Bilbao quiere bailar

Ane Uruburu lo lleva en las venas. Tiene 37 años, comenzó a bailar con solo 5 y desde entonces no ha parado. «Empecé como una extraescolar. Me llevó mi madre y lo cierto es que a mí no me gustaba porque venir a los ensayos suponía perderme el patio con mis amigas», cuenta la bailarina. Cuando terminó el curso, su madre le libró de la responsabilidad. Pero para entonces, el deber se había convertido ya en su pasión. «He bailado de todo, flamenco, moderno... El clásico es la base de todo y el que más me gusta. Exige ser disciplinado, esfuerzos... ». El baile es su vida.

Para ella, como para los más de 250 alumnos de las quince escuelas de danza que han participado en las actividades de El Arenal bilbaíno. Biarte dantza Eskola, Cdart Bilbao Dance Center, la Escuela de Ballet Roser Carrés, Dantzerti, la de Andoni Aresti y la de Tamara Blanco. También ha estado presente el estudio de ballet clásico Teresa González, el del reconocido Igor Yebra, bilbaíno de Deusto; el ballet Olaeta y la academia All Dance, además de la escuela de Sara Etxebarri, Ross Dantza Eskola, el alumnado del estudio de Saioa Ibáñez Romero, Danza Libre y la escuela Attitude. No falta ninguna. Es la novena ocasión en que la villa festeja el día de la danza y reconoce con esta efeméride el trabajo constante de las academias.

Este año, los actos tienen un sentido especial. Quieren reconocer la labor del profesorado, de las contadas mujeres, prácticamente todas lo son, que durante las últimas décadas se han esforzado en inocular a la población vizcaína el delicioso y adictivo veneno del baile. Como Kontxesi Fernández, profesora de la Universidad de Danza y Arte Dramático de Euskadi, que con sólo 30 años tiene a gala haber sido bailarina profesional de la Ópera de Varna (Bulgaria) y la Compañía Estatal Rusa de Siberia Trasknoyas. «El baile para mí es una necesidad», cuenta. «Se nace siendo artista y luego ese don se va forjando y formando con el tiempo».

Los actos de la jornada, bautizada con el lema 'Dantza alfonbra gorrian' ('Danza en la alfombra roja') han comenzado a las 11.30 con una barra de calentamiento tras el kiosco de El Arenal. La valla de la ría sirve de barra de baile. Dos jóvenes amigas, Ane Garaigordobil y Marina Ríos contemplan el espectáculo en el que participa una tercera. «A mí me encanta», cuenta la segunda. He bailado funky y jazz muchos años y es algo que ayuda a expresarse, viene muy bien para todos, pero especialmente para niños y adolescentes«, cuenta. La danza es movimiento, expresión, música, sentimientos...

La fiesta del Casco Viejo tiene sitio para todos. Delante del Arriaga, una profesora anima al público que ha salido a tomar el aperitivo del domingo a sumarse a un cuerpo de baile improvisado. Suena Abba, Boney M, hay bachata, salsa, ritmos latinos... Las 'masterclass' son abiertas. Dos «amigas de toda la vida», Laura Arteaga, de 12 años, e Itsaso Sagarminaga, de 13, de la escuela de Roser Carrés, se preparan entretanto para la exhibición programada sobre la una en la gran carpa que preside los actos. «¿Sabes por qué bailamos? Porque bailar sirve para soltarlo todo, tanto cuando estás triste como cuando estas alegre. ¡Es algo mágico!», cuentan.

Todo el mundo quiere bailar. Las hijas de Ane Uruburu, Nerea y Nahia, tienen solo 3 y 5 años, pero también han comenzado a hacerlo en la misa escuela que su madre, el Estudio Danza Libre. La historia se repite, la tradición continúa. La primavera es un buen momento para seguir bailando y para comenzar a hacerlo.