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XABIER GARMENDIA
Lunes, 29 de octubre 2018, 11:28
¿Cuál de las dos estampas prefiere divisar en Bilbao un día cualquiera de finales de octubre a las ocho de la mañana? ¿La de la izquierda o la de la derecha? Calma. No es que haya una respuesta correcta y otra errónea, pero es el interrogante que hay que resolver en los próximos meses. Ahora que dejaremos de ajustar los relojes dos veces al año, el debate se centra en cuándo parar de hacerlo. Dicho de otra manera, hay que escoger entre el horario de verano –el que teníamos hasta el sábado– o el de invierno –desde ayer–. En realidad, la controversia no tiene más misterio que colocar las horas de luz donde más convengan porque la oscuridad va a durar exactamente lo mismo. Ahora bien, ¿qué prefiere?
Antes de contestar, vayamos al meollo de la cuestión. El debate es menos escabroso en Bizkaia al estar situada en un punto central del huso horario de la Península y Baleares, y al no abarcar un territorio demasiado extenso. De hecho, hoy ha amanecido tan solo cuatro minutos antes en Ondarroa que en Lanestosa –los extremos oriental y occidental, respectivamente– de la provincia. El desfase entre Mahón y Finisterre, en cambio, ha sido de una hora entera. En cualquier caso, los vizcaínos también sufrirán los cambios en sus carnes. Por ejemplo, adoptar el horario de verano supondría oscuridad a las nueve de la mañana durante cuatro meses al año y que en invierno llegara a amanecer cerca de las diez. Los expertos consultados por este periódico lo tienen claro: eso no tendría «ningún sentido».
Donde más impacto generan los horarios es en nuestra salud. Del estudio de sus efectos se encarga el campo de la cronobiología, que trata de averiguar el tiempo natural de nuestro organismo. La neurofisióloga Lourdes Guerra, experta en esta materia, señala que los ritmos circadianos –una especie de reloj interno– siguen un ciclo natural de unas 24 horas y media, por lo que el cuerpo está obligado a una continua readaptación. «Ese desfase no lo vamos a poder eliminar, pero la luz juega a nuestro favor porque es el estímulo más efectivo. Nos sincroniza», destaca. Así, dice que el horario de verano provoca más trastornos, ya que el sol se pone más tarde y lleva a retrasar el sueño sin que el inicio de la actividad se posponga al día siguiente: «En efecto, nos lleva a dormir menos».
El cambio horario desde La Reineta
La experta advierte del riesgo que conllevaría realizar una parte de la actividad laboral o escolar cuando aún es de noche porque iría en contra del propio funcionamiento del cuerpo. «Somos seres diurnos. Tal vez el horario de verano esté socialmente más aceptado porque nos lleva a pensar en las vacaciones y el sol, pero no se ajusta a nuestra vida cotidiana», plantea Lourdes Guerra. En todo caso, más allá de la adopción de uno u otro sistema, cree necesario un cambio de mentalidad social para avanzar hacia una organización similar a la de otros países de Europa: «Debe ir asociado a otro tipo de concienciación. No puede ser que el horario televisivo de máxima audiencia empiece a las diez y media».
De esa misma circunstancia alerta José Luis Casero, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), que viene impulsando el debate desde hace quince años. «Tenemos a 350.000 menores delante de la pantalla cada medianoche», lamenta. Para él, la cuestión trasciende de los gustos de cada uno e interpela directamente al modelo socioeconómico: «¿Queremos empezar a trabajar y a estudiar cuando aún es de noche?». De esta forma, llama a hacer un debate «en serio» y no dejarse llevar por «caprichos como querer tomarse una cervecita de día a las nueve de la noche». Respecto a su posible influencia en los negocios hosteleros, desestima las consecuencias negativas y recuerda la utilidad de otras medidas polémicas como la ley antitabaco.
El cambio horario en Bermeo
La organización que preside Casero apuesta claramente por el horario de invierno y llama a mirar los pros y los contras en términos anuales. «Por adoptar el otro sistema no vamos a conseguir 'veranizar' el resto del año. Es una cuestión geográfica porque no somos Finlandia ni Ecuador. Tampoco podemos regular el clima», sostiene. Además, llama a derribar lo que denomina como «nacionalismo horario», que lleva a un tira y afloja entre los extremos del este y del oeste. «La Península está muy bien encajada en el huso horario. No vayamos a un sistema diferente por cada ciudad. ¡Qué caos!», exclama.
Según el máximo dirigente de la ARHOE, también se deben adoptar políticas de conciliación para facilitar horarios «más racionales» y adaptar el consumo eléctrico para aprovechar al máximo las horas de luz. En este aspecto, los estudios más recientes han minimizado el ahorro que se produce con el cambio, uno de los argumentos que más se esgrimen para justificarlo. «Hay un ahorro potencial muy pequeño y que depende mucho de los hábitos de cada uno», resalta Iñaki García, técnico de sostenibilidad del Ente Vasco de la Energía (EVE).
El cambio horario en Barakaldo
En su opinión, esa «mínima» diferencia no compensa las afecciones que tiene para la salud y, en términos de aprovechamiento de la luz, el horario de invierno conseguiría un menor consumo energético al coincidir el amanecer con el inicio de la actividad cotidiana. Eso sí, al igual que el resto de expertos, incide en la necesidad de readaptar las costumbres horarias: «La luz natural debe ser la que marque nuestros hábitos diarios. Solo de esa forma podremos hablar de normalidad».
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