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Por el bidegorri junto al Ayuntamiento, en el puente de El Arenal, cruzando Doña Casilda... Aunque no al mismo nivel que en otras ciudades, ... los patinetes eléctricos, hoverboards - con dos ruedas, más bajos y sin manillar-, monociclos, segways y otro tipo de vehículos de movilidad personal (VMP) han empezado a proliferar en Bilbao. Los que más se ven tienen dos ruedas, un manillar y rozan los 400 euros, aunque hay modelos que superan los 1.000. Pueden circular a un máximo de 25 kilómetros por hora y tienen hasta 30 kilómetros de autonomía, lo suficiente para rodar toda la jornada. El problema es que los usuarios no tienen muy claro por dónde deben ir. Aún no hay una normativa, ni en la capital vizcaína ni tampoco a nivel general para toda España.
A veces, este tipo de aparatos molesta a los peatones en las concurridas aceras de Bilbao. Otras, sus dueños pasan miedo cuando bajan a la calzada. Algunos usan el bidegorri como vía más adecuada. El Ayuntamiento piensa regular su uso este año con el objetivo de sacarlos de las aceras, tal y como se plantea Vitoria, que solo permitirá que circulen por bidegorris y zonas 'a 30'. Está por ver si los usuarios deberán llevar casco, contratar un seguro... EL CORREO ha entrevistado a tres de ellos para testar su opinión. Dos creen que es necesario fijar criterios, ya que cada vez hay más aparatos de este tipo, y así garantizar la convivencia.
Jean Carlos Torres
Jean Carlos, nacido en Venezuela, llegó a Bilbao hace tres años con su mujer y su hijo, aunque confía en regresar cuando mejore la difícil y tensa situación de su país. Vive en Rekalde y va todos los días a trabajar a una carnicería en Begoña en turno partido. Así que el patinete eléctrico que le ha regalado por sorpresa su mujer hace justo un mes, cuando hizo 32 años, se ha convertido en su mejor aliado. «La verdad es que caminaba mucho. Ahora me ahorro cuatro viajes al día en metro y cuatro paseos, porque bajaba a Indautxu a cogerlo».
Con el patinete, asegura que tiene más facilidades. Tarda 15 minutos en llegar de casa al trabajo y, además, también le sirve para recoger al niño en el colegio. Todo de forma más ágil. Eso sí, si llueve «lo tengo que dejar en casa». En cuanto a la regulación que prepara la concejalía de Movilidad, de la que no sabe todavía nada porque «es nuevo» en este mundo de los VMP, apunta que, como los ciclistas, ellos también son vulnerables en la calzada y pueden sufrir golpes y arrollamientos. «Me daría un poco de miedo circular por ahí. Suelo ir siempre por el bidegorri y, cuando se termina, voy por la acera despacito. Nunca me han insultado ni dicho nada. En general estoy encantado», explicaba ayer en Abandoibarra, mientras iba a hacer un recado.
Ander Trujillo
Ander Trujillo tiene 39 años y se fue hasta Madrid a comprar el patín del que tan bien le habló un amigo suyo. «Merece la pena. Ha tenido premios». Él quiere que el Ayuntamiento apruebe ya una ordenanza que regule definitivamente los espacios. Es partidario de circular «por la carretera, como las bicis. Vamos a la misma velocidad, yo tengo timbre, luces... Y el casco obligatorio no estaría de más, porque si te pega un coche de lado...», reflexiona.
Ander admite que más de una vez escucha improperios cuando pasa por las zonas peatonales. «Vas por la acera y la gente te dice de todo. Y eso que la puedes esquivar. Que si 'fuera de aquí', que 'si está prohibido'... Hay una especie de miedo a lo nuevo». Según explica, «trabajo haciendo recados por la ciudad y antes tenía que usar el coche o la moto. Y al final trabajaba más por la pérdida de tiempo en aparcar. Así que el patinete es una herramienta», dice, en una parada a la altura de Doña Casilda. «Vivo en San Mamés y trabajo en el Casco Viejo. Tardo ocho minutos por el bidegorri. Es muy recomendable. Ojalá todo el mundo tuviera uno y dejara el coche en casa. Yo llego a la noche, lo pongo a cargar y me olvido», concluye.
Silvia López
Silvia López usa a diario el patinete que su marido compró hace tres meses. Exige que el Ayuntamiento apruebe ya una regulación. «Ahora mismo no hay reglamento y no podemos ir ni por la acera ni por la calzada porque no es seguro. Dependemos del civismo de los conductores», se queja. En ocasiones ella circula por la calzada junto al bordillo, en un intento de encontrar una solución intermedia, y suele elegir los itinerarios con menos tráfico. «Yo voy por la Gran Vía, que hay menos autobuses, hasta el Sagrado Corazón y llego en nada. Para hacer recados en distancias cortas está genial. Optimiza mucho el tiempo. Ahora mismo vengo del Ayuntamiento y voy a la notaría».
Silvia es madre de niños pequeños y puede solventar cualquier contratiempo en unos pocos minutos. «Que si al súper, que si a por unos leotardos...». Otra de las ventajas es que puede llevar el patín a cualquier parte. Es plegable y se lo puede subir a la oficina. «Antes iba en bicicleta, pero no puedes moverla tan fácilmente», compara.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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