![Los expertos, en el Euskalduna, durante los compases iniciales del Global Social Economy Forum.](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201810/01/media/cortadas/foro-euskalduna-U4057655682jYD-U601094494837CVF-624x385@El%20Correo-ElCorreo.jpg)
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Luis López
Lunes, 1 de octubre 2018
La última crisis ha dejado un mundo con más desigualdades, más injusto. Eso se traduce en que, aunque la economía ya crece, sus frutos se reparten mal. Aquí, y en Seúl. «Ese es uno de los principales retos del planeta», dijo ayer Won-soon Park, alcalde de la capital coreana, como para certificar que estamos ante un desafío global.
Para tratar de darle respuesta, para intentar buscar un modelo de crecimiento más justo, se han juntado en Bilbao 1.700 expertos y responsables institucionales de ochenta países. Comparten experiencias y se hacen preguntas en el Foro Global de la Economía Social (GSEF, por sus siglas en inglés), que ayer se inauguró en el Palacio Euskalduna y que se prolongará hasta mañana.
Como es fácil deducir, la idea es que la respuesta a los crecientes desequilibrios en Bilbao, Seúl, España y el mundo en general está en la economía social. ¿Y eso que es? Priorizar los objetivos sociales frente a la maximización del beneficio económico. Uno de los mayores exponentes de este sector son las cooperativas –Euskadi es referente en este campo gracias a la Corporación Mondragón–, donde los trabajadores son los propietarios de la empresa y se reserva parte de los resultados para iniciativas sociales en el entorno donde se desarrolla la actividad productiva. Pero también es economía social las ONG, las sociedades laborales, las mutualidades... En fin, esas organizaciones donde lo fundamental no es el crecimiento constante del beneficio económico sino valores más elevados y humanistas. Eso, sin perder de vista que sin beneficio económico nada sería posible.
Ahí está lo complicado de este asunto. Hay que buscar equilibrios entre lo socialmente responsable y lo económicamente viable, entre la justicia y la competitividad. De eso se trata GSEF. Este evento, que celebra en Bilbao su cuarta edición después de haber pasado por Seúl y Montreal, se enfrenta al reto de encontrar los mecanismos para transformar los grandes conceptos, las palabras ampulosas, en políticas concretas que mejoren la vida de la gente.
Juan Mari Aburto, el alcalde de Bilbao, recibió a los 1.700 participantes recordándoles que el euskera es el idioma más antiguo de Europa y que la capital vizcaína ha sido reconocida este año como la Mejor Ciudad Europea. A continuación, apostó por una economía que se centre en lo más importante, «las personas». «Queremos que Bilbao se convierta estos tres días en un auténtico laboratorio de ideas y experiencias, y que la propia trayectoria nuestra os sirva también de ejemplo», proclamó en su discurso. Pero, sobre todo, deseó que estas tres jornadas den lugar a «conclusiones útiles y aplicables tanto para las administraciones públicas como para todo el tejido empresarial».
A la hora de buscar soluciones, los poderes públicos locales tienen un papel vital ya que, «en 2030 las zonas urbanas concentrarán el 60% de la población mundial y generarán el 80% de la riqueza», apuntó Ulla Engelmann, responsable de Economía Social de la Comisión Europea.
Pero lo fundamental es buscar soluciones, nuevos referentes, porque «no se pueden volver a repetir los errores y el sufrimiento que la economía especulativa ha generado a muchas familias en los primeros años de este siglo», dijo la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio. A su juicio, las respuestas están en la economía social porque «es la herramienta más poderosa para cambiar el modelo de desarrollo económico» y contribuir a que «nadie se quede atrás». En pleno resurgir de la pugna competencial con Euskadi, Valerio tuvo palabras cariñosas para el lehendakari, con quien es «un placer seguir fortaleciendo raíces» y le animó a «ensanchar relaciones». «Aprovechemos este momento histórico», le instó.
Iñigo Urkullu, por su parte, mostró el compromiso del País Vasco con la «colaboración, el empleo de calidad, el crecimiento justo, la democracia de base y el desarrollo sostenible». Y apuntó que la comunidad autónoma compartía con los presentes en el acto de ayer «los valores, el compromiso y la prioridad por garantizar la dignidad humana». En este sentido, recordó el acuerdo unánime al que llegó el Parlamento de Vitoria para impulsar el «modelo vasco de empresa inclusiva-participativa», que se asienta en principios como «la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa y en los resultados, el crecimiento sostenible, y la atención a las necesidades de la comunidad en la que se asienta la empresa».
La economía social da empleo en Euskadi a casi 75.000 personas, de las que la mayoría, 54.000, forman parte de cooperativas. Todo el sector sumó una facturación de 10.910 millones de euros el año pasado.
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