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Cuestas, escaleras y más cuestas. El botxo es lo que tiene. Varios de los barrios que conforman la capital vizcaína emergen desde las laderas del valle por el que transcurre el Nervión. Empinadas pendientes que han hecho suyas los vecinos, pero que se tornan en ... verdaderas calamidades, también en forma de escalinatas interminables, cuando uno quiere recorrerlas empujando un carrito de bebé o en silla de ruedas. Barreras arquitectónicas que sufren principalmente los que poseen problemas de movilidad y las personas mayores, en una ciudad que cuenta con más de 80.000 residentes que sobrepasan los 65 años.
Por ello, el Ayuntamiento lleva en las últimas décadas estudiando las rutas de tránsito y ofreciendo soluciones. Actualmente en todo Bilbao existen 39 ascensores, en 32 instalaciones distintas, en funcionamiento las 24 horas del día. También cinco rampas. Desde Otxarkoaga a Atxuri pasando por Miribilla, Zorroza, Arangoiti e Iturribide. Elementos mecánicos a los que se sumarán próximamente los que se encuentran en ejecución en Ciudad Jardín y Uribarri, además de los de Olabeaga y Zabala, proyecto que fue presentado esta misma semana, al que se unirá próximamente otro en el entorno de Basurto.
40 millones de euros es la inversión que el Ayuntamiento de Bilbao ha hecho en los últimos años para crear la red de elevadores, rampas y escaleras.
Para todo esto el Consistorio ha empleado en los últimos años unos 40 millones de euros, según ha informado a este periódico. EL CORREO se ha dado un paseo por varios de estos elevadores para comprobar de primera mano todo lo que aportan a sus usuarios.
Yolanda Hernández - Zorroza
Bautizado popularmente como 'Papamóvil', une desde junio de 2015 la pasarela sobre la A-8 en Zorroza con el barrio de Zazpilanda, una zona en la que reside un gran número de vecinos que supera los 70 años de edad. Un ascensor que cogió el pasado miércoles sobre las 9 de la mañana Carmen Caballero, apoyada en su bastón, como hace cada día que sube a la peluquería o que pone rumbo a echar la lotería de su peña, a tentar a la suerte. «Lo usa mucha gente, sobre todo personas como yo, a las que ya nos cuesta un poco caminar y llegar hasta arriba», afirmaba alegremente. Con ella coincidió en la cabina Yolanda Hernández, que aprovechaba el viaje para llevar varias barras de pan y un par de bolsas de la compra a casa. «Cuando subo cargada es lo mejor. Es un alivio, sino la cuesta parece que no termina nunca», declara, justo cuando el ascensor se detiene en la parada intermedia que da acceso a los vecinos del grupo Bidegain. «Se suele parar mucho aquí, y se queda un ratito, aunque nadie le haya llamado», explica, ya resignada, mirando aún el trecho que quedaba por subir. Prácticamente la mitad. Arriba, nuevos ocupantes emprendieron el camino a la inversa.
Luis Gil - Arangoiti
Construido en la ladera de Enekuri, desde Deusto a la zona del parque de Miramar, en Arangoiti, es el ascensor más largo de toda la ciudad . Inaugurado en julio de 2016, en su recorrido salva un amplio desnivel de unos 30 metros, ofreciendo unas bonitas vistas de gran parte de la villa. Luis Gil es uno de los vecinos de los pisos nuevos del barrio que lo utiliza cada jornada. «Nos ha facilitado la vida», asegura, aplaudiendo la reciente colocación por parte del Ayuntamiento de una cubierta para que los residentes se resguarden de la lluvia mientras esperan la llegada del elevador. «Yo vivo en la parte de arriba pero siempre bajo para hacer la compra, todos los días, porque hay mucha más oferta, más comercios y más cosas. Te ahorras un dinero aunque tengas que darte un paseo. es alivio tener el ascensor». En los primeros meses de funcionamiento asegura que era habitual que estuviera fuera de servicio. «Ya le han debido de coger el tranquillo, ahora es raro que esté estropeado». En plena hora punta, coincidiendo con la entrada y salida de los colegios de las cercanías, el elevador «siempre está lleno, con bastantes colas», pero aún así todos sus usuarios lo ven como un gran aliado.
