El agro vasco llora hoy al mercado de Santo Tomás

Hace ahora justo un año que unas cien mil personas, según las estimaciones oficiales de la organización, llenaron el recinto festivo del Arenal. El éxito fue tal que dejó cifras récord en el número de viajeros de metro. Los usuarios del suburbano ese día sumaron 327.386 viajes, solo ligeramente por debajo del 'Black Friday' y las manifestaciones del 8 de marzo. Estas aglomeraciones son las que hoy no se podía permitir la localidad vizcaína.

La fecha también es clave para poner en valor a los productores. De ahí el prestigio que tienen los 13 reconocimientos con los que galardona a quienes acercan las mejores frutas, flores, queso, pan, txakolí, talo... a la ciudad. Para vestir sus puestos, todos ellos seleccionan sus mejores piezas, que cada año terminan servidas en las mesas de la Nochebuena y la Navidad bilbaínas.

Cualquier otro año esta repostera y panadera de Orozko llevaría a estas alturas dos días sin salir apenas de su obrador. Desde hace 23 años es una habitual de Santo Tomás. «Al año voy a más de 50 mercados, pero el de Santo Tomás es el más grande y en el que más vendes durante todo el día», señala la mujer, que hoy echará en falta el cara a cara con sus clientes.

Para poder atender todo el trabajo que requiere esta cita, Ana suele contar con la ayuda de su familia. «Los días previos estamos casi día y noche preparándolo todo. Dormimos muy poco, pero le ponemos mucha ilusión», afirma.

«Lo especial de la cita de Bilbao es que más que una feria es una fiesta, con mucha acumulación de gente. Por la mañana vendes pan, pero a la tarde te viene otro tipo de gente que está pasándolo bien y compran raciones de pastel», señala.

En lo económico, es especialmente duro renunciar a la jornada «en la que más cantidad vendes», afirma. Sobre todo tras un año con todas las grandes citas tachadas del calendario. «La última feria que hice este año fue la de Ugao-Miraballes, el 8 de marzo», recuerda. Desde entonces sólo ha podido estar en pequeños mercados.

Las verduras que Gorka Irazabal cultiva en Gamiz-Fika tendrían hoy una de sus pruebas de fuego. «La gente lo ve como un día de fiesta, pero para nosotros, como profesionales, es una fecha de mucho compromiso. Nos exprimimos durante los tres meses anteriores para tener listo lo que exponemos allí», asegura el hombre, con diez años de experiencia en Santo Tomás. Los tres últimos se ha vuelto a casa con premios. «Como feria agrícola quizás destaca más la de Gernika. La de Bilbao tiene más folclore, pero es también un día que funciona bien y en el que el esfuerzo se ve recompensado», añade.

Hasta hace unas semanas no tenía claro que se fuera a cancelar la feria. «Teníamos la esperanza de poder hacerla, pero cuando ya nos dijeron que iba a ser imposible, no nos pusimos cabezones. Por mucho que nos duela a todos, sabemos que es lo más sensato», defiende.

Por desgracia, Irazabal sospecha que la de Bilbao no será la última cita que se cancele de entre las 15 grandes ferias a las que acudía cada año. «En enero viene una grande en Mungia que seguramente tampoco se haga», razona. Con todo, él quiere dejar claro el esfuerzo que se hace en los pequeños mercados a los que acude de manera habitual. «A los agricultores de venta directa nos están exigiendo muchas más medidas de seguridad alimentaria que a las grandes superficies y, honestamente, las estamos cumpliendo con creces», subraya.

En Santo Tomás, su puesto suele estar en El Arenal, cerca de la iglesia de San Nicolás. «He pedido que intenten no movernos porque la gente ya nos busca allí». En 2021 confía volver a estar en ese mismo lugar, poniendo el color de la huerta. «Para nosotros no hay Navidad si no estamos allí. Es como tomar las uvas en Nochevieja», asegura.

La de hoy hubiera sido la vigesimoprimera feria de Santo Tomás para Aitor Aurrekoetxea, de Mungia. Él es experto en talos, que elabora con productos de su explotación agrícola-ganadera. «Al año acudimos a unos 300 eventos, incluyendo todos los talleres de talo que organizamos, pero esta cita es la más potente de todas. También económicamente, y en ese sentido a muchos nos ayudaba a aguantar todo el año», explica. La importancia de la fecha se notaba en el tamaño de su caseta. El año pasado trabajaron en ella durante ese día del orden de 40 personas.

Aunque Aurrekoetxea razona que se podría haber buscado algún sistema para poder ofrecer el talo en la calle, como se hace con las churrerías, para evitar que nadie se quede sin este bocado autóctono ha subido un vídeo a su web (talotoki.com) explicando la elaboración paso a paso. «Muchos no se atreven a prepararlo por miedo, y por eso hicimos el tutorial. Hasta atiendo las consultas que me hacen por wassap porque siendo algo tan típico de Euskadi y que se puede preparar en diez minutos, me da pena que sólo se vea en las ferias», señala.

De poder celebrarse, estos días él hubiera estado preparando el producto, para llevar harina recién molida y tener todo el género a punto. «Solemos estar en el centro de El Arenal, por donde pasa un montón de gente. El ambiente festivo es muy bueno, y aunque supone mucho trabajo, eso lo hace también muy satisfactorio».