«Bilbao debe aspirar a ser una ciudad atlántica, la unión entre Europa y las dos Américas»

– ¿Por qué este nuevo índice mira a las ciudades en particular?

– Nos solemos fijar en qué hacen los países, pero la competitividad se está trasladando cada vez más al nivel de las ciudades. Es ahí donde se palpan los problemas de la desigualdad. No hay más que ver las protestas en Santiago de Chile o en París.

– ¿En qué consiste el concepto de la prosperidad inclusiva?

– Es una combinación necesaria. La prosperidad económica sin inclusión nos conduce a más desigualdades. Y la inclusión sin prosperidad, es una simple redistribución de la riqueza. Hay que mirar las dos cosas al mismo tiempo para lograr un crecimiento sostenible.

– Muchos argumentarán que la apuesta por la sostenibilidad implica renunciar a parte del crecimiento.

– No tiene por qué existir esa incompatibilidad. Es precisamente el punto de partida que tomamos. Es cierto que una cosa y otra no se combinan de forma natural. Pero si hacemos ahora esa integración, a la larga tendremos un crecimiento mayor y más sostenible. Hay que mirar a largo plazo.

– ¿Este trabajo solo está en manos de las administraciones?

– No, esto debe ser un ecosistema que implique a todos los agentes. Sin un planteamiento compartido, es imposible. Lo que sí deben hacer las administraciones es organizar esa agenda con la ciudadanía, las empresas, las asociaciones... Hacer un diagnóstico e involucrar a todos.

– ¿El tamaño importa? El de la ciudad, quiero decir.

– Desde luego que es importante. Las ciudades grandes tienen muchas posibilidades, pero las pequeñas, aquellas con menos de 500.000 habitantes, tienen una capacidad de acción mayor. Es mucho más fácil tomar iniciativas.

– ¿Es esa la gran fortaleza que tiene Bilbao?

– Diría que es una de ellas porque es una ciudad con una dinámica muy ágil. También juega a su favor su propia historia. Bilbao ha vivido una transformación impresionante. Recuerdo venir de pequeño, cuando pasaba las vacaciones en Biarritz, y tener que llevarme la mano a la nariz de lo mal que olía. Ahora es un mundo diferente.

– ¿Alguna otra particularidad?

– Creo que ese cambio ha traído consigo otro más social. Al haber visto la transformación de la ciudad, la gente está más preparada para asumir riesgos y emprender iniciativas innovadoras. No sé si es por la cultura, por el idioma o porque mi mujer tiene raíces vascas, pero es una actitud que veo en pocos sitios.

– ¿Qué papel debe jugar Bilbao dentro de Europa?

– Antes de nada, hay que partir de un hecho geográfico. Bilbao no es la ciudad mejor conectada de Europa. Tiene un aeropuerto internacional, sí, pero sigue estando en la periferia del continente y nunca podrá estar en un punto central como Fráncfort o Basilea. Creo que en su caso debe basar su competitividad en una definición como ciudad atlántica, aspirar a ser una unión en las relaciones entre Europa y las dos Américas.

– Es difícil aspirar a más cuando la población no deja de descender.

– Los movimientos hacia ciudades más grandes se está produciendo por todos lados, pero la gente que se ha marchado de Bilbao va a tener razones para volver en el futuro. Y encima no lo van a hacer solos, sino con más gente, más inversiones y más actividad.

– ¿Se está trabajando en ello?

– Conozco bien el programa Bizkaia Talent de la Diputación para atraer y retener el talento. Es algo que da sentido al trabajo que venimos haciendo también con el Ayuntamiento. Lo que están haciendo es un ejemplo que al final dará sus frutos.