El ataque de cinco perros -dos de ellos mastines y tres de carea- a una joven en Zamora, a la que mataron a dentelladas, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la convivencia entre humanos y canes en los entornos naturales. Los ... mastines, guardianes tradicionales de los rebaños, están en el punto de mira de una parte importante de la población, especialmente desde que se han conjugado una mayor afición por la montaña y un aumento de estos animales para proteger a las ovejas ante la proliferación de manadas de lobos. En Bizkaia es una raza más o menos común, aunque con matices, porque no todos los animales son «mastín español o mastín del Pirineo, muy nobles», sino que buena parte son «perros cruzados».
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Mastín español Es la raza que se ha utilizado históricamente para proteger a los rebaños. En Bizkaia, calculan los propios pastores, habrá en torno a un centenar de estos animales sin cruzar con otras razas.
Comportamiento Son «defensivos», cuidan del rebaño porque «es su familia» y, si están bien entrenados, «no se separan» de él.
Lobo Hay diferencias de opiniones. Algunos pastores creen que no son útiles y otros que sí. Solo se han comprado tres con las ayudas de la Diputación.
El peso que han tenido estos canes en las últimas décadas es importante. En el Registro de Identificación de Animales de Compañía de Euskadi (REGIA) hay 7.894 ejemplares inscritos en los que en la descripción de su raza se menciona la palabra mastín. La cifra, en cualquier caso, no es real. En ese cómputo global se incluyen los animales de compañía, los guardianes, los pastores...
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Además, confirman desde el Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, muchos propietarios no cumplen la obligatoriedad de darles de baja en su ayuntamiento -el REGIA se nutre de los datos de los consistorios- cuando el animal fallece o si se trasladan otra comunidad autónoma. «Yo tuve un perro que murió y pasaron quince años hasta que lo di de baja», reconoce un ganadero. Siguen inscritos mastines nacidos en 1990.
¿Cuántos mastines guardan rebaños en el territorio? Ahí se puede afinar un poco más. De los 850 inscritos dedicados al pastoreo, hay 449 que han nacido en los últimos diez años, 91 de ellos en Carranza, la zona con más presencia de lobos junto con el entorno del Gorbea. Tomamos una década como referencia porque es la edad media de vida de estas razas. El dato tampoco es real, pero sí más aproximado. En el registro no se distingue cuántos de esos animales son amastinados, mezcla con otras variedades, o 100% puros. «En Bizkaia habrá en torno a un centenar de mastines españoles», calcula una ganadera; el resto, afirma, son «cruces». «Yo he llegado a ver mezcla de mastín con pitbull», reconoce. En estos casos, dice, «son más nerviosos, y los caracteres de las otras razas pueden brotar y llegar a crear más problemas», pero aún así le sorprendería que «ataquen a una persona».
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El presidente de la Asociación de Mastín Español, Ángel Gambín, destaca que el carácter de esta raza «se ha forjado a lo largo de la historia de toda la trashumancia, durante siglos, y son nobles, tranquilos, serenos y serios». Subraya asimismo que «la única fijación» de estos animales «es cuidar el ganado, acompañarlo, y esperarlo si hay algún animal retrasado». En ese sentido, señala, «muchas ovejas paren en el campo, y el mastín se queda acompañando a la oveja y al cordero hasta que llega el pastor; no abandona a un animal herido».
Esa pertenencia al rebaño les viene en parte por el ADN y en parte por «el troquelaje». «Con mes y medio o dos meses hay que meterles a mamar de las ovejas; así identifican al rebaño como a su familia y no lo van a dejar nunca», apunta la pastora vizcaína, que insiste en que «hay que adiestrarlos, tienen que estar bien entrenados».
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Sus animales pastan por «una zona de paso de bicicletas y de montañeros», y «nunca» ha tenido problemas «con personas» porque «un mastín español no ataca, defiende». Y sus cinco canes lo hacen muy bien. «Están en una zona de manadas de lobos y, gracias a los perros, no he tenido ninguna baja», asegura.
Gambín expone que los mastines, «cuando están cuidando el ganado, por instinto, no se separan». La razón es que conocen la forma de actuar de las jaurías, «en las que primero va un lobo, le provoca para que le persiga y, cuando les ha separado de los animales, llega el resto de la manada a por el ganado».
