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ISABEL IBÁÑEZ, GONZALO DE LAS HERAS y SILVIA CANTERA, IGOR GANDIAGA Y PABLO DEL CAÑO
Texto | Infografía y 3D | Video
Sábado, 19 de noviembre 2022
Solo un cuadro de Manuel Losada, pintado tiempo después mezclando mucha imaginación con un poco de boca oreja, y cuatro líneas en un periódico de la época eran hasta ahora los únicos testigos de un acto que tuvo lugar en Bilbao hace exactamente 150 años: la inundación de la Plaza Nueva para convertirla en una postal veneciana. Con góndolas y todo.
Aquel evento festivo celebrado en agosto de 1872 como parte de los actos de recibimiento al rey Amadeo de Saboya, de visita en la Villa, se integró en el imaginario colectivo bilbaíno como un hecho rodeado de nebulosa y suposiciones, una leyenda urbana con aroma a 'txirenismo' que obligaba a cuestionar la importancia y envergadura que se le atribuía, pues no quedaba, al parecer, constancia de ello en ningún texto oficial. Sin embargo, EL CORREO ha encontrado los documentos que lo prueban en el Archivo Foral de Bizkaia.
Así lo plasmó Manuel Losada sobre lienzo:
El diario 'La correspondencia de España', periódico vespertino de ideología conservadora –se puede consultar en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional–, sí se hizo eco del evento: «Terminado el espléndido banquete ofrecido a SM (Su Majestad), se dirigió al teatro, visitando a su paso la Plaza Nueva, que se había transformado en un lago surcado por góndolas adornadas vistosamente e iluminado a la veneciana. SM fue objeto de una entusiasta ovación, así como a su ida al teatro, donde fue saludado entre salvas de aplausos».
Otros periódicos hablaban de frialdad en el recibimiento y no citaban el acto. Estas contradicciones junto a la ausencia de documentos oficiales restaban veracidad al asunto. Y el cuadro 'Fiesta veneciana en la Plaza Nueva' de Losada –tenía solo 7 años en aquel momento y dijo no recordar nada de aquello– fue ejecutado más de medio siglo después, en 1949, con lo que no servía como garante.
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El 2 de junio de 1946, el conocido periodista bilbaíno Esteban Calle Iturrino escribió en 'El Correo Español-El Pueblo Vasco' un artículo titulado '¿Góndolas en la Plaza Nueva?'. Empeñado en encontrar alguna evidencia de aquel evento, y tras una búsqueda infructuosa en los archivos, solo pudo dar con un testigo que únicamente había oído hablar de ello. «¿Cómo no se encuentra nada en el Municipio relacionado con esta fiesta? –se preguntaba extrañado el cronista–. Todos agradeceríamos noticias sobre este episodio digno de ser recordado».
Han tenido que pasar 76 años para dar respuesta al enigma. Otra periodista de EL CORREO, la que esto escribe, incrédula también como su colega de profesión por la inexistencia de noticias oficiales, empieza a bucear en viejos papeles. Y en el Archivo Foral de Bizkaia encuentra un documento de 1872 titulado: 'Expediente formado con motivo del viaje de SM Amadeo a la Ilustre Villa de Bilbao y cuenta de los gastos ocasionados durante su permanencia en la misma'. 293 páginas amarillentas escritas con la caligrafía de la época que hay que leer con esfuerzo. Hasta que en la página 206...
Ahí está: «Cuentas de jornales y materiales invertidos en la colocación de perchas, escudos, banderines, gallardetes, inundar la Plaza Nueva, arreglar chanelas en forma de góndolas, colocar faroles venecianos y atender a su alumbrado en los festejos dedicados a SM el Rey». A continuación, se detallan pagos a «carpinteros, canteros, latoneros, peones y guardas» por entre 4 y 16 días de trabajo. Más adelante, en otra página, los gastos por «pintar las góndolas y el surtidor de aguas de la Plaza Nueva», así como el dinero invertido en alquilar las «cuatro chanelas» que navegaron como si aquello fuera un canal veneciano. La actual digitalización de los archivos que no existía en la época de Calle Iturrino ayudan sin duda al éxito de la búsqueda.
La chanela era una embarcación de madera de fondo plano para la pesca y el transporte fluvial. Solían verse atadas a estacas en los caseríos de ribera. Sus dimensiones eran unos 6 metros de eslora (longitud) por 1,50 de manga (ancho) y 0,50 de puntal (fondo). Su calado (la profundidad de agua necesaria para navegar) era de medio metro. Como símil, el estanque del Retiro tiene esa profundidad en varias zonas y es navegado por barcas cargadas hasta con 4 personas. Demuestra que no sería necesario acumular mucha agua en la Plaza Nueva para acoger aquellas embarcaciones disfrazadas de góndolas.
