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Una intensa humareda, el olor a madera quemada y una banda sonora de gritos despertaron a las cuatro y media de la madrugada de ayer a los vecinos del número 10 de la calle Gimnasio, en Bilbao La Vieja. Se trata de un inmueble con ... solera de planta baja y seis alturas, sin ascensor. Un incendio dejó un herido muy grave. Se originó en el bajo, donde reside Mariano, un vecino de 43 años que vive desde hace décadas en ese apartamento. Los vecinos aseguran que prendió el cigarro que fumaba cuando se quedó dormido, un extremo que no fue confirmado oficialmente por el Ayuntamiento. Las llamas se apoderaron enseguida de la humilde vivienda. No se recuerda otro suceso similar en el edificio.
Yolanda, del segundo, fue de las primeras en enterarse de que algo extraño sucedía. Quien llamó a los Bomberos «fue el de la cristalería». «Siempre reviso toda la casa antes de irme a dormir. Estaba en la sala y olía mucho a quemado, bajé y empecé a gritar para avisar». Ángel Barrul, del mismo piso, echó la puerta abajo para sacar a Mariano junto a otros dos hombres. «Lo hicimos a patadas». La puerta cedió, y una abrasante humareda les hizo retroceder. «Nos quemábamos del del calor que salía. Luego justo llegaron los bomberos y entraron. Lo sacaron como pudieron y lo reanimaron. Salió casi muerto, si no llegamos a abrir se muere ahí dentro ahogado».
Fueron llamando a todos los vecinos, pero «la señora del tercero se quedó en casa, en el balcón, porque es muy mayor y no podíamos bajarla». El hermano de Mariano, que vive en el bloque de enfrente, trató de entrar en la vivienda, pero se lo impidieron. Fue atendido por los nervios. «Le avisamos y quería entrar por la fuerza en la casa a por su hermano, pero la Policía se lo impidió, le calmó y se iría al hospital».
Los Bomberos sacaron insconsciente a la víctima de la vivienda. Informaron después que se encontraba estable dentro de la gravedad. En un primer momento fue trasladada a Cruces para su valoración e ingreso en la Unidad de Quemados, pero finalmente fue hospitalizada en Basurto, porque no tenía lesiones cutáneas. Al parecer, sigue un tratamiento por algún transtorno.
Antes, todo el edificio fue desalojado. En el momento del suceso, además de la víctima, había otras ocho familias en el interior. Aunque hay trece viviendas, algunos pisos, como uno del banco que está protegido con una puerta antiokupa, estaban vacíos. Los residentes de las plantas superiores apenas podían ver las escaleras por las que bajaban de todo el humo que había. A sus pies se abría un enorme agujero negro.
Algunos descendieron protegiendo sus vías respiratorias con toallas mojadas. «Había mucho humo y teníamos que ir con la cara tapada. No se podía ni respirar», explicó Odorico, otro joven vecino. «Tuvimos que bajar con una toalla mojada en la cara. El humo trepaba por el hueco de la escalera, lo envolvía todo y no se veía nada. Estuvimos en la calle hasta las cinco y media de la mañana y después, los Bomberos nos volvieron a acompañar a casa para ver si estaba todo bien. Yo suelo madrugar mucho, pero solo el olor a madera y a colchón quemado era capaz de despertarte», exponía Servando Gabarre, que lleva más de tres décadas viviendo en el tercero. La señora de 90 años que pasó los momentos más críticos de la velada en el balcón fue atendida en su casa, pero ayer se encontraba mejor que su hijo Rafa, de 48. Afectado por una enfermedad pulmonar, rechazó ser trasladado a Basurto para quedarse con ella.«De madrugada me pusieron una mascarilla de oxígeno y me querían llevar, pero dije que no por no dejarla sola». Un médico le atendió a las ocho y media de la mañana. «Le he llamado porque tenía carbonilla en la boca y me ha abierto los bronqueos». El inmueble, que tiene la luna del portal rota, todavía olía a chamusquina al mediodía. Y los vecinos seguían con el susto en cuerpo tras la mala noche. Fuera, varias patrullas mediaban con otros habitantes del barrio.
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