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Cerca de 400 accidentes que se produjeron en las carreteras vizcaínas el año pasado estuvieron directamente relacionados con el atropello de animales salvajes. Las estadísticas de los últimos ejercicios revelan una tendencia ligeramente al alza de este fenómeno. Entre 2018 y 2021, estos episodios han ... crecido un 7,5%, según los datos del Departamento de Infraestructuras de la Diputación. No es un tema que preocupe sobremanera ahora mismo en la institución foral, porque el patrón es muy similar al del resto de Euskadi y al de otras comunidades autónomas. Pero sí es cierto que el asunto «ocupa» a esta Administración. En particular, a la sección de Sostenibilidad Ambiental del área de carreteras. Se trata de un grupo especial que lleva tiempo trabajando en diversos proyectos para intentar reducir esta siniestralidad.
Los accidentes con animales implicados ponen en peligro la integridad de los conductores, aunque la mayoría de los casos se saldan sin desgracias personales. En 2020, por ejemplo, según datos de la Ertzaintza, 307 personas que viajaban en coches accidentados en Bizkaia por este motivo salieron ilesas y solo nueve resultaron heridas. «Lo que sí es frecuente son los daños materiales de cierta consideración y, muchas veces, la propia muerte del animal», precisan desde la Diputación.
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La tarea de los técnicos de la sección de Sostenibilidad Ambiental es precisamente tratar de conjugar la seguridad de los conductores y de las especies de animales salvajes sin limitar la libertad de movimientos de la fauna en aquellas zonas protegidas o que cuentan con un alto valor ecológico. La última iniciativa que se ha puesto en marcha es la instalación de avisadores acústicos especiales en el entorno de Urkiola. El plan acaba de comenzar a rodar y sus responsables confían en que dé buenos resultados. Así sucedió en su día con otras propuestas pioneras, como la utilización de orín de lobo para ahuyentar a jabalíes y corzos.
Estas dos especes de ungulados son, precisamente, las que lideran la estadística de animales arrollados. El año pasado, casi la mitad de los siniestros (178 de 392) tuvieron como protagonista al corzo, mientras que el jabalí estuvo implicado en 134 de estos percances. Zorros y tejones sufren también las consecuencias directas de la invasión de sus territorios por los humanos. En 2021, protagonozaron 41 y 34 casos, respectivamente.
La muerte de otras especies es más testimonial en cuanto a su número, como el ciervo. El año pasado se atropellaron cuatro. No parecen muchos, pero se trata realmente de una incidencia notable, ya que su presencia en el territorio es escasa. En 2021 no se detectaron mustélidos fallecidos. Tampoco garduñas, ni ginetas, ni martas, cuando en los tres ejercicios precedentes fueron arrolladas nueve.
Las estadísticas revelan que 2020, con el confinamiento, supuso una tregua. La mortalidad se redujo un 27% con respecto a 2019, pero hay que tener en cuenta que la intensidad media de la circulación en las carreteras vizcaínas cayó de forma drástica por las restricciones impuestas durante la fase aguda del coronavirus. Al año siguiente, sin embargo, este fenómeno rebrotó con fuerza y el número de accidentes superó las cifras registradas en 2019 y 2018.
¿Por qué se ha producido este incremento? Depende de a quién se pregunte. Baserritarras y cazadores están convencidos de que la población de corzos y jabalíes ha avanzado de forma abrupta en Bizkaia y esto, aseguran, se percibe en su comportamiento, que definen cada vez más osado y dispuesto a entrar en zonas urbanizadas. El año pasado se abatieron más jabalíes que nunca en las últimas décadas: casi 3.000.
Por el contrario, algunos biólogos, como Jorge Echegaray, sostienen que actividades como la caza han provocado un desequilibrio en el medio natural. Junto a la práctica cinegética, hablan de la influencia del mayor uso del monte por el ser humano: ganadería, recolección de setas, deporte... «Muchos atropellos se producen los lunes, que es cuando la fauna está regresando a sus territorios naturales, de donde se ha tenido que marchar por la presión del hombre -argumenta-. Es un cóctel complejo que tenemos que atajar con otras recetas, porque las clásicas, más presión y más caza, no funcionan».
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