Una bendita locura de tres maratones

Tres maratones, tres días seguidos. «Algo que está al alcance muy pocos corredores», decía el 'speaker'. Como se trataba de completar en cada ocasión la distancia que cubre una maratón, 42,195 kilómetros, el número de vueltas en torno a cada construcción fue diferente, ajustándose a los perímetros de los edificios. Zapata completó 52 en San Mamés; en la basílica de Begoña fueron 140 -con un 'extra' de «3.300 escalones acumulados en el recorrido»-, y ayer, por fin, completó 121 alrededor del teatro.

En cada carrera, el atleta estuvo acompañado a ratos por miembros de Aspanovas, voluntarios, colaboradores, amigos, familiares, bomberos y el sábado hasta por el obispo de Bilbao, quien, después de bendecir a Zapata en la basílica, se animó a rodearla con él en la primera vuelta.

Ayer, el desafío se inició en el interior del teatro. En su escalinata comenzó una primera vuelta simbólica en la que Edu estuvo acompañado por «dos supervivientes» a la enfermedad. Ainhoa, una pequeña bermeana de 6 años que ha superado una leucemia, cuyo tratamiento culminó hace 4 meses; y Aitor, de 25 años, que sufrió un tumor cerebral «cuando tenía 9 añitos». Salió adelante, «aunque me dejó secuelas en la movilidad», explicaba el joven, que se ayudaba de una muleta. La primera vuelta se ajustó a su ritmo. «Para mí ha sido un privilegio», decía. «Aquí lo importante es animar a la gente a colaborar con Aspanovas, que hace una labor maravillosa en una situación muy difícil que le puede tocar a cualquier familia».

Zapata volvió a correr acompañado por los bomberos, que además, tras la primera vuelta, refrescaron a los corredores con cortinas de agua lanzadas desde su camión, algo que además de ser muy bonito, fue una bendición en un mediodía especialmente caluroso. También aparecieron unos soldados imperiales de 'Star Wars', de la Legión 501, asociación de fans que suele colaborar con causas solidarias como la de ayer. Estos no corrieron -con sus armaduras hubiera sido todo un espectáculo-, pero atrajeron la atención sobre la carpa de Aspanovas. Así que misión cumplida.

Zapata culminó la suya hacia las cinco de la tarde. Corrió las últimas vueltas con amigos y con su familia. La final, se reservó para la gente de Aspanovas, que entró en la meta tras el corredor.

El atleta estaba feliz. «Con los pies recocidos», pero feliz. «Estoy muy orgulloso, muy contento por lo que se consigue, que es darle visibilidad a Aspanovas, que es de lo que se trata -remarcó-. Que todo el mundo sepa que existe el cáncer infantil, que no hay que darse la vuelta ante ella, que hay que darle visibilidad y recordar que entre todos podemos aportar mucho».