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«Yo ya había estado, pero mi marido no. Nunca había visto Bilbao desde tan alto y es impresionante, aunque sea pagando». Silvia Muriel y su compañero han tenido el privilegio de atisbar su casa –viven en la capital vizcaína– desde 115 metros de altura. ... Est sábado se inauguraba el mirador de la planta 25 de la torre Iberdrola y por primera vez lo podía visitar el gran público tras pagar una entrada de 9 euros, 6 euros para menores de doce años, mayores de 65, familias numerosas y estudiantes con acreditación. Se abrirá de 10.00 a 19.30 horas los sábados, domingos y días festivos, como prueba piloto durante seis meses.
«Parece que estás viendo una maqueta. Mira el 'Puppy', es una miniatura y las traineras, la gente en la ría...», repasaba Silvia a través de la cristalera, que ofrece una visión de 360 grados de la ciudad. La pareja había salido a dar un paseo y al toparse con la torre improvisaron y subieron al rascacielos. Encima, «hace un día buenísimo, despejado» y no había colas. «Hay una entrada constante de gente, han pasado ya 30 o 40 personas», apuntaba una portavoz del edificio.
Subir en uno de los 22 ascensores del coloso, la punta del skyline bilbaíno, también supone una experiencia. En un abrir y cerrar de ojos, en cuestión de segundos y sin haber pulsado ningún botón, el elevador deposita al visitante en la planta 25 de 41. Por encima todavía hay unas cuantas.
Pero sobre todo está pensado en los turistas, que cada vez recalan más en Bilbao. Como Francisco Grimau y María Inés Palarea, argentinos de la localidad de San Isidro, cercana a Buenos Aires. «Somos nietos de españoles», compartían. La pareja está pasando tres días en la ciudad del Guggenheim en una escala entre París y Santander, donde la mujer tiene parientes.
Están alojados en el hotel Nervión y en la oficina de Turismo les aconsejaron esta visita. «La torre fue un regalo, no contábamos con ello», explica Francisco, enamorado de los encantos de nuestro bocho. «Vinimos hace 12 años y ha cambiado extraordinariamente. Ahora hay una gran movida cultural». El hombre, con movilidad reducida, reposaba en un moderno andador después de jornadas maratonianas en las que han visitado el mercado de la Ribera, que le hacía especial ilusión, el Casco Viejo, la catedral, el teatro Arriaga o la estación de Abando. En total 10.800 pasos, según una aplicación, «casi siete kilómetros, que para alguien con problemas para andar es muchísimo».
«Estamos fascinados con Bilbao, nos gustaría quedarnos», admitía, antes de proponerse regresar otro año en junio para compartir la celebración por el cumpleaños de la villa. Francisco solo pone dos pegas. Una, que «debería haber en la puerta un cartel que advierta de que el edificio ha sido diseñado por el arquitecto argentino Peli». Propone además que, como en otros mastodontes turísticos como la torre Eiffel, haya indicaciones de qué es cada edificio (Universidad de Deusto, museo Guggenheim...)
La torre bilbaína se inauguró en 2012 y empezó a construirse en 2008. Una exposición fotográfica incluye imágenes del proceso y otras en las que se observa la evolución de la ciudad, en la que casi lo único que sigue fiel desde los 80 ha sido «el curso de la ría y el puente de Deusto». El resto se ha llenado de «arquitectura de autor».
Koldo leyó este viernes la noticia en el periódico y junto con su pareja, Cristina, también se acercaron a curiosear. «Está genial, un poco caro la verdad», reprochaban. No obstante, tienen pensado recomendarlo y regresar «con mis hermanos», anunciaba la mujer. Les impresionó «lo pequeñito que se ve el parque de Doña Casilda».
En la parte interior del pasillo se exhibe una gigapanorámica de Bilbao tomada desde el monte Arraiz. Como curiosidad, en realidad está formada por 278 fotos tomadas por una cámara fotográfica con un software diseñado por la NASA para sacar imágenes de Marte.
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