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José Tesán, ex decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del País Vasco, no esconde su entusiasmo por el hallazgo de los documentos oficiales. Se presta a imaginar cómo pudieron llevarlo a cabo con los medios de hace 150 años. En este vídeo lo explica a la perfección:
El ingeniero plantea dos hipótesis: «Las pocas fotos de la época y el cuadro de Losada muestran el centro de la plaza a un nivel claramente inferior al del suelo bajo los arcos, incluso parecen apreciarse tres escalones en la zona de los parterres, y se sumaría la inclinación del suelo hacia el centro de la plaza, ocupado por una fuente monumental. Siendo así, podrían haberse tapado los desagües y sumideros alrededor de la fuente y la pastilla central se habría convertido en un estanque navegable, sin afectar a los comercios bajo los arcos».
Pero hay otra hipótesis más plausible para Tesán: «Teniendo en cuenta el caracter audaz que tenemos los bilbaínos, creo que, ya metidos en harina, la idea fue lograr un efecto escenográfico de mucho mayor impacto, buscando que no solo la lámina de agua sino también la zona navegable llegara hasta la mismísima alineación de los arcos. Así, cuando la comitiva real se asomara desde la balconadada de la Diputación, ubicada en el edificio que hoy ocupa Euskaltzaindia, pudieran ver la totalidad de la plaza inundada, reflejándose la arquería en el agua». Mucho más espectacular.
Y para eso no sería necesario –señala el experto– más que disponer unos tablones de madera con sus junturas «bien calafateadas para evitar filtraciones mientras durara el acto». Con 20 centímetros de altura bastaría, «y el espacio porticado estaría a salvo, permitiendo el paso a observadores y clientes de los comercios». De hecho, en el cuadro de Losada, aunque sea una recreación, se ve el agua hasta los arcos.
En aquella época, la construcción en madera era una actividad común, vinculada a la construcción naval, así que encontrar carpinteros y calafateadores que hicieran esta labor era sencillo, recuerda Tesán. Para atestiguarlo, menciona que cerca de la plaza está la calle Estufa, la más corta de Bilbao. «Debe su nombre a que antaño acogió una febril actividad dedicada a oficios relacionados con la navegación, la construcción de barcos... y también un almacén que vendía brea y alquitrán. La calle olía al calafateado –cerrar con estopa y brea caliente, caldeada en una estufa, las rendijas de las embarcaciones para impermeabilizarlas-. Así, con estos profesionales sería factible y rápido que rodearan la plaza con tablones por el exterior de los arcos para contener el estanque».
El resultado fue más o menos así. Lo ha recreado en 3D Gonzalo de las Heras.
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Una última hipótesis. ¿Podría hacerse hoy? «Sí, aunque sería más complicado porque desde 1966 tenemos un aparcamiento subterráneo de 4 plantas que provoca que el centro de la plaza esté más elevado que la zona bajo los arcos. Además, existen elementos a salvar, rejillas de ventilación y accesos peatonales, y habría que limitar la profundidad del agua a un máximo de 70 centímetros para evitar el sobrepeso trasladado al aparcamiento». Una solución: disponer una lona impermeable termosellada 'in situ', «una especie de gran piscina de niños de las que se montan con estructura metálica tubular. Lo más sencillo sería limitar la zona inundable al recinto central, sirviendo los bancos corridos como contención. Así evitaríamos los accesos al parking, las rejillas y los elementos eléctricos». Aventura el coste en 30.000 euros. «Solo hay que buscar un buen pretexto para repetirlo. Esa sí sería una buena bilbainada».
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El cuadro de Losada (1,37 x 2,62 metros) adorna la Sociedad Bilbaína. Ana Villacorta, la bibliotecaria, reconoce que siempre ha habido «controversia sobre si esta fiesta se hizo». Manuel Losada (Bilbao, 1865-1949) tenía 7 años cuando ocurrió. «Y la Bilbaína le encargó este cuadro en 1946, junto a otros que tenemos aquí. Losada dijo que no tenía recuerdos de ello, pero seguro que no tuvo problema en encontrar a alguien que sí lo hubiera presenciado, de hecho él residía en la Plaza Nueva». Explica que los balcones engalanados en rojo son los de la Sociedad, antes de trasladarse a la calle Navarra.
¿Cómo fue la evolución de la plaza? Así lo hemos recreado.
La Plaza Nueva, inaugurada en 1851, iba a acoger una estatua del rey Fernando VII, pero finalmente se colocó una fuente con tritones y ranas, con 19 surtidores que expulsaban agua a siete metros de altura (y por la que, a veces, según algunas crónicas, hacían manar vino). Losada también la pintó. En 1890, fue sustituida por la estatua de don Diego López de Haro, que en 1894 pasó a la Plaza Circular dejando sitio a un quiosco que desapareció en 1966 para construir el parking subterráneo.
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