En la calle Diputación, el restaurante San Gotardo, con mucha historia a sus espaldas, permanece cerrado, pero algunos de sus vecinos viven buenos momentos. En el bar Perita, de René Jiménez y especializado en gambas, se siente ajetreo. “Al estar yo solo trabajando, sirvo y atiendo. Lo puedo llevar al ser un local pequeño, ya que no tiene la infraestructura de un establecimiento de 4 o 5 personas. Además, con 4 meses en la terraza, puedes trabajar. Pero hay que estar pendiente de la clientela. Hay veces que me voy a la cama a dormir sintiendo ‘qué poco amable he sido’. Pero el problema es que se te ponen corrillos y sin darte cuenta se te puede ir de las manos. Hay veces que tengo que decir ‘no podéis juntar más’ cuando se forman corrillos. Otras veces tengo que sugerirles que estén un tiempo porque con un mosto no se pueden estar dos horas y se forman colas. Hay gente que quiere estar toda la mañana y, ahora que hay poca terraza, no puede ser”. En el Amaren, uno de los templos de los chuletones de buey, se estrenan hoy tras casi tres meses chapados. Cuentan con buenas expectativas: “Tenemos muchas reservas para toda la semana, tanto para comer como cenar”, se felicita Erika Cañas, la encargada.”La gente tiene ganas. Arrancamos poco a poco, pero con firmeza y expectativas porque se ve mucha gente”, dice sonriente. Informa Luis Gómez | Foto: Maika Salguero
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