Martín Ibarrola
Domingo, 25 de junio 2017, 02:24
Bizkaia cuenta con seis playas en las que los socorristas cobran 100 euros mensuales más que la media. Es el llamado plus de peligrosidad y afecta a La Arena, Barinatxe, Arrietara, Karraspio, Laga y Bakio. Estos arenales se distinguen del resto por estar expuestos al ... mar, recibir un gran oleaje, albergar corrientes fuertísimas y atraer multitudes, lo cual implica un mayor número de rescates y un riesgo extra para los expertos en salvamento. Estos insisten en la importancia de la prevención: bañarse siempre en zonas balizadas, hidratarse con el fin de combatir golpes de calor, informarse sobre las condiciones locales, nunca entrar con un «corcho» y sin aletas... En definitiva, hacer caso a los cerca de 150 socorristas que se juegan la vida para garantizar la seguridad del litoral. El año pasado realizaron un total de 302 rescates y atendieron a más de 9.000 personas, principalmente por heridas, picaduras y traumatismos cerrados. En la última década no ha habido ningún ahogado durante el periodo de baño en las playas que contaban con el servicio de salvamento de la Cruz Roja. No obstante, el perfil de las olas oculta a veces los rostros de otros guardianes que prefieren mantenerse al margen de los medios, pero que velan, silenciosos, por la tranquilidad de los usuarios. Quizá no haya nadie mejor que los propios surfistas veteranos para explicar los peligros de las playas.
Publicidad
Luis Tejerina mira el horizonte de Barinatxe -popularmente conocida como La Salvaje- de la misma manera que un botánico observaría su jardín. El viento, la espuma de las olas, las lenguas de arena, las líneas marinas... «Cuando pasas muchas horas en el agua, aprendes a leer la mar como si fuera un libro abierto». Desgraciadamente, las corrientes submarinas tienden a escribir capítulos especialmente trágicos en este rincón de Sopela. «En marea baja, la playa se vuelve muy peligrosa. Está expuesta al mar y recibe un oleaje potente. El peligro principal son las corrientes». Los bañistas deducen que el lugar más seguro se encuentra donde no rompen las olas, pero precisamente allí reside el mayor riesgo de ser succionado. En mitad del arenal, una carretera subacuática a la que bautizaron como «la corriente» arrastra con fuerza a los usuarios inexpertos. Luego está «la batidora», una corriente que se mueve de izquierda al centro; y la Triangu, una diagonal sobre la que los expertos se «montan» para llegar a la mitad de la playa. Luis aconseja no tener miedo a gritar auxilio en momentos de necesidad. «La peña siempre muere a 30 metros de la orilla porque se cansan al nadar a contracorriente, rara vez fallecen en mar abierto».
Luigi, como le conocen sus amigos, estudió geografía pero nunca llegó a dedicarse a la docencia. Sus aventuras siguieron otro rumbo: txiringuitos, pizzerías, trabajos de electricista, viajes por México, Indonesia y Marruecos en busca de olas... Ahora se dispone a publicar su tercer poemario con la asociación cultural Oficina de hechos. «Para escribir poesía necesito las olas, la mar, el viento», apunta en un cuaderno negro del que no se separa. Luigi es lo que los amantes del agua salada llaman un local. Durante los últimos 35 años únicamente ha surfeado en un punto concreto de Barinatxe. «Busco una ola de derechas que solo surge cuando sube la marea en la zona de la Triangu. No me interesa ninguna otra». Tampoco acude a la playa contigua de Arrietara, a la que apodan «la normal». «La construcción de la autovía atrajo a visitantes en masa», comenta. Los expertos de salvamento que trabajan allí remarcan dos grandes peligros: la hilera de rocas que en bajamar pasa desapercibida a ojos inexpertos y la corriente central a la que nombran el pasillo, causa habitual de rescates entre los adolescentes imprudentes.
Arrimada a las faldas de la colosal pared de Ogoño y alejada de los núcleos urbanos, Laga es uno de los estandartes de la naturaleza vizcaína. También fue la razón de que Gorka Silvano abandonase la abarrotada costa de Sopela y montó, hace doce años, la escuela Laga Surf Camp junto a su mujer. Mientras enseña a erguirse sobre una tabla a un grupo de principiantes, Gorka señala el «único» punto que entraña riesgo de lo que ya considera «su hogar». «Pegada a las rocas, a mano derecha, hay una corriente que solemos utilizar para llegar sin esfuerzo a donde rompen las olas. Si te pilla desprevenido, puede darte un buen susto. Existe alguna otra zona de arrastramiento, pero muy débil. En cualquier caso, si respetas las balizas, no habrá problema».
Publicidad
Este monitor defiende que Laga es una de las últimas playas salvajes que quedan en Bizkaia. «No tiene paseos marítimos cerca. Tampoco pueblos o casas. Al estar alejada de la ciudad y las rías, el agua se conserva cristalina». Admite que ofrece una hostilidad mayor que entornos como Plentzia o Ereaga, pero relativiza el riesgo. «Llevo once años aquí y nunca he visto un rescate grave».
