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«40 años de bombero y nunca vi fuegos así»
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Cuatro sargentos del parque de Bilbao ayudan a apagar la ola de incendios forestales de Portugal, donde han muerto cuatro bomberosHe visto muertos, decapitados... Estuve en el accidente del monte Oiz, pero de Portugal he vuelto tocado, marcado por los llantos. Físicamente ha sido duro, ... pero emocionalmente, peor». Agustín Moreno acaba de terminar la guardia de 24 horas en el parque de Bomberos de Bilbao, justo después de volver de Coímbra. Han tenido más de 20 intervenciones. Ha sido intensa, pero «aún sigo en Portugal». «No me lo puedo quitar de la cabeza. Me vienen flashes», repite. Revive escenas que no le ha dado tiempo aún a asimilar.
Él y otros tres sargentos de los Bomberos de Bilbao, Orlando Martins, Juantxu Camiños y Félix Barriocanal, viajaron el domingo 15 de septiembre en furgoneta al parque de Tábua, a hora y media de la frontera con Salamanca. Iban a completar un curso de formación de gestión operativa de incendios forestales. «En Bilbao no tenemos ese tipo de fuegos. El último fue el año pasado en Berango. Acudimos de apoyo a los Bomberos de la Diputación. Pero allí son de pantalón largo». No han podido recibir ni una sola clase teórica, pero han aprendido más de lo que se hubieran imaginado porque lo tuvieron que vivir en carne propia. «Llevo 40 años como bombero y nunca había visto fuegos así. Parecía un soplete de brasas», compara.
Nada más llegar, al día siguiente, lunes 16 de septiembre, a las ocho de la mañana se pusieron en marcha para ayudar en la extinción a sus compañeros portugueses. Innumerables focos arrasaban bosques y una zona montañosa, con viviendas y pequeñas poblaciones desperdigadas. «De lejos se veían columnas de humo y poco a poco nos fuimos adentrando. Yo no fumo, pero no dejé de tragar humo».
A partir de ese momento, «estuvimos 36 horas sin dormir. Borrachos de acción», recuerda. Les daban bolsas con comida, sobre todo hidratos de carbono (arroz y pasta) para mantener la energía. Y no recuerda haber tenido sueño. La adrenalina le mantuvo activo. Cuando pudieron descansar, «tenía los ojos como un besugo, irritados. Y eso que llevábamos verduguillo y casco con gafas especiales». Al posar la cabeza sobre la almohada, cayó rendido. El miércoles 18 de septiembre «bajó la intensidad» y el viernes 20 de septiembre se desactivó la alerta roja.
Formaban parte de un auténtico ejército de hasta 7.000 bomberos de todo el país luchando contra un enemigo incansable. El fuego ha calcinado unas 124.000 hectáreas y se ha llevado la vida de siete personas, cuatro de ellas bomberos. «Además, eran de nuestro sector», entre ellos dos mujeres. «Uno era el hermano del comandante del parque de Bomberos de Oliveirinha y otra, su cuñada». «Quedaron atrapados y el fuego les cercó».
Eso ha sido «lo más triste». Estuvieron en la capilla ardiente, donde «nombraron uno a uno a los fallecidos mientras todos gritaban 'presente'». Agustín no puede olvidar el «desgarro» de dolor entre los familiares y compañeros y los abrazos de agradecimiento. «Nuestro uniforme es muy distinto al de ellos, amarillo y negro, y pone Suhiltzaileak en la espalda. No lo entendían y les teníamos que explicar que 'su' es fuego, 'hil', muerto ....». Los exterminadores del fuego.
«Nuestra misión era defender personas y casas e intentar hacer una burbuja. Pero el fuego te pasaba por encima», admite. Y entonces se veían obligados a evacuar a los vecinos. «Había señoras que te venían a pedir ayuda para que su casa no se quemara. Ibas de un lado a otro. Te volvías loco».
A Agustín le ha impresionado «la maravillosa gestión que hacen del agua porque en los camiones sólo entran 2.000 litros». «Lo que funciona bien son los medios aéreos. Había un río al lado y el helicóptero cargaba y vertía». Y que «hacen cortafuegos, provocan incendios para contener porque si está quemado ya no puede prender. Eso sólo pueden hacerlo especialistas porque se te puede ir de las manos». También han descubierto que el madroño «es como un soplete, arde más que un eucalipto o un pino y genera ceniza blanca en lugar de negra».
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