Rosa y Lourdes Rodríguez - Prim
Con la firma del prestigioso arquitecto británico Norman Foster, los ascensores de Prim facilitan el acceso al metro en Santutxu, entre otros, a los vecinos de la parte baja de Begoña. Una singular estructura inclinada que llama aún más la atención desde hace apenas unos meses, cuando sus dos cabinas, que funcionan a la vez, casi a modo de una interminable competición, fueron pintadas de rojo. «Parecen el funicular de Artxanda en miniatura», bromean Rosa Rodríguez y su hermana Lourdes, nada más salir de uno de ellos. Las dos suelen utilizar este servicio a menudo. La primera vive en Txurdinaga, mientras que la segunda lo hace en la parte baja, pero suelen quedar muy a menudo. «Es muy cómodo porque te lleva enseguida, sino tienes que dar un buen rodeo andado, y la verdad es que se agradece descansar e ir tan directo», aseguran ambas, destacando la gran variedad y cantidad de usuarios que soporta cada día. «Lo usa todo el mundo, desde pequeños a mayores. Es raro que no haya nadie esperando, a cualquier hora. La verdad es que da mucha facilidad para poder bajar al Casco Viejo», aseguran. ¿El único 'pero'? Dos vecinas reclaman mientras esperan más limpieza en la parte superior de las cubiertas.
Luis Costa - Uretamendi
En pleno corazón de Rekalde se levanta desde hace varios años el ascensor panorámico de Uretamendi, que une la calle León de Uruñuela con una pasarela que conduce a la carretera de circunvalación. Una imponente estructura acristalada que salva 20 metros de altura y da continuidad al próximo elevador de Betolaza, y que el pasado miércoles por la mañana trajo por la calle de la amargura a muchos vecinos. Entre ellos a Luis Costa, que junto a su amigo Sixto Rodríguez se topó con él fuera de servicio, bloqueado a apenas poco más de un metro del suelo. «Es la primera vez que me lo encuentro así. Lo cojo muchas veces. Da un buen servicio porque sino, como sucede hoy, tienes que subir una cuesta enorme que con la helada a primera hora llega incluso a resbalar. Es peligroso. Y si vas cargado, te toca esperar al autobús, y a veces echas un buen rato en la parada». Justo a su lado aparece un vecino que tampoco oculta su enfado al comprobar que el elevador se encontraba inoperativo. «Ya me ha fastidiado. A subir a pata, como toda la vida», se lamentaba mientras empezaba a llover. Algunos residentes denuncian que, desde fechas recientes, varios jóvenes se dedican a bloquear las puertas para detener el servicio y dejar esperando a los usuarios.
José Revilla - Atxuri
En el entorno de Ollerías Altas existen varios ascensores que salvan el desnivel existente en las cercanías de la iglesia de Atxuri y el parque de La Encarnación. Un lugar con varias pendientes pronunciadas en el que se mueven numerosas personas mayores, como es el caso de José Revilla. A sus 86 años siempre echa mano de los ascensores para subir. «Para bajar a veces no, si hace bueno intento ir andando, poco a poco, pero ya desde el año pasado me cuesta un poco más moverme, así que esto me ayuda mucho», asegura, pidiendo un nuevo elevador o alguna otra solución similar para que los vecinos de la calle George Steer -periodista que escribió el último parte de la Guerra Civil- y la zona conocida como El Bosque puedan acceder mejor a su ambulatorio. «Son más de cien escaleras las que hay entre medias, las tengo todas bien contadas». Con los ascensores reconoce que está «encantado», lo mismo que otros usuarios, ya sean jóvenes o veteranos. Muchos de ellos se acercan con sus perros hasta el parque, donde hay una zona exclusiva para estas mascotas, y valoran positivamente que todos los ascensores de la capital vizcaína funcionen desde diciembre las veinticuatro horas del día.
Mercedes Velasco - Otxarkoaga
Colindante al centro de salud de Otxarkoaga, un ascensor y varias rampas impulsan desde 2014 a los vecinos del barrio para tratar de salvar la pronunciada pendiente que comunica la transitada avenida Pau Casals con la zona más alta del distrito. Infraestructuras que Mercedes Velasco no duda en utilizar cada vez que sale de su casa y pone rumbo a la farmacia o al banco, ubicados en la parte baja. «El otro día justo las rampas estaban paradas y menudo fastidio más grande cuando quise irme a casa, lo notamos mucho, aunque deberían de ponerlas hasta arriba del todo, porque todavía hay más cuesta. Eso ya sería fenomenal», declaraba con su inseparable bastón en una mano y el paraguas abierto en la otra, tratando de capear como podía la tormenta. Agua que para la suela de algunos calzados convierte esta superficie móvil en un terreno de lo más deslizante. «¡Uf, cómo resbala esto, es increíble!», exclamaba una abuela con su nieto, antes de completar el poco camino restante hasta el ambulatorio por la acera. Unas rampas que, además de la gente mayor, «son buenas para todos, sin ningún tipo de distinción», aliviando el ascenso a los residentes de este barrio de la capital vizcaína.
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