Ángel Echevarría Cordón tenía 20 años y una vida por delante cuando desapareció el 6 de octubre de 2015. Han transcurrido «ocho años sin saber nada», viviendo en la «duda», resume su prima Maite, que le acogió y crío al morir su madre de cáncer. « ... Es un caso raro porque no teníamos ni una pista», asegura. La publicación en este periódico de que la Ertzaintza ve «indicios de criminalidad» ha animado a dos personas que le conocían a ofrecer nuevas informaciones sobre los movimientos que realizó en las útimas horas antes de su pérdida. Los investigadores de la Sección Central, que se encargan de las desapariciones, consideran estos datos «una pista fiable» y ya han comenzado a indagar.
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La familia teme que el caso se «archive» al cumplirse los 10 años y han emprendido una nueva campaña en redes sociales y en la calle para intentar dar un nuevo impulso a la investigación. «Hemos empapelado Portugalete y vamos a colocar también carteles con su foto en todo Bilbao». «Sé que Ángel está muerto, pero no vamos a parar hasta encontrar una explicación de lo que ocurrió. Si le han matado, se les ha ido de las manos o fue un accidente. Si es así, ¿dónde está el cuerpo?», se pregunta Maite, que cuenta con el apoyo de su tía y su prima política y de toda la familia, afincada entre Txurdinaga y Otxarkoaga.
«Necesitamos un sitio donde poder ir a llorarle. Dios quiera que me equivoque, que más quisiera yo (que estuviera vivo)». Han creado una plataforma 'Justicia para Ángel Echevarría' en TikTok e Instagram, que está teniendo «más difusión que hace ocho años, cuando no había redes», lo que les anima a seguir. Piden que si alguien puede ofrecerles algún dato, lo comunique llamando al teléfono móvil 601521426. «Nos dan una mínima esperanza y nos volvemos locos. Tiempo para llorar va a haber siempre», se consuelan. Han llegado a ir hasta al centro de internamiento para menores de Zumarraga a preguntar sobre Ángel. El joven «se juntó con malas compañías» y tuvo algún problema con la Justicia, que ya había pagado cuando desapareció. «Estaba limpio».
Su familia cree que no tenía enemigos. «Era alegre y muy familiar. Siempre tenía una sonrisa en la boca. Allá donde iba hacía amigos». Aquel día, «había quedado a comer con un amigo en Portugalete y me pidió dinero para el metro y para un hamburguesa». Salió de casa sobre las doce y media del mediodía y una prima le vio bajando solo hacia Bolueta «y ya no sabemos nada más. Nunca llegó». No llevaba más que unas monedas. Ni móvil ni tarjeta de crédito. Cobraba una pensión de orfandad, pero nunca sacó dinero del banco. Vestía vaqueros, un niqui a rayas y unas zapatillas New Balance. Era delgado y de pelo color castaño.
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«Cuando se iba o se quedaba a dormir fuera, me llamaba desde una cabina y no llamó. No le gustaban los móviles, los perdía». Como no regresaba, contactaron con sus amigos. «Nos decían que si estaba con uno, que si estaba con otro, pero nunca llegó a nada». Presentaron una denuncia en la sede policial de Txurdinaga y luego una ampliación en la comisaría central. «Nos llegaron a decir que estaría disfrutando por ahí de la vida». Un individuo llegó a extorsionarles pidiendo una recompensa. «Al pasar seis o siete días sin saber nada de él, nos pusimos a investigar por nuestro lado. Nos decían muchas cosas, pero en verdad nada». Ahora, confían en que nuevas revelaciones aporten algo de luz y despejen su incertidumbre.
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