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Para el vecino de Deusto Javier Montero, el de este martes fue «un gran día». En mitad de la pandemia y del momento atípico ... y terrible que encara la sociedad, este ciclista jubilado de Deusto esperaba con impaciencia el estreno del Bilbao a 30 por hora. «Todos los días, si no llueve o hace viento, pedaleo unos kilómetros hasta Sestao o Portugalete. Hoy me he sentido más seguro. Es otra sensación», contaba, mientras esperaba a que el primer semáforo de la calle Lehendakari Agirre se pusiera verde.
EL CORREO acompañó este martes a Javier y otros dos ciclistas en un recorrido a pedales por la ciudad calmada. Fueron 16 kilómetros y dos horas de sube y baja por las calles 'más calientes' de la capital, las que han sido puestas en el ojo del huracán por los conductores más beligerantes con la nueva normativa. La sensación de los entrevistados y de este redactor, asiduo del pedal es que la cosa parece funcionar. Al menos en la jornada de estreno. Pero no hay que bajar la guardia, ya que tuvimos «un susto» con un automovilista imprudente al que le podían haber caído cuatro puntos. Se echó en falta la presencia de la Policía Municipal, ausente a lo largo de toda la singladura. Y hay que hacer notar que el 90% de los bilbaínos que iban en coche se comportaron correctamente, respetando la que debe ser la nueva normalidad al volante.
Nuestro recorrido comenzó en Zorroza. La idea era entrar al corazón de Bilbao desde la Avenida de Montevideo y a través de Autonomía. En la carretera a Basurto no era infrecuente ver en el pasado a conductores a más de 70 y 80 kilómetros por hora. No hace tanto de eso. Este martes, los coches circulaban a 30. Sólo una furgoneta rompió la tónica general. El adelantamiento de un ciclista a la nueva velocidad fijada se puede considerar más un rebasamiento que un adelantamiento propiamente dicho. Porque la sensación es de suavidad. Ese metro y medio obligatorio de separación insufla vida y, a velocidad reducida, uno lo percibe más amplio, más cómodo, más seguro... Porque a los ciclistas nos esperan en casa.
Lo sabe bien Pedro Gómez Irujo, de 52 años. «Bueno pues está bien», decía, en alusión a la modificación. «Los coches te pasan con más cuidado, no tienes tanto miedo. Desde luego que es esperanzador, pero esperemos que no se quede en una declaración de intenciones por ser el primer día», advertía mientras pedaleábamos por Basurto.
En La Casilla aguardaba Oier Murgía. Este joven, que va al gimnasio casi a diario en bicicleta, reclamaba más mano dura. «Perseguir al infractor es la única manera de que la norma se cumpla. Veremos», comentaba con cierto escepticismo y en la línea de la asociación de ciclistas urbanos Biziz Bizi, que apoya el cambio pero insta al Ayuntamiento a vigilar de cerca a los conductores para soslayar el «fracaso».
Volamos a 30 por Autonomía. La verdad es que el tráfico parece que avanza más lento pero de manera más homogénea. No va a trompicones, se circula más en grupo que antes. Y no parece que se ralentice demasiado la marcha. Al doblar a Hurtado de Amézaga, la sensación ya es que el límite de velocidad no importa porque es imposible superar los 30 kilómetros por hora, ya que hay coches aparcados en doble fila, camiones de la basura moviendo contenedores o peatones cruzando de forma indebida.
El susto del día nos lo llevamos al pasar por debajo del puente de Deusto. Una furgoneta nos adelanta a gran velocidad (más de 50, posiblemente) sin respetar la distancia y con tráfico viniendo en sentido contrario. Pero fue la excepción de un recorrido en el que el comportamiento de los conductores fue, en general, exquisito.
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