EL CORREO habla con vecinos y comerciantes próximos a la campa de Basarrate. Pablo del Caño

'El barbero de la katana' que atemoriza a los vecinos de Santutxu: «No podemos esperar a que nos haga algo»

Residentes y comerciantes no soportan más el clima de inseguridad que ha generado el dueño de una peluquería en las últimas semanas, que ha entrado en prisión este jueves: «Era un buen chaval, trabajador, pero ha cambiado radicalmente»

Jueves, 20 de abril 2023, 20:22

Quien pasee por Santutxu estos días y agudice el oído se dará cuenta del monotema de conversación de los vecinos de uno de los barrios más densos de Europa. Verá rostros compungidos a raíz de los altercados que uno de sus residentes ha protagonizado ... en las últimas semanas de forma continuada. En la mañana de este jueves aún quedan cristales rotos en la calle Médico Antonio Eguiluz enfrente de la barbería Basarrate, el negocio de Said, la persona que tiene atemorizado al vecindario y que acaba de ingresar en prisión.

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De 34 años, Said pasó la noche del miércoles en la Unidad de Psiquiatría del hospital de Basurto después de haber sido detenido por intentar robar a la mujer que regenta un bazar chino en la calle paralela, Juan de la Cosa, muy cerca de la conocida como 'campa de los muertos', habitual punto de encuentro del barrio, donde columpios y bares congregan a todas las generaciones. El discutido peluquero se atrincheró en su local el 9 de abril después de amenazar a una mujer con una katana. Quedó en libertad y el día 18 se vio envuelto en una pelea. Su mes de abril ha sido la gota que ha colmado el vaso porque en los últimos meses, desde que se divorció y convirtió su negocio en hogar improvisado, donde vive con dos perros Malinois y una oveja, acumula «entre 30 y 40 denuncias», explica Bernardo Pedrero, dueño del bar Bikarregui, cuya terraza, en plena campa de Basarrate, acogió uno de sus altercados.

EL CORREO se ha dado una vuelta por la zona para reflejar el sentir del barrio justo antes de su entrada en prisión, algo que muchos anhelaban. La mayoría reconoce que «era un buen chaval», alguien trabajador y que no causaba problemas. «Tenía la barbería llena, con tres chicos trabajando, lo hacía de cine», recuerda Pedrero, quien le conoce bien. «En la pelea del 18 entró corriendo a por dos botellas de cerveza para pegar al otro y luego hablé con él. Se malentonó, le empujé y le saqué del local», explica. No fue la única vez que ha intentado calmar a Said. «Otro día subía por la calle con un pincho, decía que se tenía que defender porque le estaban atacando. Le dije: 'céntrate un poquito, cabezón'. Pero nada. Yo deseo que le metan un poquito de tiempo y que se mejore, porque tenemos un disgusto día sí, día también».

Restos de cristales en la puerta del negocio de Said. C. N.

También sufre por él Naima, la panadera que trabaja a escasos metros de Said. «Era majísimo, una buena persona, pero ha cambiado radicalmente. Tiene problemas y necesita ayuda, porque va de mal en peor». Cruzando la acera se encuentra Suministros Hogar Hotel, un local de grandes dimensiones cuyas trabajadoras también temen ser tristes protagonistas. «Cualquier día se nos mete aquí y pasa algo. Cada vez que viene la Policía estás un poco en tensión porque no sabes qué va a pasar», coinciden Carmen Rodríguez y Jessica García, que una vez vieron desde su fachada cómo Said amenazó a un hombre con un serrucho.

«Te ves dando unas explicaciones a tus hijos...»

En la intervención policial del 9 de abril se necesitó a los Bizkor, los agentes de las Patrullas de Respuesta Inmediata (PRI) de la Ertzaintza. Se cortó la calle y ni los vecinos de los edificios anexos pudieron acceder a sus viviendas. Eso le pasó a Antonio, que vive en el portal de al lado a la barbería. «Me tuvieron tres horas», indica este vecino que está «bastante preocupado». «Miedo no, pero mi mujer y mi hija están un poco intranquilas. Hay ruido por la noche, todo el día haciendo cosas... Le veo un futuro muy negro con las compañías que tiene».

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Santutxu vive bajo la espada de Damocles por la cercanía de dos colegios al negocio de Said. «Por esta calle transcurrimos con niños todos los días», lamenta María Rodríguez, madre de dos pequeños que no entienden lo que pasa. «Te ves dando unas explicaciones a tus hijos... Ellos ven siempre que la Policía está en el barrio». Rodríguez vive «con agonía» desde que presenció junto a sus txikis el dantesco episodio de la katana. «Es frustrante. Ya tuvo episodios violentos en Otxarkoaga, Basauri y Barakaldo. No podemos esperar a que nos haga algo».

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