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¿Cuál es el factor determinante a la hora de comprar un coche? ¿Necesitarlo? No. Lo fundamental es poder pagarlo. Se ve muy bien en ... Bilbao. Durante la crisis, el parque de turismos (sólo coches, sin incluir ni camiones, ni motos, ni nada más) se desplomó. Luego, a partir de 2015, comenzó a remontar. Y mantiene una línea ascendente que no se detiene. Tanto, que estamos rozando los 140.000 automóviles en la ciudad, el máximo histórico según la estadística de la Dirección General de Tráfico (DGT).
Hasta aquí, todo parece normal. La gente tiene más dinero y se lo gasta. Lo que resulta extraño es que el aumento de coches haya ocurrido pese a que durante los últimos años se ha desplomado la población. Es decir, ahora hay más vehículos que en 2010, aunque en la capital viven 11.000 habitantes menos.
Además, hay otra variable aún más curiosa: ese crecimiento del parque móvil no viene acompañado de un aumento del uso del coche en la ciudad. Lo que mejora es el transporte público. Ocurre porque estamos en un momento muy concreto, la salida de una crisis, y en esa situación los desplazamientos remontan. Hay más gente que va a trabajar, de compras, al cine... Por eso, entre 2016 y 2018 la media de viajes diarios en transporte público ha subido de 180.000 a 208.000. También se va más a pie y en bici. Pero los traslados en coche se mantienen en los últimos años en los 100.000. No crecen, según los datos de la empresa Leber, que ha elaborado y hace el seguimiento del Plan de Movilidad Urbana Sostenible.
Resumiendo: en Bilbao hay menos gente, se usa más el transporte público, pero hay más turismos que nunca, y siguen aumentando. ¿Qué está pasando? «Hay una parte de la explicación que tiene que ver con los valores», reflexiona la socióloga Teresa Bazo. «Tener coche sigue siendo un modo de reflejar estatus social». Hay como una inercia. En cuanto alguien alcanza cierto nivel de bienestar, llega el reflejo de comprarse un vehículo. «Pasaba antes, y pasa ahora». Quizás no hace falta, quizás no tiene ninguna lógica económica -porque es mejor alquilar uno para irse los fines de semana-, pero se sigue haciendo.
Teresa Bazo | Socióloga
Este fenómeno es como un vestigio de una civilización pasada que no acaba de caducar. Aunque algo se está moviendo. «Hay ciertos estudios que sugieren que la compra de vehículos entre 'millennials' está cayendo; que ya no es algo que les interese», apunta el bilbaíno Fernando Fernández-Monge, experto en política urbana y 'senior associate' de la Harvard Bloomberg City Leadership Initiative, un programa donde se analiza el futuro de las ciudades. «Aunque también es verdad que en EE UU hay otra tendencia. Y que, en todo caso, ese nuevo modelo se notará más en sociedades más jóvenes». El nuestro no es el caso porque la población en Bilbao está envejecida. Hay pocos jóvenes. Además, con la precariedad laboral y los sueldos que se estilan, es muy posible que la mayoría no pudiesen comprar un coche aunque quisieran.
Fernando Fernández-Monge | Experto en políticas urbanas
Pero sí existen otros cambios sociales a los que acudir para explicar el aumento del parque móvil en la capital. «Es cierto que hay menos gente, pero hay más unidades familiares», recuerda Iosu Ramírez, director de Leber. En especial, hay «muchas familias monoparentales, personas separadas o divorciadas que viven solas...». En pocos años hemos pasado de unidades familiares «de casi cuatro personas de media, a no llegar ni a tres».
Hasta ahora hemos tratado de buscar respuestas dentro de la ciudad al dilema de por qué aumenta el parque móvil si hay menos gente y no crecen los desplazamientos en coche. ¿Y si parte de la explicación está fuera? Porque Bilbao no es una isla.
Iosu Ramírez | Director de Leber
Pues sí, en el conjunto de Bizkaia sí hay más vehículos por las carreteras. En los dos últimos años subieron un 2,2%, y en 2016 lo habían hecho un 1,9%, según los datos de aforos de la Diputación. En ese tiempo, en el conjunto del territorio, el parque móvil creció de manera proporcional, hasta alcanzar los 520.182 turismos que tenía registrados la DGT el pasado mes de febrero. Eso sí tiene sentido. Y quiere decir que la gente usa el coche por la provincia, pero no para entrar -y mucho menos circular- en Bilbao. «Normal, si la ciudad ofrece cada vez menos plazas de aparcamiento», apunta Ramírez.
