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luis lópez
Jueves, 10 de enero 2019, 00:36
Jokin vive en Bilbao, tiene 17 años, y en los últimos doce meses se fundió los 20.000 euros que sus padres habían ahorrado para darle unos estudios. El chaval apostaba por internet. ¿Cómo, si era menor? Fácil. Utilizaba de extranjis el DNI y los ... datos de la tarjeta de crédito de su padre. Hace dos semanas la familia descubrió el estropicio y pidió auxilio a Ekintza Aluviz, la asociación vizcaína que ayuda a los ludópatas.
Lo único falso de la historia es el nombre del menor. Todo lo demás lo cuenta Jon Antón Cordero, presidente de la ONG especializada en asistir a los adictos al juego. Y lo peor de todo es que no es un caso aislado. Desde hace tiempo tanto colectivos de afectados como administraciones vienen detectando un aumento preocupante de jóvenes con serias dependencias. En los últimos diez años, la edad media de quienes acuden a Ekintza Aluviz ha bajado de los 40 a los 30 años. «Antes el problema eran, sobre todo, las tragaperras. Ahora, con el aumento del juego online y las apuestas deportivas, cada vez hay más jóvenes. Incluso menores de edad. Bastantes de las 246 personas que entraron el año pasado en la asociación en busca de ayuda tenían menos de veinte años», constata Cordero.
El problema a la hora de analizar esta realidad es que no hay datos oficiales determinantes debido a la propia naturaleza de la adicción. Pero el asunto preocupa, y es hora de abrir el debate. Lo ha hecho Eragin, asociación juvenil de Bilbao. El colectivo está preparando una iniciativa que presentará en el turno popular del pleno municipal de febrero. Lo que buscan, según su portavoz, Unai Sainz, es que el Ayuntamiento impida que «funcionen salones de juego y casas de apuestas cerca de centros educativos». Dice que muchos estudiantes, al salir del instituto, ya tienen el hábito de «irse a echar unas apuestas». Como una nueva forma de socializar.
¿Pero el riesgo no es el juego online? Sí. Pero también esos locales, confirma Jon Antón Cordero, que ejercen de «embudo» y que en muchos casos son el primer contacto de los chavales con un vicio que se vuelve adicción. «Sólo hay que ir a un salón de juego o a un local de apuestas y ver quienes entran. Y si hay partido de fútbol, más». De hecho, el hábito esta presente incluso entre menores de edad. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicado el mes pasado apuntaba hacia Bilbao como la capital española en la que los menores lo tienen más fácil para acceder a este tipo de establecimientos pese a tener prohibida la entrada en ellos. Hicieron una prueba muy sencilla: un adolescente trató de entrar en seis, lo logró en cuatro, y llegó a apostar en tres. No es que la prueba tenga un gran valor científico, pero sí es reveladora.
En fin, que la realidad es esa, y que los jóvenes de Eragin quieren no sólo que se cierren los salones de juego y casas de apuestas próximos a centros docentes (van a pedir un radio de un kilómetro, lo que en la práctica supondría la extinción de estos negocios en la ciudad), sino también limitar la publicidad de este tipo de actividad en los espacios públicos e impedir que se anime a la afición a dejarse el dinero en apuestas durante acontecimientos deportivos en San Mamés, Miribilla o el Frontón Bizkaia.
¿Será el Ayuntamiento permeable a estas reivindicaciones? Desde el Área de Salud, competente en adicciones, no saben y dicen que lo tienen que estudiar. Pero en Urbanismo, departamento encargado de dar licencias de actividad, lo tienen claro: aunque aseguran que desde hace años están tratando de poner coto a estos negocios, los jueces no les están dejando. El concejal del ramo, Asier Abaunza, se explica: «En 2016 presentamos en el Consejo Asesor de Planeamiento la propuesta para modificar el PER (plan de rehabilitación) del Casco Viejo», comienza. Aquel documento pretendía restringir la apertura de «establecimientos hosteleros, supermercados, locales de banca y seguros, y también de juego». Sin embargo, la normativa «fue recurrida por Competencia», y los jueces fallaron repartiendo razones. «Aceptaron nuestra regulación en materia de hostelería, pero nos tumbaron todo lo demás».
El argumento, recuerda el concejal, era que en este tipo de regulación sí se puede poner coto a las actividades que tengan afecciones en la vía pública, como los bares, pero no limitar otros negocios sin impacto en la calle. Su plan era prohibir locales de juego en ciertas zonas, y en otras establecer una distancia mínima de cien metros entre negocios de este tipo.
¿Y qué pasa con la publicidad? Llama la atención que hace ya muchos años se prohibiese la musiquita de las tragaperras y ahora los anuncios de las casas de apuestas estén omnipresente en cualquier acontecimiento deportivo. «Ese es el problema esencial», asegura el presidente de Ekintza Aluviz. Se refiere a vincular apuestas con ocio y diversión. «Estás escuchando un partido y no dejan de animarte a jugar».
Pero el concejal Abaunza no ve fácil que el Ayuntamiento pueda meter mano en esto porque la autoridad municipal está facultada para regular, dice, el soporte de la publicidad. Es decir, dónde y cómo ponerla. Pero los contenidos (como la regulación sobre el tabaco o el alcohol, o en materia sexista) es competencia estatal. Así que, aparentemente, estamos en un callejón sin salida y con pocas posibilidades de alejar el juego de los jóvenes. De internet, ni hablamos.
Peligro por internet. Un bilbaíno de 17 años se gastó en apuestas los 20.000 euros que habían ahorrado sus padres.
Intento fallido. Los jueces tumbaron la regulación municipal que trató de limitar la actividad en el Casco Viejo
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