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Bizkaia afronta el sprint final de la vendimia con cierta preocupación e incertidumbre. Aunque todavía no hay datos concluyentes, se prevé una reducción del 20% ... en la producción, aunque las vides muestran «salud y calidad excepcional». Debido a las condiciones climáticas en la fase de maduración, con menos horas de sol de lo habitual, la recogida de la uva comenzó con quince días de retraso respecto al año anterior. Andoni Aretxabaleta, representante de la Comisión Técnica del Consejo Regulador de la DO Bizkaiko Txakolina y bodeguero de Magalarte Lezama e Iñaki Suárez, director técnico de la DO Bizkaiko Txakolina, señalan que ha sido un año «difícil».
En la bodega Magalarte Lezama ya se percibe el olor a «uva hirviendo». El trabajo de campo ha finalizado y ahora las máquinas ya están a punto para fermentar los vinos. Apenas quedan los últimos racimos de uvas en el viñedo y las hojas de la vid van del verde al más marrón. Es la estampa que refleja el final de la vendimia. Este año, el clima atípico, un péndulo constante entre temperatura, lluvia, humedad y sol, ha influido en la producción desde el inicio de la brotación. «En términos generales hemos tenido poca luz y radiación solar, que resulta algo importantísimo para las plantas. Cuando detectan que no hay luz, se olvidan del fruto, y ha sido uno de los problemas principales. Mayo y junio han sido fríos y lluviosos. Y en septiembre ha pasado lo mismo, por lo que el ciclo se ha alargado hasta estas fechas; todavía no hemos terminado», cuenta Aretxabaleta.
¿Y cómo combatir el clima? «Se podrían buscar altitudes que permitan mayor iluminación y un carácter de frescura, suelos más vaporosos… hay muchas estrategias para afrontarlo, pero la naturaleza siempre ha sido un factor de incertidumbre. Es precisamente lo que hace que el vino no sea un refresco; no se puede elaborar de forma matemática. Cada añada es distinta, por eso resulta mágico», matiza Suárez.
La campaña de este año ha sido más larga, y los expertos explican que ha tenido consecuencias negativas. «Las personas viticultoras han tenido que estar durante todo el ciclo vegetativo observando cómo iba la viña. Como el proceso ha sido más largo, los costes han subido, porque el trabajo es mayor», aseguran. La bodega Magalarte Lezama ha contado con un equipo de 16 personas que han dedicado ocho horas diarias a trabajar durante los 14 días de recogida. Las uvas Hondarrabi Zuri y Beltza han sido un poco más verdes que en años anteriores. «Nos van a dar vinos con un carácter fresco. Seguramente, dentro de unos años abriremos unas botellas de calidad. La acidez nos da ese carácter vivo; es un factor claro de nuestra singularidad», expone Suárez.
El sector txakolinero ha experimentado una evolución constante. En la actualidad agrupa a 36 bodegas y 14 productores de uva con marca propia y 172 viticultores están adscritos a la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina. Aunque la mayor parte de txakoli se vende en Bizkaia y España, exportan entre un 4% y 5% a países como Japón o Estados Unidos, entre otros. Por otro lado, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Bizkaiko Txakolina avanza hacia la sostenibilidad. Desde 2023 desarrolla junto a la Diputación Foral de Bizkaia el proyecto para la reconversión medioambiental del viñedo en Bizkaia. Esta iniciativa investiga las herramientas de adaptación al cambio climático y el equilibrio de las viñas en tres líneas de trabajo: Control Fitosanitario, alternativas en la gestión de la cubierta verde y en sistemas de conducción de viña.
La bodega Magalarte Lezama lleva 120 años dedicándose a la producción de txakoli. Como experto en la materia, Aretxabaleta explica que el secreto está en la viticultura. «Para mí supone el 95%. Creo que todos los viticultores de Bizkaia queremos que los viñedos vivan cientos de años, y estamos involucrados en cuidarlos y en que nos den la mejor calidad. Tenemos conocimientos y herramientas para transformarlo, pero lo más importante es la materia prima», asegura.
A la espera de conocer las cifras definitivas, Aretxabaleta y Suárez presentan cierta inquietud. «En casa nos hemos desfondado para poder sacar adelante el negocio. Ha sido un año muy difícil que ha situado al sector en un punto de incertidumbre y de preocupación». Eso sí, a pesar de los obstáculos, tienen claro que hay que seguir trabajando: «Tenemos un patrimonio que hay que cuidar», concluyen.
El sector txakolinero ha experimentado una evolución constante en los últimos años. En la actualidad agrupa a 36 bodegas y 14 productores de uva con marca propia, y 172 viticultores están adscritos a la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina. Aunque la mayor parte del txakoli se vende en Bizkaia y España, exportan entre un 4% y 5% a países como Japón y Estados Unidos, entre otros. Por otro lado, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Bizkaiko Txakolina está tratando de avanzar hacia la sostenibilidad ambiental. Desde el año pasado desarrolla junto a la Diputación Foral de Bizkaia el proyecto para la reconversión medioambiental del viñedo en el territorio. Esta iniciativa investiga las herramientas de adaptación al cambio climático y el equilibrio de las viñas en tres líneas de trabajo diferentes: control fitosanitario, alternativas en la gestión de la cubierta verde y en sistemas de conducción de viña.
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