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En Bizkaia hay algo más de 200 explotaciones de ovino y caprino, pero no todas están defendidas por estos canes. En algunos casos, porque no hay depredadores en el entorno que causen grandes bajas; en otras, para evitar los problemas que puedan genera; y también por cuestiones económicas.
Uno de estos animales puede costar entre 400 y 1.200 euros y no son baratos de mantener. Cuando son cachorros, comen un pienso especial que sale a unos 50 o 55 euros el saco de 20 kilos, y lo consumen en menos de un mes. Las vitaminas, el aporte de calcio, la desparasitación, las vacunas, los seguros... «Y dan problemas de salud», asegura la misma ganadera. «A una cría la he tenido que operar por una torsión intestinal y me ha costado mil euros, y a otro le tuvimos que llevar a aplicar la eutanasia por un cáncer», detalla. En la edad adulta llegan a pesar 80 o 90 kilos.
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De ahí que la incorporación de mastines, pese al aumento de la presencia de lobos, no esté siendo masiva. La Diputación aprobó a comienzos de año un decreto de ayudas al sector, tras registrarse 38 ataques de lobos en 2022. Una de las medidas era subvencionar con hasta 600 euros la compra de estos perros guardianes. Solo se han adquirido tres con esas subvenciones.
Los mastines no suelen atacar a los senderistas, pero hay que mantener la distancia y alejarse «sin aspavientos»
«Las normas de funcionamiento de la ciudad no tienen nada que ver con las normas de funcionamiento del campo». Así de claro se muestra Ángel Gambín, presidente de la Asociación del Mastín Español. No es lo mismo, expone, «ir a una zona de bosque que a una en la que hay ganado», por lo que «lo primero que tiene que saber la gente es a dónde va». Y, una vez que llega, «respetar» a los mastines. Esa es la primera clave para no llevarse a un susto, pero no es el único consejo que ofrece el experto.
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Gambín asegura que la forma de actuar de un mastín español «es muy previsible», porque «no es un animal nada agresivo, no es un perro de ataque». Durante el día acompaña al ganado, y se sitúa en una zona alta «en la que se tumba para controlar y vigilar todo el rebaño». Si detecta la presencia de otro animal o de una persona, «nunca sale directamente a atacar». Lanza un primer aviso mientras se fija «en lo que hacemos nosotros» y, «si cambiamos de camino o nos vamos por otro sitio, permanece en su sitio, al lado del ganado».
La distancia a la que está el senderista o el ciclista del rebaño cuando oye el primer ladrido es el margen que hay que dejar. «Si nosotros, porque no nos hemos dado cuenta o porque somos muy valientes, seguimos aproximándonos, nos vuelve a avisar ladrando, pero ya levantado y mirándonos», prosigue. El presidente de la asociación insiste en que «tenemos que alejarnos con tranquilidad, sin hacer aspavientos, y lo normal es que vuelva a su posición de guarda y se olvide de nosotros».
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- ¿Y si queremos pasar por una zona y la única forma es acercándonos al rebaño?
- El perro no entiende de eso. Tiene un territorio que vigilar y, si no es posible pasar, hay que darse la vuelta y desistir.
Esos consejos valen, de manera general, para todos, pero hay casos más específicos. Por ejemplo, el de los ciclistas y motoristas. «Nos paramos, nos bajamos, y empujándola nos marchamos tranquilamente. Esa es la única forma de evitar el conflicto», advierte.
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Los problemas son mayores si los paseantes van acompañados de otros canes. «Te puedes quedar sin perrito a la primera de cambio», asegura. Él aconseja, en primer lugar, «atarlo». Si la mascota ladra, lo mejor es «darse la vuelta» y que el mastín perciba «que tu perro está controlado, que tienes el control sobre él».
- ¿Y si parece tranquilo, podemos acercarnos a él?
- Hay que tener una actitud de prudencia, no hay que acercarse a hacerle una gracia, a acariciarlo o a darle de comer. No necesita ni de caricias, ni de atenciones de un desconocido.
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