Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
En el refugio de Goriz, en el valle de Ordesa a más de 2.000 metros de altura, cada vez se pasa menos frío. Aunque lo más normal por estas fechas es que para acceder al mismo se necesiten crampones y varias capas de ropa, ... hay quien este inicio de año ha conseguido llegar con botas normales y en pantalón y manga corta. «Una primavera adelantada», explican los responsables del albergue.
Noticia relacionada
13.297 personas
estaban dadas de alta en la Federación Vizcaína de Montañismo a finales de 2023.
«Lo normal es que en estas fechas alojemos a unas 15 personas a la semana. En cambio, las 150 plazas del albergue se están llenando cada sábado y domingo», cuentan. Lo mismo ocurre en el refugio Terenosa, en Picos de Europa. Nunca habían tenido tanta gente en enero y febrero. «Se puede acceder sin raquetas y hacer rutas sin dificultad ni riesgos de sufrir avalanchas», explica Emilio Huerta, su responsable.
En ambos refugios siguen esperando la nieve. Como debería ser normal a inicios de año. Ahora bien, tienen claro que con tormentas, nevadas o sol, el montañismo vasco seguirá acudiendo a sus albergues, pues es una de las principales fuentes de las que beben. Es más, explican que con condiciones meteorológicas adversas, son los vascos quienes más visitan sus albergues. En Terenosa, incluso, se atreven a cuantificar qué porcentaje de su público proviene de Euskadi durante al año: «Más del 60%».
La situación en el refugio de Linza (entre el Pirineo navarro y el aragonés) es similar. Beni Odriozola, guarda del mismo desde hace 20 años, cuenta que tres cuartos de los que se alojan allí son vascos, «que destacan sobre los madrileños o los valencianos, que son los siguientes que más nos visitan». La foto fija es similar en Collado Jermoso: aunque cada vez acuden más extranjeros al mismo (alrededor de un 25%), «quienes más nos visitan vienen de Euskadi y Galicia».
Y es que no hay duda de que el monte, tanto dentro del territorio histórico como fuera del mismo, está de moda entre los vizcaínos. Siempre lo ha estado, pero el estallido de la pandemia y sus posteriores restricciones de movilidad derivaron en que cientos de ciudadanos de la provincia se lanzaran hacia los diferentes macizos del territorio. Así lo confirman la cantidad de licencias de la Federación Vizcaína de Montaña: 13.297 a finales del año pasado. Un 18% más que antes de la llegada del coronavirus a nuestras vidas.
Víctor Ivar, presidente de la Federación, explica que «entre 2019 y el año pasado 1.880 personas se han dado de alta y solo 220 de baja, lo que demuestra que la gente se enganchó entonces continúa». «Sin duda, estar cerca de espacios como Picos de Europa y el pirineo navarro-aragonés es un factor que consolida el tirón del monte en el territorio, aunque sea solo por la motivación de subir un 3.000», cuenta.
Ivar atribuye el arraigo del montañismo en el territorio a los clubes de Montaña. «Hacen la labor de distribuir a los montañeros por distintas zonas y evitar que nos juntemos todos en el Gorbea», bromea. Según cuenta, «aunque la mayoría de vizcaínos no pertenece a uno de estos clubes, todos conocemos a alguna persona inscrita que contribuye a la labor de enseñar nuevos macizos a su entorno».
La secretaria del club baracaldés Arroletza, Rosa Pérez, también ha notado este aumento de la pasión por la montaña: «De media, sumamos 12 socios cada año». ¿Y ha cambiado algo en su perfil? Pues sí, «cada vez se acerca más gente joven. Muchos porque necesitan federarse en algún sitio para conseguir el seguro médico ante el auge de las carreras de montaña».
El guarda del refugio de linza explica que tras la pandemia el perfil del montañero ha cambiado. «Antes parecía que solo podían llegar a cumbres como la Mesa de los Tres Reyes (2.442 metros) alpinistas con experiencia y tampoco es eso. Ahora bien, a veces aparece alguno que sube al monte como si fuera a Benidorm», asegura.
Según explica, este es un perfil que se repite en verano (aunque cada vez acude más por estas fechas debido a la falta de nieve), cuando los menos experimentados bajan la guardia en la montaña. «Muchos no traen ni chubasquero, ni tienen una mínima noción para seguir las señalizaciones sin perderse», asegura. En invierno, en cambio, la preparación es mayor, ante los riesgos que supone la nieve.
Joseba Elorrieta, guarda del refugio de Arraba en el Gorbea, se expresa en la misma línea y reclama formación en los colegios sobre cómo comportarse en la montaña. «No vivimos en un entorno en el que se entienda que es importante reflexionar sobre los peligros la montaña», afirma tras asegurar que «hay gente que se acerca pensando que es una moda y después ocurren desgracias».
Pese a que el montañismo es una actividad históricamente masculinizada, las mujeres van ganando terreno. Mientras entre 2006 y 2015 el número de mujeres federadas se estancó en el 26%, a finales del año pasado esa cantidad aumentó en siete puntos, hasta el 33%. Sin embargo, explica Ivar, «aunque su presencia cada vez es más notoria, todavía siguen sin acceder a los equipos directivos de las federaciones o los clubes de montaña».
Tener clara la ruta, valorar si estamos preparados, disponer de una mochila con materiales ante una emergencia y consultar la meteorología.
Mantener la calma, buscar un lugar seguro e intentar trasladar la coordenadas del sitio a los servicios de emergencia y rescate.
Abrigarse (muchas patologías se agravan al padecer hipotermia) y no dejar que el móvil se quede sin batería.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.