En plena crisis de la vivienda, con una escasa oferta y precios desorbitados, el alquiler por habitaciones se ha convertido para muchos bilbaínos en el único recurso para vivir de manera independiente. Y no hablamos de estudiantes, universitarios, jóvenes recién salidos de la carrera o ... profesionales que llegan a una nueva ciudad, perfiles que históricamente han ocupado este nicho de mercado de forma temporal, sino de familias, adultos o trabajadores de mediana edad que no pueden pagar un arrendamiento completo y tienen que conformarse con residir en un dormitorio. Solo en Bizkaia, Cáritas atendió el pasado año a 4.289 personas que habitaban en un cuarto. De ellas, un 38% eran familias con hijos, sobre todo monoparentales. Un total de 1.617 beneficiarios de la asociación confiesa vivir así en el territorio. «El arrendamiento por habitaciones ha crecido mucho. Nos encontramos con más trabajadores que estudiantes e incluso con personas de entre 50 y 60 años que tras un proceso de divorcio necesitan encontrar un nuevo hogar», detalla Ainara, de la inmobiliaria Somera, que cuelga en su web ofertas en el Casco Viejo de Bilbao.
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Andrea Cimadevilla
La mayoría, dicen los expertos, no alquila un dormitorio «por gusto», sino por «no poder pagar un piso completo». Y es que en Bilbao los arrendamientos superan en muchos casos los 885 euros. A esta conclusión llega también el Gobierno vasco en su último informe. El documento, que analiza el perfil de los demandantes de VPO, alerta que el «tensionamiento del mercado» ha «intensificado el nivel de precariedad» de los solicitantes de vivienda pública. De hecho, Cáritas confirma que 113.000 vascos se quedan en «situación de pobreza una vez pagado el alquiler o la hipoteca».
El Ejecutivo detecta que el 38% de los vizcaínos que se inscribieron en Etxebide entre enero de 2023 y junio del pasado año reside en una habitación o piso compartido. Son unas 5.200 personas. El porcentaje se eleva al 47,4% en Bilbao. 2.600 vecinos a los que habría que sumar los que no están inscritos en el Servicio vasco de Vivienda y que también tienen contratos de este tipo. Gabi Baelo, de la inmobiliaria Erreka, sostiene que «la demanda es brutal». Tanto es así que Idealista calcula que el interés por una habitación se ha disparado un 72% en Bilbao. Y como ocurre en otros mercados, la principal consecuencia de que los solicitantes crezcan es que los precios también se encarecen. El Ejecutivo estima que los bilbaínos se gastan de media 357 euros al mes por arrendar un dormitorio (un 5% más que en 2022), precio que algunos portales inmobiliarios elevan a los 400 o 600 euros.
Un informe reciente elaborado por el portal Fotocasa sitúa Bilbao como la segunda ciudad más cara de España para arrendar una habitación. Según los precios recogidos en diciembre por la plataforma digital, el coste medio fue de 621 euros. Idealista rebaja ese cálculo hasta los 420 euros en el cuarto trimestre. La diferencia entre las compañías es que el análisis lo realizan en base a la oferta que tiene cada una. En cualquier caso, Baelo corrobora que «los precios se han doblado en un año». «Solíamos alquilar habitaciones a gente de paso, pero ahora nos llaman hasta familias monoparentales. Hay muchas personas, sobre todo solteras, que no pueden pagar 1.000 euros por un piso», añade. Los anuncios colgados en los portales online apoyan el discurso del agente. Las ofertas más baratas oscilan en la capital entre los 300 y 400 euros, mientras que las más caras llegan a los 700 euros, gastos incluidos.
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Ana Acasuso, vicepresidenta del Colegio los APIs de Bizkaia, reconoce que el mercado vive una situación «sangrante». Lo dice sin tapujos atendiendo a la falta de oferta y la subida estoica del coste de los inmuebles, pero también haciendo referencia a las condiciones a las que están condenados a convivir muchos bilbaínos. «Hay grupos que vienen perfectamente formados para alquilar un piso, pero también existen perfiles que acaban teniendo que compartir un piso con personas que ni conocen», cuenta.
Aunque en su agencia no es habitual alquilar cuartos, recuerda el impacto que tuvo una oferta que lanzó hace meses. «Era una habitación en Santutxu. Costaba 375 euros sin gastos. En muy poco nos contactaron 100 personas y el 90% de los interesados eran trabajadores o extranjeros, ya que es el único recurso habitacional al que pueden acceder», dice la también gerente de la inmobiliaria En Casa de Ana.
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Los expertos consultados aseguran que hay propietarios que prefieren alquilar habitaciones por «rentabilidad». «Imaginemos un piso de 1.200 euros y cuatro habitaciones. El dueño sacaría 300 por dormitorio. En cambio, si se alquilan las estancias sueltas puede llegar a ofertarlas por 400 y ganar más», detalla Jon Ander Líbano, de la inmobiliaria Deusto. Hay quienes incluso «convierten el salón en otra habitación» para elevar sus ingresos. La práctica se observa en varios de los 300 anuncios de cuartos en Bilbao que están colgados en Idealista. Algunas descripciones indican directamente que el piso «no cuenta con salón», reservando las zonas comunes a la cocina, el baño o el hall.
Otros dueños, además de querer aumentar su ganancia, deciden alquilar habitaciones porque los contratos «no se rigen por la Ley de Arrendamientos Urbanos como el resto de alquileres, sino por el Código Civil», explica Acasuso. ¿Y esto qué significa? Primero, que el propietario tiene una «mayor flexibilidad» para recuperar su piso. La duración del contrato se acuerda entre las partes sin necesidad de marcar un periodo mínimo, ni prórrogas, mientras que en el alquiler habitual la normativa dicta que los contratos son de cinco años, con posibilidad de alargarlo otros dos. Asimismo, los arrendamientos temporales, al no estar recogidos en la Ley de Vivienda, se libran de tener que limitar los precios de un año a otro. A esto se suma que, en el caso de las habitaciones, los caseros no están obligados a depositar la fianza en el registro oficial como sucede con otros arrendamientos.
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Los inmobiliarios destacan otro último factor. Y es que hay «propietarios que se aprovechan de la necesidad de padrón de los inmigrantes» para hinchar los precios. Aunque esta modalidad de alquiler «está extendida» por la ciudad, Baelo reconoce que en Bilbao La Vieja es «muy común» porque «hay personas de otras culturas que lo ven normal, aunque cuando encuentran algo mejor se van».
Así y todo, el alquiler por habitaciones también tiene su cara B. Líbano sostiene que «provoca muchos problemas de convivencia» y que habría que «regularlo más». Pese a que su inmobiliaria evita gestionar estos domicilios, y sólo lo hace cuando en un piso de estudiantes falla una persona, apunta que «se generan muchos problemas», sobre todo cuando los inquilinos no se conocen entre sí. «Las redes sociales están repletas de anuncios que impulsan a los propietarios a alquilar por dormitorios, pero es un verdadero estrés. Los buenos inquilinos no aceptan las condiciones que ponen algunos dueños», concluye.
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