Bilbao impulsa la industria hotelera con la apertura de otro local en el Casco Viejo

El edificio, situado junto a la iglesia de San Antón, echó a andar a principios de la semana pasada. La restauración integral ha supuesto una enorme complejidad por las restricciones que entrañaba el proyecto. Especialmente complicada ha resultado el remate de la fachada, realizada en forja por el escultor Jon Alberdi, que llama la atención de numerosos transeúntes. El nuevo hotel sacará al mercado 18 habitaciones, distribuidas en cinco plantas.

La ejecución del proyecto comenzó a gestarse antes de la pandemia, pero el virus obligó a posponer las obras, que han llevado cerca de tres años. Por el contrario, los promotores tuvieron claro desde el principio el emplazamiento. Tratarán de atraer a clientes de poder adquisitivo «medio-alto» y alojarlos en el «origen de la villa. En el mismo sitio donde nació Bilbao. Se trata de un lugar muy privilegiado, es un puntazo», aplaude Iñaki Abarrategi, que participa como socio junto a los hermanos Gonzalo y Rodolfo Martín. De la dirección se encargará Gotzon San Juan, un profesional con amplia experiencia en el sector que ostentó el mismo cargo en el Hotel Artaza, en Getxo.

No había ninguna duda sobre la localización, habida cuenta de que la inmensa mayoría de turistas terminan «casi siempre en el Guggenheim o el Casco Viejo tomando pintxos. Todos los turistas pasan por los 'downtown' de las ciudades que visitan». De hecho, los nuevos hoteles proyectados en Bilbao- tanto el que se está acondicionando en el antiguo almacén de Tejidos Gacela, en la calle Correo, como el promovido por la cadena gay Axel, en el Muelle de la Merced- se levantarán en la parte antigua de Bilbao. El tercero que se está edificando tampoco irá demasiado lejos, al ubicarse en la Plaza del Gas. Y el cuarto, cuyas obras todavía no han arrancado, se emplazará en el histórico Palacio Olabarri del Campo Volantín, donde funcionará el próximo año como un local de cinco estrellas. «La gente viene en busca de autenticidad», destaca Abarrategi.

El Goien se centrará en todo tipo de públicos, aunque ha echado el ojo a los visitantes internacionales por su mayor capacidad de gasto y de prolongar sus estancias más que los clientes habituales. Calculan que supondrán el 80% de los huéspedes, a los que intentará seducir con una oferta de calidad «cargada» de detalles. A diferencia de la mayoría de establecimientos, prescindirá de la oferta gastronómica habitual.

Los huéspedes podrán desayunar en la cafetería, que reproduce el estilo de las viejas bibliotecas inglesas. Este espacio, dominado por una iluminación cálida que se extiende a las demás plantas, se transformará a lo largo del día. Funcionará como posible centro de reuniones «y durante las tardes se abrirá a quienes quieran realizar un picoteo o tomar un trago». Las paredes de la planta baja están revestidas de ladrillos traídos «expresamente de casas derruidas de Holanda» que confieren un aspecto envejecido «pero elegante».

«Hemos intentado hacer algo muy chulo y cuidar todos los detalles», resume Abarrategui. Los pasillos de los cinco pisos están presididos por grabados y elegantes cuadros, mientras que la planta baja está salpicada de modernas esculturas. Las moquetas han sido sustituidas por material vinílico y sobre las camas de las espaciosas habitaciones reposan piezas de hilo egipcio. «Los colchones y sábanas son de primera calidad porque buscamos especialmente la comodidad», valoran los responsables del Goien, que emplearán a 8 trabajadores. Los techos de las habitaciones están decorados con papel vinílico.

«El proyecto está concebido para ir cuajando poco a poco, pero el arranque no ha podido ser más ilusionante porque estamos consiguiendo llenos diarios», explica Abarrategi.