

En ausencia de Don Diego
Pinceladas de Bilbao ·
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Pinceladas de Bilbao ·
EL CORREO inicia una serie en la que los acuarelistas vascos proponen una forma diferente de mirar la ciudadCon los bares tan llenos y la gente tan en la calle, hablando tan alto, dejando los vasos tan vacíos sobre los coches, un visitante que diese su primer paseo por Bilbao un sábado al mediodía podría pensar que esta es una ciudad efervescente. El diagnóstico cambiaría cuando ese mismo visitante saliese por la noche, dispuesto a quemar la ciudad efervescente, y descubriese que sus intenciones chocan contra una sucesión de camareros resignados a colocar las sillas sobre las mesas e ir cerrando.
Si los cincuenta son los nuevos cuarenta y las series son las nuevas películas, en Bilbao los mediodías de poteo, cañas y vermús, son los nuevos sábados por la noche. Es la consecuencia de un cambio demográfico y social: la ciudad envejece, los hábitos se atemperan, el fútbol lo domina todo. A cambio, hay quien antepone el ingenio al lamento y programa conciertos en horario matutino, facilitándoles el plan, por ejemplo, a quienes con hijos pequeños tienen complicado trasnochar.
Es una forma de ofrecer algo más que tragos y pintxos, pero ni siquiera eso resulta sencillo. Existen vecinos que tienen interiorizado el derecho a que su calle sea siempre silenciosa como la escondida senda de Fray Luis. Y la audacia no distingue al Ayuntamiento a la hora de dar ciertas batallas. Por ejemplo, la de que la ciudad del BBK Live demuestre que lo suyo con la música va en serio, favoreciendo la organización de conciertos en bares y clubes, hasta crear uno de esos circuitos que funcionan como focos de ocio y cultura, además de como viveros de nuevas bandas.
Mientras tanto, la noche bilbaína permanece estancada en unas inamovibles horas bajas. Y da la sensación de que cada vez será más difícil arreglarlo. Rejuvenecer seriamente la ciudad es una opción. Lástima que sea una complejísima. Y, aun así, es como si hubiese caído sobre el ocio nocturno una maldición pesada. Eso explica que una discoteca de universitarios y erasmus (chicos con buenos expedientes y un idioma, al menos cuando están sobrios) termine pareciéndonos una complicación equivalente a la sede de los Ángeles del Infierno en el Bronx.
Por cierto, a la hora de evitar líos, los padres solían preferir que los jóvenes saliesen por la ciudad, sin coger coches y moviéndose por un territorio conocido y bastante tranquilo. Ayudaba que en Bilbao hubiese sitios abiertos hasta tarde.
Nacido en Portugalete. Profesor de acuarela y miembro de la Agrupación de Acuarelistas Vascos y la Asociación Artística de Gipuzkoa. Su obra ha sido premiada en numerosos certámenes, entre ellos el Zipristin de San Sebastián, el Villa de Durango o el Vitoria-Gasteiz de pintura al aire libre. Define la acuarela como «un medio apasionante y un reto continuo para crear formas, colores y sensaciones».
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