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A poco sentido del ritmo que se tenga, es difícil resistirse a la tentación de tocar un tambor de cualquier tipo. Por eso el círculo de djembés y bongos que había montado este domingo en la plaza de las mujeres en Bilbao, a disposición de ... quien se animara a participar en un taller de percusión saharaui era un buen reclamo en la acción informativa organizada por el Ayuntamiento para impulsar el programa Oporrak Bakean - Vacaciones en Paz, de acogida a menores saharauis.
También ayudaba a atraer a los curiosos la jaima montada –bajo la lluvia a primera hora–, en la que se ofrecía té, se impartía un taller de henna y había «cuenta cuentos del desierto». «Estas campañas de acogida a niños y niñas en verano llevan funcionando desde 2009», explicaba Álex Hernández, participante en ellas desde hace 11 años. «Cada verano llegan a Euskadi unos 200 menores, pero como todo, hubo el bajón de la pandemia», añadía.El año pasado, el primero que se recuperó la actividad normal, llegaron bastantes menos». Así que desde el área de Cooperación del Ayuntamiento se decidió «organizar esta jornada, para llamar un poco la atención e informar a la gente de que tiene la posibilidad de recibir a uno de estos niños en casa».
Se trata de niños y niñas de 8 y 9 de años de edad. Aunque alguno repite, para la mayoría supone «la primera vez que salen del campamento en el que viven». En estos campamentos viven unos 50.000 menores de 14 años, de los que el 30% sufre déficit de crecimiento a causa de sus duras condiciones de vida. Oporrak Bakean se hace en verano porque es «cuando allí la temperatura suele superar los 50 grados a la sombra. Se trata de sacarles de allí en estos meses», desde finales de junio a finales de agosto, «y darles unas vacaciones».
Cualquier hogar puede acoger a uno de estos chavales. No se ponen pegas a la composición familiar del hogar de acogida». Ni siquiera es necesario que tenga niños, «lo fundamental es que tenga una disposición de acogida para todo el verano y que ofrezca seguridad y estabilidad a niños y niñas».
«No suele haber ningún problema de adaptación», añade Hernández, que habla por experiencia, al haber acogido a dos pequeños. «Suele ser la primera vez que salen de los campamentos de refugiados, nunca han salido de allí. Así que su primer verano aquí es maravilloso, porque todo es nuevo, un descubrimiento: el agua, los coches, ¡los semáforos! Los parques, la playa... Todo les sorprende, es una gran aventura. Son esponjas y se adaptan en cuestión de días». En todo caso, para las familias de Bilbao, «el Ayuntamiento tiene un protocolo de apoyo continuo y hay un teléfono disponible al que llamar, para que no tengan que preocuparse».
En el caso de Hernández, el segundo niño fue algo especial:«Tenía cuatro años y había que hacerle una operación un poco complicada. Se operó en el Hospital de Basurto, con unos profesionales maravillosos con los cuales hoy en día sigo agradecido». El niño «está perfectamente, ahora es un chaval de 15 años».
Hernández destaca que «es muy importante que pasen las revisiones médicas desde el primer momento por si hay algún tipo de problema, aunque lo habitual es que no haya nada serio», más allá de alguna carencia alimentaria. Por eso es también «importante que tengan una alimentación lo más sana y completa posible, porque allí, por las circunstancias en las que viven, no tienen». Tras su estancia aquí, estos niños «acaban teniendo dos familias:una en el Sahara y otra en Euskadi».
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