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El apretón de manos entre el ingeniero técnico de minas Ignacio Vidal y su compañero Antonio Moragón se produjo exactamente a las 11.21 horas ... del pasado viernes. Vidal tiró del brazo de Moragón, que penetró en la galería desde el exterior a través del pequeño agujero que una máquina perforadora acababa de abrir, en una maniobra que los expertos denominan cale. Ambos se abrazaron de forma efusiva. Arreciaron entonces los aplausos de una veintena de trabajadores que estaban presentes en el interior de la caverna. Fueron 18 segundos de alegría. Uno por cada mes que ha durado la perforación del túnel de Arnotegi, a los pies del Pagasarri. Con casi 2 kilómetros de longitud para cada sentido, este tramo subterráneo es probablemente la pieza más delicada de las tres que, una vez concluidas y ensambladas, darán continuidad a la autopista Supersur hasta la AP-68.
El sencillo acto de cale del viernes supuso un hito en el proyecto de prolongación del vial que aspira a ser alternativa a la A-8. Las obras arrancaron a principios de 2019, con un presupuesto de 200 millones de euros de inversión. Para los ingenieros es una señal inequívoca de que los trabajos van bien y de que se cumplirán los plazos. El corte de la cinta, si todo avanza según lo previsto, llegará en 2023. En principio, la galería de Arnotegi era un punto crítico. Así que uno de los grandes obstáculos del plan está ya encauzado. «Nunca antes en Bizkaia se había hecho una perforación tan singular y costosa para una carretera», explica Miguel Gil, ingeniero de la Diputación. «Para intentar no dañar el paraje natural de Bolintxu, hemos atacado el túnel sólo por un lado, algo que ya hicimos en Seberetxe, pero esta galería es bastante más larga (1.950 metros)». Sólo el tubo de Santa Águeda, ya en funcionamiento, entre Alonsotegi y Bilbao, es un poco mayor (2,2 kilómetros), aunque se hizo por el método tradicional.
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Normalmente, cuando uno horada la tierra con el propósito de abrir un paso franco para coches o trenes, se montan dos equipos que avanzan uno por cada lado y se encuentran a mitad de camino. De esta forma abaratas costes, simplificas la ejecución y reduces plazos. Pero, esta vez, todo el trabajo ha recaído en un único grupo de perforación, lo que añadía una dificultad extra. Recorrer en un todoterreno los 1.950 metros que los obreros le han ganado con tesón a la montaña, día a día, metro a metro, nos lleva unos 7 minutos. Cuando la autopista esté abierta serán poco más de 80 segundos. Al centenar de operarios que participan en los trabajos, les ha costado año y medio ganar esta batalla. Porque lo que sucede en el subsuelo del Arnotegi es una guerra. El hombre contra la roca. La mano contra la piedra.
Para una persona que no entiende de excavaciones, el avance puede parecer que ha sido penoso, casi pírrico. «En un mes bueno haces 100 metros de galería, pero en uno malo, la cosa puede bajar a 30», explica Miguel. La media viene a ser de 4 metros de tajo por jornada, el equivalente al largo de un coche, una minucia si uno lo compara con el progreso en la construcción de una carretera que se hace a cielo abierto.
La tarea en el Arnotegi ha sido ingente. El túnel se ha perforado al estilo austriaco, mediante explosivos, en dos fases bien diferenciadas pero complementarias: avance y destroza. Primero se horada la mitad de arriba de los 7,5 metros de altura que tiene la galería y después se va limando lo que queda debajo. Todo esto hay que hacerlo con sumo cuidado, a pesar de que se han utilizado grandes cantidades de explosivos.
La voladura es casi la operación más fácil. Se introducen los barrenos de dinamita y se detonan. Las máquinas sacan luego las tierras y rocas que se desprenden, que son trasladadas por gigantescos 'dumpers' (camiones que tienen una bañera de 10 metros cúbicos) a la cercana cantera del Peñascal. Esta vieja explotación está abandonada y se está rellenando y revegetando para «generar un menor impacto ecológico». Cuando el túnel del Arnotegi esté totalmente acabado (resta la parte final de uno de los dos sentidos que tendrá la autopista) se habrán removido medio millón de metros cúbicos de vertido. O lo que es lo mismo: 50.000 camiones.
Tarea de hormiga
Sin tregua
Tras la retirada del escombro, llega la operación más compleja. Hay que 'coser' el túnel para evitar desplomes. Para ello se utilizan unos vehículos que parecen arañas. Son los 'jumbos', que cuentan con dos o tres brazos articulados (en función de su tamaño). Con estas 'patas', las máquinas introducen en los laterales, en la roca, los bulones o barras de acero que dan consistencia a la galería. Cada metro y medio se inyectan 18 unidades de este material férrico. Y cada uno tiene 4 metros de largo. Así que si echamos cuentas, el resultado nos depara que se han inyectado en la tierra 41.000 bulones, casi 190 kilómetros de acero para dar estabilidad a la caverna (son 1.900 metros por cada sentido, es decir, 3.800 metros de túnel, por 18 piezas cada metro y medio, por 4 metros el bulón...). Puestas una detrás de otra, las picas llegarían desde Bilbao a Llanes (Asturias).
«Es un trabajo duro y en el que hay que ser tenaz y paciente». El ruido que soportan los operarios es infernal, por la reverberación de la galería. Tienen que desarrollar su labor con cascos u orejeras que aíslan de la contaminación acústica. No es tarea fácil, porque la batalla del Arnotegi se libra en un ambiente de humedad alta, con una gran exigencia física y con una atmósfera que resulta asfixiante para quien no está acostumbrado. Esta pelea tiene lugar a turnos, 24 horas al día, 6 días a la semana. Casi sin tregua.
200 millones es el presupuesto de la ampliación de la Supersur. Serán 38 meses de trabajo. Se espera que la apertura de la nueva infraestructura llegue en 2023. Es un proyecto de la Diputación que, tras dar continuidad a este vial, se propone construir otra gran infraestructura: el subfluvial de Lamiako para aliviar Rontegi.
50.000 camiones transportarán los 500.000 metros cúbicos de roca que está previsto extraer del interior del monte Arnotegi. Los sobrantes serán depositados en la cercana cantera del Peñascal, que será restaurada y revegetada. La ampliación de la Supersur tendrá 4,2 kilómetros y permitirá conectar con la AP-68.
El temor a Bolintxu Buena parte de las obras de la expansión de la autopista están condicionadas por la presencia de un espacio natural muy sensible en el entorno. Grupos ecologistas y de usuarios del monte han denunciado que la carretera tendrá un impacto severo sobre el humedal de Bolintxu. La Diputación asegura que se han tomado todas las precauciones para minimizar la huella generada.
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