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manuela díaz
Domingo, 23 de junio 2019
Los trece años que lleva dirigiendo el 'Akelarre' no han sido suficientes para calmar la emoción que Ima Garrastatxu siente con solo oír la voz en off del espectáculo del grupo de danza Kriskitin que este domingo se representó por primera vez en Durango. Impulsora ... del proyecto y gestora de la coreografía, mueve cada paso oculta entre el público y asegura que se evade a otros tiempos en el que las mujeres se juntaban para entrar en comunión con la Naturaleza y celebrar el solsticio de verano. Ayer, el gusanillo que asegura sentir en cada representación se volvió más intenso. Era la primera vez que interpretaban el espectáculo en la víspera de San Juan en Durango, municipio que ha visto crecer a Kriskitin. Pero también, era la puesta de largo, si puede decirse así, de Garrastatxu como alcaldesa de la villa. Hace apenas una semana levantaba la makila como la primera alcaldesa de EH Bildu.
Podría ser fruto de la magia que justo ahora el 'Akelarre' de Garrastatxu se represente en Durango. Sin embargo, su espectáculo desmonta la idea preconcebida de bruja hechicera y surge precisamente del interés histórico de la alcaldesa por «demostrar y defender que aquellas mujeres no eran brujas, sino las grandes víctimas de la Inquisición que murieron en la hoguera solo por ser mujeres» y no doblegarse a la norma establecida en ese momento.
Garrastatxu lideró la lucha de Kriskitin por «contar esa otra historia» que habla de feminismo y de mujeres que lo único que querían era «celebrar una fiesta y disfrutar» y mantener ese vínculo con la Naturaleza, que entre otras cosas, les permitía curar de forma diferente. En torno a un fuego, vestidas de época, van entrando en escena primero la maestra de ceremonias, y luego veteranas y niñas en la fiesta del solsticio. «La mujer es la empoderada y dirige la ceremonia, el hombre representa la fuerza», admite.
Basada en los juicios de Logroño y Zugarramurdi y en los escasos textos que se conservan en los archivos sobre la caza de brujas en el Duranguesado y Euskadi, ha configurado una historia que rinde «homenaje a mujeres que se reunían para bailar, cenar, disfrutar y oír música». Esa idea cogió forma de danza e incluso fue galardonada con un premio europeo cuyos beneficios se destinaron al vestuario de la obra. Y bajo la mirada de Mari, a las faldas del Anboto, se llevaron a cabo sus primeras representaciones, de veinte minutos, contratadas por un restaurante de la zona durante la víspera de San Juan. El éxito fue aplastante y los municipios se las rifaban para animar esa noche mágica.
En la cabeza de Garrastatxu las ideas seguían bullendo y se fueron incorporando personajes, danzas, creatividad y tiempo hasta los 50 minutos. Han bailado en las campas de Gerediaga al amparo del cresterío de Urkiola, o con el azote de las olas como telón de fondo en Bermeo, entre otros escenarios mágicos de Euskadi.
La noche en Durango fue mágica y más si cabe si tenemos en cuenta que bailaron en un parque que hace apenas siete años -otro número mágico- estaba ocupado por un matadero. En torno al fuego prendido por la asociación vecinal Herria y en el marco de las Euskal Jaiak de Durango, una treintena de dantzaris bailaron y embrujaron a los asistentes al acto, acompañados de una veintena de músicos y vocalistas.
Garrastatxu asegura que el resultado es fruto de las numerosas personas que en estos trece años han pasado por Kriskitin. «Todos hemos dejado nuestra huella», asegura. Y la de Garrastatxu va a más, ya que aunque siempre ha permanecido al otro lado, dirigiendo, observando, corrigiendo y alentando el espectáculo, admite que en su foro interno anhela, aunque sea por una vez, bailar alrededor del fuego. «Antes de que las piernas empiecen a fallar».
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