José Mari Reviriego
Miércoles, 10 de mayo 2017, 02:40
El Ayuntamiento de Bilbao es mucho más de lo que parece. La escalinata imperial de mármol, los pupitres fabricados en nogal de la sala donde se celebran los plenos y el Salón Árabe que simula la decoración nazarí de La Alhambra son las estrellas de ... las visitas guiadas al edificio, que acaba de cumplir 125 años.
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Pero la casa consistorial, inaugurada el 17 de abril de 1892 con la firma del arquitecto Joaquín Rucoba, custodia otros secretos vedados al público o de acceso restringido. Un viaje autorizado por las entrañas del bloque, estandarte de una época emergente en la ciudad, permite descubrir tesoros y rincones preciosos que rivalizan en interés con los objetos expuestos en su colección histórica.
Para eso hay que subir. Hay un archivo en la última planta que distribuye sus libros en estanterías de maderas nobles, repartidas en una coqueta estancia abierta a la investigación. Se puede acceder al material de estudio, previa solicitud oficial. Aquí se pueden encontrar documentos administrativos, la mayoría de ellos recogidos a partir de 1935: actas de plenos, licencias de obras, expedientes urbanísticos... Los más antiguos están en el archivo histórico foral. Los trabajadores municipales están digitalizando el resto.
En un cuarto anexo aparece otra librería de valor artístico, vestigio de la época de construcción del edificio consistorial. Son armarios fabricados en hierro a finales del siglo XVIII, con el fin de asegurar la conservación del papel. Las rejillas metálicas garantizan la ventilación e impiden el acceso de los ratones. Es un recuerdo del tirón de la Revolución Industrial, también presente en los tinglados del Arenal, las columnas de hierro utilizadas en casas del Casco Viejo y las forjas de sus balcones.
Las estanterías tienen zonas de paso protegidas por barandillas similares a las que han proliferado a orillas de la ría. Hay mucho detalle. Las esquinas están rematadas por grecas y las mallas lucen esmaltes hechos de forma artesanal en Eibar.
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Más arriba está la buhardilla, un espacio diáfano antaño utilizado por las concejalías para apilar documentos. El exceso de peso y el riesgo de humedades por goteras obligaron a vaciar los camarotes. El sol se filtra por pequeños ventanales abiertos en el tejado y uno espera ver de repente el polvoriento revoloteo de las palomas. Ahora su único inquilino es el viejo reloj de carillón, originalmente de alabastro y del que sólo queda su mascarón en la fachada. La maquinaria original fue sustituida por un ordenador que da hasta los cuartos y programa a mediodía una melodía compuesta por Juan Crisóstomo Arriaga. Una 'Sinfonía en Re para Gran Orquesta' que suena inquietante en esta soledad.
Un campanario de vértigo
Un estrecho campanario forrado de madera y hierro conduce a lo más alto, en una escarpada ascensión más propia del 'Vértigo' de Hitchcock. Este elemento constructivo da verticalidad al conjunto. Se ve el hueco por el que colgaban las pesas del reloj y la maquinaría que un experto relojero daba cuerda cada dos días. Los remaches metálicos del interior de la torre recuerdan a los del Puente Colgante. En la cima, cuatro megáfonos amplifican las 'campanadas' virtuales. Repican bien fuerte.
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Estos son algunos de los tesoros desempolvados en la casa consistorial, tras una visita realizada por EL CORREO de la mano de Iciar Rodríguez, apasionada de la restauración y conservadora de elementos históricos y artísticos del patrimonio municipal. Los secretos también adornan la colección histórica, abierta al público. Y ahí se puede ver que la anteiglesia de Deusto participó con un batallón en la Guerra del Rosellón (1793-1795) contra los franceses, cuando los alcaldes utilizaban chuzos de punta afilada en ambos extremos en vez de makilas. Y que Bilbao mandó sus milicias a defender las ideas liberales frente a la sublevación absolutista tras la Constitución de Cádiz de 1812. Lo hizo bajo el pabellón de una bandera española al parecer, sólo hay otra más de 'La Pepa' en el Congreso, ahora expuesta discretamente detrás de la escalera de mármol blanco.
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