Mi Bilbao de hoy y unas palabras de agradecimiento
La carta póstuma de... Rodolfo Ares Taboada ·
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La carta póstuma de... Rodolfo Ares Taboada ·
Mi familia, mis amigos, conocen bien mi amor por Bilbao. Llegué aquí por primera vez con catorce años junto a mis padres en un frío tren que paró en la estación de Abando. Nos asentamos en el barrio de Otxarkoaga, donde todo era distinto a ... mi aldea en Galicia, y salimos adelante gracias a la generosidad y solidaridad comunitaria de familia y vecinos, trabajadores todos de orígenes distintos, que reclamaban su espacio en un país en construcción. Mis padres, dos personas buenas, humildes y sencillas, pelearon muy duro. Me siento muy orgulloso del esfuerzo y sacrificio que dedicaron para que aquel niño de campo con poca escuela se convirtiera pronto en un chaval de barrio con oportunidad de estudiar un oficio que le abrió las puertas a un futuro mejor.
Al niño de pueblo nunca le asustó la capital del mundo. Todo lo contrario. Quedó pronto fascinado por la vida, el ruido y los líos de aquella ciudad de los prodigios: montar en autobús, bajar al centro, descubrir las Siete Calles o el Ensanche y ser parte de un incipiente movimiento político, en reuniones donde obreros con mono, maestros, comerciantes… arrancaban horas inexistentes a sus agotadoras jornadas laborales para empezar a soñar la vida en democracia. Uno escuchaba admirado a históricos luchadores antifranquistas y notaba una chispa que empezó a prender, la de comprometerse con su barrio, con su gente y con todas esas grandes palabras que prometía el socialismo: libertad política, derechos iguales, un país para todos y todas.
Con mis aciertos y mis errores, con la misma humildad que determinación, a lo largo de mi vida política he tenido el privilegio de asumir las diferentes tareas orgánicas e institucionales que mi partido me ha encomendado. Y desde ellas he podido contribuir a transformar mi ciudad, primero, y a caminar por sus calles en libertad, después. Y por eso mismo, porque lo he vivido y lo he trabajado, puedo asegurar que mi Bilbao es hoy más bonito y más plural que nunca.
Sigo acudiendo a la sede del PSE-EE en Alameda Rekalde para ayudar a mis compañeros en lo que pueda y colaborar con la Fundación Ramón Rubial en la necesaria tarea de memoria sobre el país que fuimos y reflexión sobre el que queremos ser. Pero ahora tengo menos responsabilidades y más tiempo para mí. Puedo cuidar de mi madre y disfrutar de los rincones favoritos de mi ciudad con mi actual pareja y mis amigos: el bar Abando, donde desayuno y leo la prensa, el paseo por la ría y Olabeaga, los cines de La Alhóndiga, el mirador de Artxanda o los partidos del Bilbao Basket en Miribilla.
Mi Bilbao de hoy tiene el mismo punto de partida que entonces, mi barrio, y un destino regular desde hace un tiempo: el Hospital de Basurto. Es otra parada con especial significado para mí. Allí he tenido grandes alegrías, como el nacimiento de mis hijos, y momentos muy dolorosos, como la pérdida de mi mujer y compañera de vida. También, demasiadas veces, he tenido que acompañar a familias rotas por el zarpazo del terrorismo etarra.
Desde hace unos meses acudo con regularidad al hospital de día del pabellón Aztarain para tratarme de un síndrome mielodisplásico, más conocido como 'médula cansada'. Mis defensas (suelo bromear con mis médicos y enfermeras sobre «mis escoltas») están bajitas, pero resisten para poder tener autonomía y seguir activo. Voy aprendiendo a gestionar mis energías, para seguir gastándolas en lo que más quiero y con los que más quiero.
Entre pabellones con jardines y zonas amables al aire libre nos mezclamos pacientes y trabajadores. Y es aquí, entre esperas, paseos, dudas y saludos de compromiso, donde uno se hace consciente del valor de nuestro sistema público de salud, uno de los pilares de nuestra sociedad del bienestar y por cuya mera existencia se luchaba ya en aquellas asambleas de barrio.
40 años después, Osakidetza atesora experiencia, prestigio y profesionales que son el corazón de nuestro sistema y la principal razón por la que nos podemos llamar comunidad. El grado de desarrollo o madurez de una sociedad se mide por el cuidado que presta a las personas más frágiles y vulnerables. Y el sistema sanitario es un pilar de ese cuidado que en Bilbao se ejerce en el Hospital de Basurto. Por eso, quiero expresar mi agradecimiento infinito a los servicios de Hematología y Urgencias del Hospital de Basurto que me han tratado este tiempo. Gracias a todo el personal médico, de enfermería, administración y limpieza; especialmente a mis doctoras y, con mucho cariño, a las enfermeras del hospital de día: gracias por vuestra empatía y amabilidad.
Gracias de corazón a todos los sanitarios, que trabajan con profesionalidad, entrega y humanidad en condiciones a veces muy complejas, y que este bilbaíno sólo es capaz de devolver con unas sencillas líneas y una convicción grabada a fuego para lanzar un mensaje en favor de un sistema de sanidad del cuidado público, gratuito y universal de calidad.
Rodolfo quería publicar esta carta en defensa de la sanidad pública como reconocimiento a la labor de los profesionales sanitarios y en agradecimiento al personal del Hospital de Basurto. Marina, su madre; Mari Luz, su pareja; y sus hijos, Javi y Marta, queremos también corresponder y agradecer todas las muestras de cariño y afecto recibidas. Eskerrik asko bihotz-bihotzez.
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