Las décadas de silencio, de mirar para otro lado, pesan en las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia. De ahí que, si bien consideran «un paso» el impulso que pretende dar la Diócesis de Bilbao a los encuentros restaurativos entre afectados y quienes les ... agredieron, reclamen «más». Abrir los archivos para conocer la identidad de los agresores, expulsar a estas personas de las órdenes religiosas a las que pertenecen y trabajar en la prevención son algunas de sus reclamaciones.
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«Esto de que se vayan a reunir parece otro paso, pero yo todavía no sé si el sacerdote que abusó de mí está vivo o muerto», aclara Leonor García, víctima de un cura que acudía a dar misa los domingos al sanatorio infantil de Santa Marina, en Bilbao. Ella tenía ocho años cuando, en 1971, vivió el horror. Ha pasado medio siglo desde entonces y, asegura, «estamos como al principio». «¿Cómo vamos a plantearnos un encuentro si todavía no sabemos quién abusó de nosotras?», se pregunta.
Entiende que «hay compañeros que pueden estar en ese punto, porque saben quién es», pero en su caso lo prioritario es «que se abran los archivos para saber quién estaba en esas fechas en ese lugar».
Juan Mari Arregi, que sufrió tocamientos en el Seminario de Derio a comienzos de los años 50, no cree que «las soluciones tengan que ir por ahí». Su abusador, Manuel Estomba, responsable espiritual del centro en ese momento, está muerto. Y aunque «no tendría ningún problema» en participar en iniciativas de este tipo, es algo que no necesita. En su opinión, lo importante es «el futuro». «Hace falta una educación sexual integral desde niños en las escuelas». Eso y que «no vuelva a haber menores de edad» en seminarios. También es partidario de eliminar «la obligatoriedad del celibato», algo «antinatural».
Una víctima de 'don Chemi' en Salesianos de Deusto, que prefiere permanecer en el anonimato, respeta «mucho la decisión personal y la necesidad» de otros afectados, pero tilda estas iniciativas de «un lavado de cara de la Iglesia, que se ha ido de rositas por la vía judicial, no ha hecho nada efectivo para reparar, ni para compensar, y ni siquiera ha tenido la decencia de expulsar a los abusadores de las órdenes». «Les siguen poniendo plato, cama y techo», censura. En su caso, lo que sería «reparador» es que «todas las congregaciones se sometan a una investigación gubernamental, colaboren activamente con ella, asuman sus conclusiones y recomendaciones y hagan públicos todos los casos».
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