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Borja Monreal es el fundador de la ONG Sic4Change, especializada en el empleo de la tecnología para mejorar la calidad de vida de ciudadanos de países en vías de desarrollo. Se acercó la semana pasada a Bilbao a explicar algunas iniciativas llevadas a cabo en ... Angola, Uganda y Mauritania.
- ¿Cómo puede la tecnología mejorar países en desarrollo?
- La clave es pensar el problema específico a solucionar. Al identificarlo, es cuando nos planteamos qué rol puede jugar la tecnología. Hay algunos en el ámbito comercial que podrían solucionar la vida de muchas personas, pero que no se usan para ello.
- Póngame un ejemplo.
- Los videojuegos. Los sistemas de identificación corporal que utilizan pueden ayudar a prevenir la desnutrición. Necesitamos girar el barco para que el conocimiento salve vidas.
- Sin embargo, parece que se camina en sentido contrario.
- Ese barco puede tardar en moverse una generación entera o una conversación. Tecnalia nunca había pensador en impulsar proyectos contra la desnutrición infantil hasta que contactamos. Ahora, gracias a una aplicación que hemos diseñado, ayudamos a prevenirla. Pagamos a jóvenes de comunidades de países en desarrollo para que, a través de nuestro sistema de gestión, diagnostiquen casos a tiempo.
- ¿Cómo se evita actuar en lugares tan remotos desde el paternalismo europeo?
- La relación tiene que ser horizontal, nosotros no entramos para enseñar nada. Vamos con lo que sabemos, pero necesitamos el 100% del conocimiento local. No tenemos expatriados, todo el personal que trabaja allí es local. La clave para mí es cederles la toma de decisiones, es entonces cuando se genera la horizontalidad.
- ¿Qué impacto provocamos los europeos en estos lugares cuando vamos por razones de ocio?
- De forma positiva y de modo negativo. Debemos fomentar un turismo que se genera en las propias comunidades, donde son las personas que viven allí las que gestionan sus propios recursos. Genera empleos y pone en valor la cultura local. Hay otro modelo en el que el dinero se queda fuera y se perturba completamente la idiosincrasia de la cultura local. Cuando nosotros implantamos un proyecto apostamos por poner en valor esa cultura indígena a través de aplicaciones que fomenten paquetes alternativos.
- Pero la llegada de turistas extranjeros también puede derivar en que las comunidades dejen sus actividades tradicionales para dedicarse al turismo.
- Sí, pero nosotros no podemos tomar decisiones por ellos. Sería paternalista decirles qué tienen que hacer. En Occidente nos debemos centrar en ser habilitadores del cambio que ellos quieren fomentar, pero con nuestros límites.
- Imagino que no será lo mismo trabajar problemáticas como la turistificación o la desnutrición que otras como la violencia de genero, ya que muchas veces se niega su existencia.
- Por ello es fundamental incidir en los procesos de sensibilización. En Centroamérica, donde trabajamos con un grupo de mujeres indígenas, la mayoría de gobiernos niegan su existencia. Ellas mismas nos explican que en muchos lugares se ha normalizado. Nosotros las apoyamos tanto con aplicaciones para impartir formaciones adaptadas a su idioma como con aquellas preparadas para actuar ante un caso.
- ¿Qué riesgos puede implicar la introducción de la tecnología para el mantenimiento de las culturas locales?
- Muchísimos. Es una tecnología para el cambio, pero no es el cambio, de ahí la importancia de que tenga unos condicionamientos éticos. Está entrando en todos sitios y no podemos controlar cómo se usa, pero sí apostar por destinarla a satisfacer necesidades.
- ¿Qué futuro le espera a la cooperación internacional?
- Debemos caminar hacia un futuro en el que cada vez se busquen más relaciones horizontales y que los países empobrecidos tengan más capacidades para tomar decisiones. Sin embargo, vemos un modelo en el que los fondos disminuyen progresivamente y se vinculan más a los intereses que a la necesidad.
- ¿Cómo se convence a unas sociedades europeas cada vez más individualistas de la necesidad de invertir en ello?
- Hay muchas vías, principalmente la de la justicia. Del mismo modo que un niño en Bilbao necesita una educación, la merecen en otros lugares por el hecho de ser ciudadano. Pero también hay una razón utilitarista: cuanto más capaces seamos de que los países de nuestro entorno crezcan de manera igualitaria, menos conflictos tendremos.
- Habrá quien lo enfoque por el que 'cuanto mejor estén allí, menos vendrán aquí'.
- Pero los datos demuestran que eso es mentira. La cuestión no es frenarlas, sino aprovechar que ocurra impulsando acuerdos de movilidad para trabajadores. En España necesitamos que vengan 300.000. ¿Qué sentido tiene que les facilitemos la protección porque huyen de un conflicto pero que no les ayudemos a venir?
- Sin embargo, los discursos contrarios a la migración cada vez calan más en la sociedad...
- El problema es que las migraciones se han convertido en una trampa política. Si somos capaces de desactivar el ruido, podremos plantearnos una legislación positiva. La extrema derecha no puede capitalizar el debate. Pese a esta percepción, en España crece todos los años la población que considera la migración algo positivo.
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