El problema, entonces, está en el ámbito territorial. No es que funcione mal el transporte público en Bizkaia (sus usuarios aumentan desde 2015, y lo hicieron un 2,5% el año pasado), sino que en el pasado se tomaron malas decisiones a la hora de organizar el territorio. «El elemento principal para resolver la movilidad es el urbanismo, y hay operaciones que son como un cáncer». Lo ideal es lo que se está haciendo ahora con Zorrozaurre: zonas compactas con usos mixtos (residencial y productivo) donde moverse es fácil y cómodo. Nada que ver con aquella moda que estamos pagando aún, como la que «llevó a construir el parque tecnológico de Zamudio», alejado kilómetros de otras zonas «exclusivamente residenciales». ¿Una pifia? «Sí, son como tumores».
Desde 2010, la cifra de coches eléctricos en Bilbao se ha multiplicado por treinta... Y eso es una miseria. Porque entonces había cuatro y ahora hay 123. Muy pocos si se tiene en cuenta que el parque de turismos en la ciudad se eleva hasta los 139.743. El dato -que es de la Dirección General de Tráfico- es fiel reflejo de que este tipo de vehículos 'verdes' está aún muy lejos de convertirse en una alternativa real a los tradicionales de combustión.
De momento, y pese a la demonización del diésel, este combustible sigue siendo el más frecuente, ya que alimenta a 75.205 turismos, bastante más de la mitad del total. Otros 64.094 son de gasolina, una opción que durante los últimos años ha ido ganando adeptos y que, según todos los pronósticos, seguirá haciéndolo. ¿Qué más alternativas hay? Residuales: en la capital vizcaína quedan dos coches de butano, 91 de gas licuado de petróleo, 25 de gas natural comprimido, dos de etanol, uno de hidrógeno...
2,5% es lo que se ha incrementado el transporte público en Bizkaia durante 2018. El año pasado se realizaron en el territorio 174 millones de viajes en distintos medios, y el metro acapara más de la mitad. El aumento es una constante desde que se inició la recuperación económica y está subiendo de manera constante desde que tocó fondo en 2016 con 165 millones de viajes.
Dos escenarios El uso del vehículo privado se mantiene estancado en Bilbao, pero aumenta en el conjunto de Bizkaia. Lo hizo un 2,2% el año pasado, y un 1,9% el ejercicio anterior.
Durante el año pasado se contabilizaron en las calles de Bilbao 727 personas heridas por verse implicadas en accidentes de tráfico. Son dos al día. Pero el registro supone una mejora importante -es un 10,6% menos- con respecto a la estadística de 2017, cuando hubo 813 víctimas. La accidentalidad en bicicleta también mejoró el pasado ejercicio, al pasar de 69 a 65 las personas que sufrieron heridas.
El dato aparece en el documento de seguimiento del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) que se presentó el pasado jueves. Y semejante evolución se ha relacionado con la limitación a 30 kilómetros por hora en la mayoría de las calles de la ciudad, que está en vigor desde el pasado mes de julio. También es cierto que no ha logrado pacificar el tráfico tanto como estaba previsto: la velocidad media en la villa ha bajado de 29 a 28 kilómetros por hora, cuando el objetivo -que se mantiene- es reducirla a 25.
Más mujeres en autobús
Uno de los principales empeños municipales es fomentar un transporte saludable. Es decir, sano. Y eso significa andar y pedalear. Las cosas van mejorando porque el año pasado se realizaron 550.000 desplazamientos al día de media de este modo, frente a los 540.000 de 2016. Y eso que aún no se ha reflejado en toda su magnitud el impacto que está suponiendo el nuevo servicio de bicis eléctricas, implantado a finales de año, en octubre. Hay días en los que el número de usuarios se multiplica por doce en relación a la situación anterior.
Por último, el informe de seguimiento del PMUS sigue reflejando un clásico: el 60% de los usuarios del transporte público son mujeres. En una situación de desigualdad estructural, ellas siguen siendo las que, mayoritariamente, hacen la compra, llevan a los niños a la escuela, y se encargan de otros trámites domésticos. Y ellos conducen más.
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