Se han convertido en instalaciones tan frecuentes que apenas se repara en su singularidad. Ya son elementos característicos de Bilbao, que forman parte de su identidad y de su patrimonio. La culpa es de la orografía caprichosa de la urbe por la expansión demográfica que ... vivió a mediados del siglo pasado, cuando miles de personas que huían de la miseria de los campos encontraron trabajo en la pujante industria local. Entonces se construyeron, a todo correr, barriadas enteras por pendientes increíbles para acoger a la avalancha de obreros. Ahora conforman los denominados barrios altos de Bilbao, que, al contrario de lo que su nombre sugiere, son los más populares. Y allí residen un gran porcentaje de vecinos mayores, con cada vez más problemas para subir las cuestas que hace tiempo trepaban sin dificultad.
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Esa herida histórica de accesibilidad trata de remendarse desde hace años con la instalación de elementos mecánicos. Infraestructuras de cohesión que acercan los barrios al centro, que «igualan» a la gente y facilitan mucho las cosas. Todos, gratuitos, funcionan las 24 horas – aunque no siempre fue así–y disponen de videovigilancia, aforadores, sistemas de climatización...
El Ayuntamiento se inspiró en los elementos que ya funcionaban –el funicular, que vive ahora una etapa dorada por el auge del turismo, data de hace más de un siglo, mientras que el primer ascensor se estrenó en 1935 en Solokoetxe abriendo el paso a los de Begoña y La Salve– e inauguró el primer elevador gratuito en el barrio de Betolaza en 2007. Después fue un no parar. La ciudad cuenta hoy, 17 años después, con 72 elementos de este tipo para salvar las cuestas, además de con 20 rampas y escaleras mecánicas.
La sociedad municipal Funicular de Artxanda es la que gestiona ahora todas estas instalaciones, que cerrarán el año con más de 20 millones de usuarios. Algunas, como el elevador de Arangoiti, salvan 30 metros de desnivel. Aun así, el elevador que comunica la plaza del Funicular con la plaza Moraza es el más utilizado de Bilbao (547.000 usuarios al año) y nadie lo diría. Se accede a él por la misma boca por la que se toma el 'funi' y se gira a la izquierda. Está como camuflado. Al utilizarlo, los vecinos acortan en entre siete y diez minutos su desplazamiento a la parte baja del barrio, donde están la mayoría de comercios. «Antes bajaba por Tiboli y ahora lo uso de dos a cuatro veces al día, Es muy útil y cuando se estropea, la gente mayor se contraria, porque les toca dar una gran vuelta», relata Eugenio Pedrosa, que nació en Llerena pero fue trasladado a Bilbao hace más de cuatro décadas por su empresa, Renfe, y reside en Artasamina desde que la calle no era calle, si no un camino de tierra sin asfaltar. Los vecinos aseguran que, cuando falla, lo nota hasta el Eroski, a donde bajan en él hacer compras.
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Masustegi. Un elevador inclinado similar a un 'funi' salvará 90 metros de desnivel. La obra finalizará antes de verano por 4,5 millones. Además, se han reservado 628.745 euros para otro ascensor en la calle Lezeaga. Salvará un desnivel de 9,24 metros y tendrá dos paradas. Saldrá pronto a concurso.
Zurbaranbarri. Dos ascensores en el barrio de Zurbaranbarri (1,7 millones) están en construcción. Salvarán 7 y 8 metros de desnivel.
San Adrián. Junto a la ikastola Urretxindorra, salvará un desnivel de 7 metros por un millón de euros entre Miribilla y San Adrián. En construcción.
Rekalde. Entre la calle Moncada y la carretera Rekalde-Larraskitu. 706.140 euros. En construcción desde julio.
San Francisco. Unirá la Plaza de la Cantera y la calle Concepción por 3 millones. En obras.
Iturribide. Conectará Iturribide con la calle Fika. Empezará en unas semanas. La inversión es de 972.500 euros.
Bolueta. Conectará el barrio de San Joaquín y la Avenida Miraflores. En licitación. Costará unos 1,24 millones.
El segundo más usado, mientras, es el que une la plaza Rekalde con Artazubekoa. (437.000 usuarios al año). Salva 20 metros de desnivel que fueron la pesadilla de muchos vecinos durante décadas. «Este es de los primeros, lo hizo 'el Azkuna'. Lo usamos a diario porque si no hay que subir más de 30 escaleras y una rampa. Cuando se estropea me mosqueo que no veas», asegura Charo Muñoz. «Lo necesito bastante y lo uso al menos dos veces al día», confiesa María Jesús Sánchez, de 79 años, que camina apoyada en un bastón y en una muchacha, pendiente de una operación de rodilla. «Por suerte lleva tiempo sin estropearse», agrega.
Según reconoce el edil del área de Obras y Servicios del Ayuntamiento de Bilbao, Kepa Odriozola, la capital vizcaína es la ciudad del mundo con más elementos de movilidad vertical de este tipo por habitante. Es porque dos tercios de la ciudad tienen desniveles.
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Un argumento que les sirvió para acudir a dos convocatorias de los fondos europeos Next Generation y salir con más de quince millones debajo del brazo para acometer más elevadores. «Estas instalaciones se han convertido en una prioridad para nosotros por su beneficio social», señala. En el futuro, está previsto que el Consistorio obtenga la titularidad del de Begoña para darle nuevos bríos. Odriozola explica que «desde que Juan Mari Aburto llegó a la alcaldía en mayo de 2015 se han triplicado el número de ascensores en funcionamiento y en marcha». Hay otra decena en ejecución o en licitación en la que se invertirán unos 13,8 millones. Es decir, el próximo año habrá 81 ascensores gratuitos en la ciudad. Entre los proyectos en marcha, es particularmente singular el elevador inclinado que se construye en Masustegi por 4,5 millones para salvar 50 metros de desnivel entre los números 37 y 111.
Recorrerá 90 metros lineales un ritmo de 1,6 por segundo y tendrá capacidad para 25 personas. Se cacula que las obras finalizarán en mayo o en junio, permitiendo llegar hasta Kobetamendi en un suspiro y acercando, también, a todo el mundo las privilegiadas vistas de este balcón de Bilbao.
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