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El cierre de empresas, la destrucción de empleo y la avalancha de ERTEs augurn un 2020 lleno de dificultades para miles de familias vizcaínas, muchas de las cuales atravesaban ya una situación extrema. El Banco de Alimentos ha lanzado una llamada de auxilio ante lo ... que se prevé un escenario extraordinariamente duro y vuelve a la carga con lo que ha sido su vocación desde hace 25 años, ayudar a los más desfavorecidos, una categoría en la que, a tenor de los tiempos, puede entrar cualquiera. No lo hace desde la mejor posición. Después de un mes bajo mínimos -el almacén de Basauri apenas ha abierto media docena de días desde que se declaró el estado de alarma-, la entidad asistencial ignora si podrá celebrar la 'Operación Kilo' de primavera, un balón de oxígeno ahora más necesario que nunca. Sus recursos se han visto mermados, ya que la letalidad del Covid-19 aconsejó desde un principio dejar en sus casas a esos voluntarios ya jubilados que representan el grueso de sus efectivos. De las siete furgonetas que recorren el territorio en busca de alimentos, el día en que se elaboró este reportaje sólo estaba operativa una.
Luis Crovetto, vicepresidente del Banco de Alimentos, confiesa que no ha conocido un desafío como éste, «ni siquiera lo pasamos tan mal durante la crisis de 2008». Admite sin ambages que la asociación, pese a tener género «para aguantar cuatro meses», ha empezado a sufrir la carencia de algunos artículos con los que confeccionan su 'cesta básica', como pasta, aceite, conservas de tomate y pescado... «Menos mal que nos quedan los bonos recaudados de la Gran Recogida de noviembre, eso nos va a ayudar a mantener el tipo».
De la misma opinión es Cayetana López-Tapia, responsable de almacén, a quien le preocupa no tanto la situación actual «como lo que está por venir, si realmente vamos a poder cubrir todas las necesidades». Sabe de lo que habla. Acaba de preparar una partida de paquetes de ayuda para sus propios voluntarios, gente que dedica su día a día a ayudar a los demás y que ahora se ha visto arrojada a un escenario que durante años han intentado combatir. Las dificultades no son exclusivas de la agrupación local. Sucursales como Valladolid y Santander también han empezado a mostrar síntomas de desabastecimiento. «Menos mal que la colaboración entre bancos funciona y siempre hay alguien dispuesto a quitarse de la boca para que a ti no te falte. Burgos, por ejemplo, es un sostén para todos nosotros. Desde salchichas de Campofrío hasta patatas, la última partida esta semana».
El Banco de Alimentos cuenta habitualmente con 178 personas para desarrollar su labor, un contingente formado en su mayoría por voluntarios repartidos en turnos de lunes a sábado, de manera que siempre hay medio centenar de efectivos metidos en harina. Eso hasta hace un mes. El pasado miércoles eran apenas diez: ocho en almacén y dos en la furgoneta, pertrechados con máscaras y guantes. Sin contar, por supuesto, con los que 'teletrabajan', que desde sus casas lo mismo calculan coeficientes que conciertan recogidas con los ayuntamientos.
Mientras Jorge alterna los pedidos con el transporte de palés en la 'fenwick', Iñaki desinfecta las estanterías donde luego se amontonarán cajas de pasta, arroz y galletas. Quién diría que bajo esa barba hirsuta se esconde un artista del punto de cruz y las labores. La historia de Jorge Ortún da una idea de la pasta de que está hecha esta gente. «Vine a cumplir 20 días de servicios comunitarios a raíz de una denuncia y acabé encontrando aquí mi vocación. Ahora estoy enganchado -dice-, no hay nada más gratificante. Además, estoy en paro. ¿Qué voy a hacer, quedarme todo el día sentado en el sofá viendo la tele?».
No es el único. José Ignacio González acaba de cargar la furgoneta con una partida de alimentos que tiene por destinatarios a las Hermanitas de los Pobres y Lagun Gunea, entidad dependiente de la BBK cuya singladura corre pareja a la del Banco de Alimentos. «Tengo 63 años y me jubilé hace dos, después de llevar mucho tiempo parado y cobrando un subsidio de 430 euros». Se ha dedicado al transporte, a la construcción -«trabajé en las Torres de Isozaki», apunta-. Ahora, con un retiro exiguo, tiene que mantener a su mujer y a sus dos hijos, pero aún así saca tiempo para echar una mano. «Yo es que no valgo para estar de brazos cruzados», se reivindica.
El Banco de Alimentos se nutre de colectas, ayudas de la Unión Europea y donaciones de industrias agroalimentarias y grandes superficies. Sirve de intermediario entre ellos y los auténticos destinatarios de esta ayuda, a la que se accede a través de Cáritas parroquiales, comedores sociales y entidades como Lagun Gunea y Cruz Roja, que son, de hecho, quienes han tomado el testigo desde el estado de alarma y encargado de mantener el reparto.
Por muy mal dadas que vengan, Crovetto no está dispuesto a tirar la toalla. El Banco de Alimentos retoma hoy las cinco rutas por grandes superficies de Margen Izquierda, Margen Derecha, Bilbao, Las Encartaciones y Gernika, que conforman el radio de acción de 'Último Minuto', su fórmula más exitosa. Dejará dos furgonetas para atender a los comedores sociales, desde Manuel Allende e Irala hasta el Puerto Viejo de Algorta. Familias en situación vulnerable, gente sin techo, prostitutas.... «Aquí entran todos, no se hacen distingos».
Motivos no le faltan para conjurarse contra la adversidad, quizá porque desde su puesto es testigo de situaciones dramáticas. «Pienso a menudo en todas esas familias monoparentales, mujeres sin cualificación las más de las veces, sin apoyo familiar, con hijos de distintos padres que no se hacen cargo de nada. Tampoco pueden dejar a los niños para poder trabajar, o formarse y así escapar de la pobreza». Cayetana se sube por los trujales cuando piensa en «todos esos niños cuya única comida es la que les dan en el colegio. Si no fuera por asociaciones como Bigote Blanco o La Gota de Leche, ¿quién les iba a alimentar ahora, con las aulas cerradas a cal y canto?».
No todo han sido malas noticias. Espoleados por la debacle económica, empresas, fundaciones y particulares han aumentado sus donaciones, lo mismo que algunas empresas de congelados, catering y lácteos. Nortegas, la Fundación Susana Monsma y el Rotary Club se desmarcaron la semana pasada con aportaciones en metálico. Tampoco Eroski y Mercadona se quedan atrás. El gigante valenciano de distribución, por ejemplo, entrega 740.000 kilos de comida al año solo en Bizkaia, el 60% de los productos perecederos que se reciben. «Mucho género y de muy buena calidad», aplaude López-Tapia.
«A menudo nos acusan de dar el pescado en lugar de enseñar a manejar una caña -ilustra Crovetto-, pero no es tan sencillo. La gente a la que nos dirigimos está en una situación tan desesperada que, a menudo, no sabe sacar provecho a la caña. Cuando me preguntan qué es lo mejor que nos podría pasar, siempre digo lo mismo: ojalá llegue el día en que no seamos necesarios».
4.000 toneladas es el total de alimentos repartidos al año entre 25.700 beneficiarios, distribuidos en 218 asociaciones. Los vascos lideran el ranking nacional de donaciones, con 0,75 kilos por habitante.
7 kilos pesa la cesta básica, que incluye pasta, leche, legumbres, aceite, cereales o potitos. Hay una entrega al mes de congelados y semanales de fruta y verdura.
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