Julián Murelaga no se considera un experto en corrientes, pero después de haber invertido toda su vida en un astillero de Lekeitio, es testigo directo del cambio de sus playas. A sus 88 años, el primer recuerdo que conserva del pueblo se remonta a la guerra que sufrió siendo apenas un niño. Ahora contempla los abarrotados arenales con cierta nostalgia. «Tradicionalmente, Isuntza es de Lekeitio y Karraspio, de Mendexa. Antes eran más pequeñas porque se quitaba mucha arena para venderla como material de obra barato», relata en un vizcaíno lekittarra. «Cuando llega el calor nos llenamos de veraneantes y eso siempre conlleva ciertos riesgos, pero son playas seguras». Los carteles que ha colocado la agencia Basquetour en todos las playas especifican dos únicas corrientes en los extremos opuestos de Karraspio. Es tal la masificación que solo el pasado mes de agosto los socorristas atendieron a 639 personas.
Publicidad
«Los de mi edad no tuvimos infancia de playa, como ahora. Aquí trabajaba todo el mundo», recuerda. Su padre murió joven y él heredó la carga de trabajo del astillero familiar, donde también trabajaron sus hermanos pequeños. Julián revuelve las fotos amarillentas de los barcos de madera que construyó junto a otros 19 trabajadores. «Casi no fui a la escuela, pero las sumas, restas y divisiones las hacía perfectamente», ríe. Conoció a su mujer a los 16 años y no se pudo casar hasta los 27 porque no tenía suficiente dinero. Tantos años después, ya bisabuelos, aún viven a pie de puerto en Lekeitio. Hay algo en el mar que lo llama como un canto de sirena, por mucho que asegure que el bamboleo de las olas lo marea.
Jorge Mateos veranea en Bakio desde hace más de 40 años y lamenta el boom de la construcción que alteró la tranquilidad que se respiraba cuando el pueblo solo lo formaban un par de baserris y villas. Este vendedor profesional advierte que las corrientes de allí son cambiantes. Estos meses ha localizado una muy fuerte a la izquierda, a la salida de la ría. En el medio hay otra con menos potencia que depende de las barras de arena del fondo. En la parte rocosa de la derecha, los surfistas se ayudan de un «río marino» que los impulsa hacia el centro. «He aprendido a distinguir las numerosas corrientes a base de sacar gente. Siempre hay alguno que cae en la trampa. Se trata de una playa bastante peligrosa si no se tiene cuidado. Hay un kilómetro de arena; muchos bañistas y surfistas no hacen caso a nadie, por lo que los socorristas no dan abasto», critica.
Publicidad
Jorge, habitual de los tablones y las piraguas, reivindican el papel guardián de los surfistas. «Si vemos que alguien se está ahogando y tenemos la tabla en la mano, intentaremos ayudarle». Una vez sacó a un hombre que estaba en las últimas. «Pesaba unos cien kilos y estaba hecho polvo. Lo subí encima y empujé como pude. Llegó dando tumbos con las olas». Ahora que ya no se puede ni aparcar en Bakio, echa de menos aquellos veranos de infancia en los que debía apremiar a sus amigos a bajar a la orilla porque todavía no había nadie en el agua. «Aún así, me sigue pareciendo un lugar maravilloso. Continuaré sentado entre las olas de Bakio hasta que la armadura aguante».
Florentino Isla reconoce que su vida entera está impregnada de salitre: trabaja en una pescadería de Santurtzi, imparte clases de surf en Muskiz y arrastra el espíritu de un náufrago en su apellido. En 1992 fundó la primera escuela de surf de La Arena y ahora preside la federación vizcaína de esta disciplina. «Las condiciones del mar cambian a menudo en Muskiz. Eso sí, hay tres corrientes fijas». Una se encuentra en la esquina la derecha y circula cerca de las rocas. En el centro se esconde otra «bastante puñetera que los socorristas siempre balizan». La tercera se sitúa a mano izquierda, hacia la ría de Pobeña. «Cuando llegan las ocho de la tarde y se van los socorristas, algunos se lanzan al agua sin pensarlo. La mayoría de los rescates que he hecho han sido fuera del horario de vigilancia. He sacado niños, mayores y hasta ahogados a los que no pude reanimar». Una vez salvó a unos adolescentes que se bañaban a la tarde noche. «Los puse en fila y agarrados de la mano y los ayudé a salir hasta la orilla. Cuando llegaron a la arena empezaron a correr como locos y ni miraron atrás del susto que llevaban encima». Asegura que no es cuestión de nadar bien o de ir al gimnasio, «si no conoces la playa y vas a lo loco, corres mucho peligro».
Publicidad
Floren invirtió seis años en localizar una rarísima ola que nace a 400 metros de La Arena, cuando las condiciones son propicias. «Acabé surfeándola. Era muy grande», rememora, orgulloso de su playa. «La Arena es accesible y dispone de todo tipo de servicios. Está rodeada por acantilados preciosos, la ría es perfecta para hacer paddle, conserva especies únicas de aves y lagartijas y el color rojizo de su arena es un eco de nuestra historia minera... Mientras te bañes con cabeza, esto es un paraíso».
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.