Bilbao gana altura con la fiesta de los saltos

A las dos de la tarde ya se agolpaban los espectadores en primera línea junto a la ría para garantizarse la mejor vistas del recinto, en el que se llegaron a congregar 27.000 personas según la organización, una cifra que elevaron fuentes municipales hasta los 50.000. Muchas familias y grupos de amigos llevaron neveras, bocadillos y tarteras y comieron en la explanada del museo. «Hemos venido de Vitoria, nos parece un plan muy atractivo y diferente. Lo peor es el calor que hace y que no hay sombras», comentaba Alba, una joven vitoriana que había llegado con su cuadrilla. La organización animaba la espera con música, baile y concursos. «El salto al agua más espectacular desde un barco tiene como premio una pizza», se escuchaba por megafonía. La ría fue uno de los escenarios de lujo en el que se congregaron números barcos, piraguas, motos de agua y hasta colchonetas de plástico. Las terrazas de los edificios de la zona se convirtieron en improvisados palcos e, incluso, los visitantes del museo se asomaban a las ventanas y a la terraza para ver los espectaculares saltos.

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Tras la valla del espacio reservado para los familiares, junto a las escaleras por las que salían del agua los saltadores, se congregaron numerosos fans clavadistas colombianos. «Hemos venido los tres días para conseguir fotos y autográfos de Orlando, Miguel y María Paula, que son de Cali como nosotros. Hoy llevamos dos horas aquí para poder verlos. En Colombia es un deporte al que hay mucha afición», contaba Brian, mientras contemplaba los entrenamientos a las cuatro de la tarde junto a Janet, William y Liliana, todos ellos tras una bandera de Colombia en la que aparecían los autógrafos de sus ídolos.

Los familiares vivieron la jornada con emoción y nervios. «Paso más miedo cuando lo veo por televisión que desde aquí», confesaba Silvana Torres, madre de la joven saltadora de 19 años María Paula Quintero y mujer del clavadista Miguel García. «Mi hija comenzó a saltar siendo una niña, con 8 años. Le gustaba mucho y empezó a acudir a las piscinas en las que Orlando y Miguel entrenan. Miguel acabó siendo su entrenador. Así nos conocimos», relataba la joven. Cree que si su hija sigue «entrenando fuerte y con disciplina» puede llegar muy alto.

Para la mujer de Orlando Duque, Catalina Echegaray, ayer era una jornada muy especial. «Es un día muy emocionante porque hoy se retira Orlando. Son sus últimos saltos como profesional», comentaba esta joven de Cali que aprovecha las visitas a Bilbao para pasear con su pareja por el Casco Viejo y «comer en los restaurantes». Pero no era un día triste, aclaraba, porque Orlando «va a seguir vinculado al circuito Red Bull».

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Cuando comenzó la competición, poco antes de las cinco el recinto estaba abarrotado. La secuencia con cada salto era sobrecogedora. La música para y el silencio se impone entre los espectadores cuando el clavadista se acerca al borde de la plataforma y pasan unos segundos de tensión hasta que se lanza al vacío. Miles de móviles enfocan hacia al cielo y graban los giros arriesgados e imposibles, después una exclamación de admiración recorre el recinto y llegan los aplausos. El público disfrutó a lo grande.