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El temor al contagio no se debe perder. Ni en casa ni en la terraza del bar ni en la playa. Con el tiempo más propio del verano que ha concedido el final del mes de mayo, la población se ha lanzado en masa a ... los arenales del territorio, donde se han tenido que aplicar medidas restrictivas para evitar concentraciones masivas. Porque el hecho de darse un chapuzón o que los niños se rebocen en la arena no supone una amenaza si se lleva a cabo guardando las distancias con las personas con las que no se convive. Los dos metros son imprescindibles. El problema viene cuando el gentío hace imposible mantener esa separación.
Las aglomeraciones representan «el gran factor de riesgo para que la gente se contagie, pero en cualquier lugar al aire libre. Lo que transmite el virus es la proximidad, no el hecho de estar en la playa», afirma Laura Tomás, presidenta de la Sociedad Española de Patologías Respiratorias y jefa de sección del servicio de neumología de la OSI Araba. Si no se siguen las recomendaciones, las consecuencias pueden ser «tan graves como al principio».
Expertos vascos coinciden en que las multitudes vistas en los arenales vizcaínos resultan «preocupantes, precisamente, porque no se están respetando las distancias», apunta Laureano Ribacoba, al frente del área de Medicina Interna en el Hospital Quironsalud Bizkaia. Una de las consecuencias de ir a la playa es el aumento de viajeros en el transporte público. «Hay más riesgo en el metro que en la propia playa», mantiene este profesional en referencia a los vagones atestados de gente en el suburbano. Más tajante se muestra Jesús Merino, presidente de Medicina Familiar de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao: «Es aberrante».
El virus se encuentra en una situación de clara mejoría en Euskadi, pero sigue en la calle. Y lo seguirá estando mientras no haya una vacuna o una gran parte de la población sea inmune. También podría erradicarse por sí solo. No se sabe. La incertidumbre sigue rodeando a una enfermedad que no hay que olvidar que es nueva. «Estamos en una fase de transición. Parece que las cosas van bien, pero no sabemos lo que puede pasar», recuerda la neumóloga alavesa, que aconseja «cautela y paciencia». De la misma opinión es el doctor Merino. «La saturación en las playas no es el entorno ideal para controlar el virus».
Es cierto que el aire libre actúa como aliado contra el virus, ya que las partículas -las gotas de saliva que una persona expulsa- se dispersan con más facilidad. Los espacios cerrados son el gran caldo de cultivo para las infecciones. «El efecto de la temperatura y de los rayos ultravioleta hacen que las partículas se deshidraten más rápidamente, pero que a nadie se le ocurra ir a la playa si se encuentra mal», advierte Guillermo Quindós, catedrático en microbiología en la UPV.
El aire libre sí dificulta la transmisión, pero «no lo anula todo», defiende Ribacoba. Por ello, los expertos apelan a la responsabilidad individual como la mejor arma para evitar la enfermedad: distancia de dos metros, lavado de manos y mascarilla cuando no esté garantizada la separación. Además, «no podemos pasarnos todo el día en la playa. Si todos hacemos lo mismo... Tiene que haber movimiento de personas», señala Merino.
Pero, ¿la población ha bajado la guardia? Los cuatro profesionales coinciden en que, por las situaciones que se están produciendo en los arenales vizcaínos, pero también en parques o terrazas, «se ha perdido el miedo al virus». «Durante el confinamiento la gente apenas venía a Urgencias, pero ahora se vuelven a ver consultas, algunas con sentido y otras banales», arguye Merino. A juicio del profesional de Quironsalud Bizkaia, falta concienciación. «Hay mucha gente que no lo ha sufrido en casa y no sabe lo que supone». En cambio, no son partidarios de medidas más drásticas como el cierre absoluto de las playas. Sí abogan por limitaciones de aforo, diferentes entradas y salidas, áreas específicas... «No podemos perder espacios al aire libre. Es importante que tengamos opciones. Nos conviene estar lo más dispersos posible», zanja Quindós.
«Parece que las cosas van bien, pero estamos en una fase de transición. No sabemos lo que pasará»
«La gente ha perdido el miedo. Ya se empiezan a ver consultas banales en Urgencias»
«Prohibir ir a la playa, no. No podemos perder espacios, tenemos que dispersarnos»
«Hay más riesgo de contagio en el metro que en la propia playa»
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