Eduardo Rubio con el característico maillot del equipo rojiblanco. J.U.
Bilbaínos con diptongo

Un Athletic sobre ruedas

Lunes, 29 de enero 2024, 01:01

Murió en la cama y entre sueños. Lo que no deja de ser curioso, vista su trayectoria. Porque su vida fue un no parar. En estos días en que el Athletic huele a Copa, un servidor ha echado la vista atrás para recordar los días ... de bicicletas rojiblancas. Y ha sido tras la agradable charla con el hijo de Eduardo Rubio, uno de los legendarios corredores de aquel equipo. El que fundó nuestro club, allá por 1924, para sumar una nueva disciplina a las ya existentes. Porque no solo de fútbol se nutre, y se nutrió, nuestra tierra. Así nos lo confirma Eduardo hijo, que entre otras cosas heredó de su padre el nombre y una sobria visión de las cosas. Se siente orgulloso de su progenitor. Y se nota. Pero no alardea, como tampoco lo hizo él. Y viene a ser la mejor metáfora de lo que sucedió con aquél equipo. Nació, dejó su impronta y desapareció sin hacer ruido. Quedan los ecos. Y los vamos a recordar a través de la vida de Eduardo Rubio Ibarguen.

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El origen de los Rubio hay que fijarlo en Babia. El padre del que acabaría siendo ciclista llegó a Bilbao y ejerció como practicante, sobre todo en el sanatorio de San Vicente. Eduardo vino al mundo en 1902. La residencia familiar, su madre pertenecía a la respetada familia Ibarguen, estaba en Ciudad Jardín. Así que se acostumbró muy pronto a subir y bajar cuestas. De hecho sus primeros triunfos los logró con la goitibera. En aquellas carreras, organizadas por Antxon Bandrés, solía ser de los más rápidos bajando por Zabalbide. Cuentan que no tenía miedo a nada. Nunca frenaba, si podía evitarlo. Y lo mismo hizo después sobre la bicicleta. Pero no corramos y sigamos caminando por su vida. Rubio estudió Facultativo de minas y, precisamente en su época estudiantil, fue cuando adquirió la primera bicicleta y empezó a pedalear. Era 1915. Pero como había que hacer las cosas con fundamento, formó parte de la incipiente Sociedad Ciclista Bilbaina, donde llegó a ser presidente.

En 1919 llegaba su bautismo en una carrera. La organizó el Club Deportivo. La primera victoria la logró en la Bilbao-Llodio-Bilbao. Y hubo más. Hasta que el 13 de marzo de 1924, este año se cumplen 100 años, entró a formar parte del equipo del Athletic Club. Aquel jersey blanco, con franja roja horizontal en el pecho y el escudo en medio, empezó a verse por las carreteras y recogiendo triunfos. Eduardo Rubio, y otros como Cesáreo Sarduy, Domingo Gutiérrez, Francisco Cepeda o Barruetabeña, forjaron un equipo de laureles. 1925 fue el año de más éxitos, con victorias de Gutiérrez en la Vuelta a Gipuzkoa o de Sarduy en la Bicicleta Eibarresa. De Rubio todavía recuerdan su triunfo en Getxo, por la forma de lanzarse a tumba abierta. Eran otros tiempos. De hecho Cepeda, que había sido campeón de Bizkaia en velocidad durante sus años en el Athletic, murió en 1935 disputando el Tour de Francia. Rubio por entonces pasaba más tiempo en su trabajo, como técnico del puerto y dragando la ría, que sobre la bicicleta. O las motos.

Porque, junto al legendario Luis Bejarano, Fernando Aranda, Alejandro Arteche y Fernando Ripalda entre otros, también fue un fenómeno sobre las motos. Su Velocette tenía menos potencia que las Douglas o las Rudge, pero en las curvas imponía su ley. Ya ven que hablamos de gente multidisciplinar. Y discreta. Eduardo hijo no recuerda a su padre alardeando de sus gestas. Tampoco el resto lo hicieron. Quizá sea parte de la razón por la que esa faceta del Club sea tan poco conocida. En 1929, cerrando década, el maillot athleticzale se guardaba para siempre. La apuesta económica del Club por potenciar el balón y la profesionalización del ciclismo, que exigía más esfuerzo e inversiones, aceleraron su adiós. Lo que no significa que debamos olvidarlo. Todo lo contrario. Por eso hemos llamado a Eduardo Rubio. Para recordar la figura de su padre y la de aquellos centauros que recorrían caminos y carreteras luciendo, con orgullo, fe y poderío, los colores rojo y blanco de nuestro amado Athletic.

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