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Iñaki Azkuna. Bernardo Corral
Bilbaínos con diptongo

25 años del alcalde Azkuna

Lunes, 10 de junio 2024, 01:06

El sol golpeaba Bilbao como un boxeador a su viejo saco. Sabiendo dónde duele. 14 de junio de 1999. Primer lunes tras las elecciones municipales. El arranque del mandato de Iñaki Azkuna. Su traje de alpaca apenas podía retener el sudor que brotaba ante el ... impasible termómetro. Y de alguna manera era una metáfora. El preludio de años calientes en la política general y en la municipal. Sumar para gobernar resultó complejo y largo. Hasta que el acuerdo con el partido de Gorordo, que se sumaba al logrado con EA, empezó a suavizar el empedrado.

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Para eso se necesitaron años en los que no había forma de aprobar los presupuestos. Ese primer día ya se dieron cuenta de que aquello era diferente a Osakidetza, el lugar del que procedían. Hablo en plural porque parte de los datos nos los aporta José Luis Sabas, que estuvo a su lado desde el principio. Recuerda esa mañana, sentados en aquel incómodo tresillo del despacho del alcalde, cuestionándose qué demonios hacían allí. Porque gobernar Bilbao no era cosa sencilla.

El verano estaba cerca y con él nuestra Aste Nagusia. Acababan de llegar y tenían que cerrar temas como la programación del Arriaga en esa semana. Vía Cornejo, lograron contratar el musical 'Chicago'. Parecía que empezaban a atisbar un horizonte menos oscuro. El 8 de agosto llegaba Andoni Aldekoa, que supo encauzar la figura de Azkuna hasta convertirla en un alcalde de proyección internacional.

El actual responsable de EITB confiesa que fueron varios los pilares para lograr surfear la inicial y complicada situación. La primera era reducir, todo lo posible, su presencia en los medios. De esa forma evitaban meterse en charcos de política general. Iban a hablar de farolas y solo les preguntaban por el 'plan Ibarretxe'. El segundo consistió en caminar por los barrios. Nuestra villa es un universo de planetas con su propia atmósfera.

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Hay otro detalle que resultó clave. A Azkuna le encantaba ser alcalde. Lo disfrutaba. De hecho, raro era el día que no comiera en el edificio consistorial, junto a su círculo más cercano. Ensaladilla y merluza albardada, que les traían del Alisas. Cuenta Sabas con retranca, y evidente cariño, que el alcalde era de los de la 'Virgen del Puño'. Lo que viene siendo persona poco dada a gastar mucho. Vicios los justos y compras las necesarias. Bien lo sabía su entorno. Como la semana en la que le pintaron el despacho y le cambiaron un sofá, aprovechando que estaba siendo operado fuera.

Luego estaba aquel carácter, por el que era odiado y amado a partes iguales. O no. Porque, según pasaron los años, sumaba adeptos y acababa arrasando en las elecciones y convenciendo a sus rivales. Cuenta Sabas que le costó dos años pillarle el pulso al cargo. Y Aldekoa advierte que recordamos al Azkuna de 2003 en adelante, pero que antes hubo un largo peregrinar por el desierto de la política más árida.

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Pero tanto cuando la cosa iba bien, como en los días grises, Iñaki escribía sin parar. Sobre todo los fines de semana. A mano y aprovechando los márgenes. No había hueco para la improvisación si se trataba de discursos. En cuanto al ocio, la música clásica era su pasión. Nada que no se sepa. Era lo único que se escuchaba en el coche del alcalde.

Ordenado y puntual

De beber, poco. Preferentemente txakoli por la calle y en casa, sentado en la terraza y con amigos, un buen tinto. Como manía más destacada estaba el orden, casi enfermizo, y la estricta puntualidad. Son pinceladas de un ayer que hoy recordamos al mirar el calendario. Porque hace 25 años, en una semana como esta, Azkuna subía por primera vez las escaleras del Ayuntamiento para arrancar su vida como edil.

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Y nadie, ni siquiera él, podía imaginar lo que vendría después. Los años de un alcalde que acabaría dejando una profunda, imborrable y larga huella.

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