Bienvenido, trompetista

En efecto, a veces, las cosas son así de sencillas, y yo espero que, con esa misma sencillez, la buena noticia de esta victoria futbolística aplaque los ánimos de aquellos que el pasado fin de semana se mostraban levantiscos y soliviantados con las medidas restrictivas que todos soportamos. Tengo la impresión de que determinadas actitudes se estaban extendiendo -yo también escuché silbidos contra la Policía Municipal en mi pueblo a la hora del cierre de los bares-. El paso del tiempo, en fin, ofrece argumentos de todo tipo. La mezcla de desánimo, frustración y rebeldías que confunden no ponerse la mascarilla con la lucha por los derechos civiles, por ejemplo, es inquietante. Así que vamos a dejarnos arrullar por la trompeta de Villalibre -qué hermoso apellido- porque la música calma a las fieras, aunque despierte a los leones. No creo, en todo caso, que sea necesario recordar que la trompeta, dependiendo de la ocasión, puede sonar muy triste (que pase, de lo contrario, Miles Davis), y que es mejor prevenir que curar. Disfrutemos, pues, de la alegría y que se contagie el buen ánimo.