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Ya no hay faldas en la Pureza. Bueno, puede quedar alguna en Bachillerato, cuando el alumnado viste ya ropa de calle, pero la prenda ha sido erradicada definitivamente del uniforme del colegio bilbaíno: el pantalón, que lucían ya tanto los chicos como las chicas de ... Primaria, se ha establecido también este curso como la única opción admitida en la ESO. Se completa así una transición que arrancó en 2019 y desencadenó la controversia en la comunidad escolar, ya que muchos padres reclamaron la libertad de que sus hijas pudieran elegir la indumentaria que considerasen más conveniente.
El centro de la avenida Sabino Arana ha ejercido de punta de lanza en la implantación de una medida a la que, de manera progresiva, se han ido sumando las catorce escuelas que tiene la Pureza de María en toda España. Frente a la libertad de elección por la que han apostado otros colegios concertados, los de esta congregación religiosa se inclinaron por la uniformidad total: chicos y chicas llevarían pantalones color 'camel', sin más variedad que cortos o largos, de patrón regular o estrecho. Invocaban para ello el argumento de los «cambios sociales», pero muchos padres se rebelaron: reunieron 800 firmas para reclamar la posibilidad de escoger e incluso pusieron en marcha una iniciativa en Change.org para que se involucrase el Gobierno vasco, que se limitó a recomendar que pantalones o faldas fuesen optativos, mientras Emakunde aplaudía la «eliminación de estereotipos de género». En EL CORREO se llegaron a recibir cartas que protestaban por la sumisión al «icono machista del pantalón».
Ahora, cuando se completa el proceso, los ánimos ya están más calmados. Tanto la AMPA como el propio centro dan aquella polémica por zanjada, pero basta preguntar a las madres en la puerta del colegio para comprobar que las distintas posturas se mantienen firmes. «No es que estemos en contra del pantalón, pero habríamos preferido que se pudiese elegir. A mí me daba igual, pero la cría, desde luego, prefería falda. Ahora ya se ha acostumbrado. Es cierto que ha sido un proceso lento, no de sopetón, y nos hemos resignado: si hoy ves alguna falda, es porque aún no les ha llegado el pantalón», repasa una madre, Eztizen.
Las familias se reparten entre fans y enemigos del pantalón, y también hay partidarios de la libre elección y otros que apoyan la estricta uniformidad. «A mí me parece bien: todos igual, ¡es un uniforme! Si no, acabaríamos teniendo que comprar las dos cosas», apuntaban Iratxe y Joana. «Yo no estoy de acuerdo, porque creo que las asemeja demasiado a los chicos y les resulta más incómodo: el primer año, la seguí trayendo con falda», se resiste Nelly. Y, por supuesto, dentro de las familias también se produce debate, porque las propias niñas suelen ser las más refractarias a esta novedad. «Yo prefiero el pantalón. Me parece más cómodo para ellas en el sentido de que no van mostrando todo por ahí. Pero ellas prefieren la falda, yo creo que porque la pueden hacer más corta: la mía tiene 11 años, pero ve a las grandes y...», analiza Catherine.
¿Y qué hay de las alumnas de ESO que acaban de incorporarse este curso al nuevo uniforme? «Mi hija mayor tiene 13 años y no quería llevar pantalón ni loca. O, al menos, no quiere llevar este. El primer día no se lo quería ni poner, pero ahora ya se ha mentalizado y no hemos vuelto a mencionarlo. El problema es no haber dado opción, pero también es verdad que en ese caso pocas habrían elegido el pantalón», explica María, un poco sorprendida por el resurgimiento de esta discusión al principio de cada curso: «Hay muchas cosas más importantes».
También el equipo del centro contempla con resignación el periódico retorno del debate. «En el colegio, este año ya estaba asumido y no hemos percibido ninguna reacción. En los medios sí hemos visto esa disparidad de opiniones. Ha sido un proceso lento que se cierra este año con la ESO», comenta la directora pedagógica, la hermana Isabel Padilla, que se reafirma en los argumentos que apuntalan la decisión: «En los tiempos que corren, las niñas suelen ir con pantalones: es más cómodo, más práctico para moverse, y mejor desde el punto de vista de la igualdad. Pero cualquier cambio suscita reacciones de todo tipo. Algunas de las alumnas mayores nos dicen que habrían preferido terminar la ESO con su falda, pero hay otras que ya se habían pasado voluntariamente al pantalón», puntualiza, con el alivio de que, una vez completada la transición, parece improbable que el tema resurja en próximos cursos. Ahora les toca a otros colegios de la orden que van por detrás en la implantación del nuevo uniforme, como los de Madrid o Tenerife.
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