tela», expresa satisfecho Javi Ferro, propietario de las cafeterías Bizubi y Bizuete, situadas en la Plaza Santiago, convertida en uno de los puntos de peregrinación por atraer a todos los turistas que se acercan a Bilbao.

«Las dos últimas semanas están siendo muy alegres en ventas y abrir hoy (por este jueves), mañana y pasado supone mi pequeña aportación a la ciudad», confiesa la dueña de Ämmä, un singular establecimiento de moda que atendía a clientas canadienses. Aires internacionales respiraba también la Taberna Antxoa, donde turistas de Alaska disfrutaban de uno de los pintxos de moda de esta Semana Santa: las rabas negras de anchoa que prepara el equipo de René Jiménez. A su barra se acerca también uno de los pocos bilbaínos que pasó este jueves por la Plaza Nueva. Entre tanta muchedumbre internacional, el alcalde, Juan Mari Aburto, se muestra contento por ver «tanta gente» y avanza que trabajará en que los cruceros «no solo lleguen a Bilbao sino que también partan de la ciudad para incrementar las pernoctaciones».

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