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Luis Gómez
Jueves, 4 de mayo 2017, 02:28
Iñaki y Aitor Muñoz empezaron dedicándose a la cría de canarios y llegaron a tener más de cien pájaros en un camarote. Su firma, Ailanto, sigue volando alto, pese a la crisis. Es la marca de moda vasca más internacional. Gran parte de sus colecciones ... tienen como destino Estados Unidos y Japón. Ayer regresaron a Getxo Moda.
¿Es imposible hacer carrera como creadores de moda desde Bizkaia?
Nunca lo hemos intentado. En 1988 o 1989, ya no nos acordamos, porque hablamos de la prehistoria, nos fuimos a estudiar Bellas Artes a Barcelona. Era un momento complicado en la UPV. Decidimos ir a la Barcelona preolímpica, cuando había mucho auge cultural. Y allí nos quedamos.
¿Hay que trabajar en Madrid o Barcelona para tener visibilidad?
No. Hay que trabajar donde se quiera y mejor se encuentre uno, más hoy en día. Bilbao ha cambiado un montón, pero en los 80 había muy poca cosa aquí a nivel cultural y Barcelona te enriquecía más.
¿Desaparecerán algún día las tiendas físicas?
Depende de lo que ofrezca cada una. Nuestras clientas, claro, buscan una atención especial, conocer la colección de cerca, que les expliquen los tejidos... Es otra historia.
Aitor e Iñaki. ¿Quién pone más?
Aitor manda más que yo (Iñaki).
¿Cómo logran un equilibrio?
Aitor es más clásico y tiene más sentido comercial. Yo soy la locura, pero todo lo que se vende es lo de mi hermano. A estas alturas de mi vida, después de 20 años trabajando, tengo mal ojo para eso.
¿Han pensado alguna vez en la ruptura?
Bueno, Aitor intenta escapar a veces por los mundos del paisajismo, pero no le he dejado (risas).
¿No se cansan de trabajar y vivir juntos?
Por fortuna, no vivimos juntos desde que teníamos 22 años. Ja,ja.
¿Por qué no tienen sus musas, como los demás diseñadores?
Sí que las tenemos.
Pero no son al uso. Ni son famosas ni superjóvenes.
Nos inspiramos en el mundo de la historia del arte. Hicimos una colección inspirada en Peggy Guggenheim y otra en la película Blow-Up de Antonioni.
¿La moda no incurre en una manifiesta demagogia al apostar por un consumo sostenible?
Bueno, nosotros nos lo tomamos con tranquilidad. Nuestras colecciones tienen un ritmo de producción más pausado y lento.
«No a la masificación»
Nos invitan a consumir casi de forma permanente.
De cada pieza tampoco hacemos unos tirajes enormes. En el fondo, alguien que se compra un vestido Ailanto tiene esa cosa de la exclusividad y de la no masificación. Si trabajamos con un cliente bueno que tenemos en Estados Unidos, nos pueden pedir miles de cada modelo, pero si lo hacemos para multimarcas pequeñas de España la producción es más diminuta .
¿Cómo se han salvado de una crisis que ha devorado tantas firmas?
Somos una empresa pequeña y siempre hemos ido dando pasos poco a poco. Nos hemos ido de gran compañía que de repente llega la crisis y tiene que despedir a un montón de gente. Llevamos así 15 años en las pasarelas, que se dice pronto.
Con Miriam Ocariz fuera de circulación, ¿se han quedado como la gran reserva estilística vasca?
Conocíamos a Miriam Ocariz desde que teníamos 5 años e íbamos a nadar al Club Martiartu. Nos dio mucha pena cuando tiró la toalla cansada de este mundo. También le ha sucedido a Miguel Palacio, Fernando Lemoniez, Amaya Arzuaga...
¿Es cruel la industria de la moda?
Bastante. Mantenemos empresas cuyos productos deben gustar en las ferias para poder venderlos a los distribuidores. Después, las clientas tienen que entenderlos. Es un examen cada seis meses.
Alejándose de las tendencias, ¿no se echan una soga al cuello?
Lo interesante de las tendencias es que no hay que hacerlas caso. Ailanto propone una estética muy particular. Es también la manera de sobrevivir en este mundo. Nos dedicamos a contar historias.
¿De qué tipo?
Están relacionadas con el mundo del paisajismo, el arte, la arquitectura... Creamos un lenguaje propio que nuestras clientas reconocen por los acabados, los estampados, los materiales... Siempre utilizamos algodones y nada de poliéster. Todo está confeccionado en España. Es una manera de distinguirse .
¿Su afición por los estampados alcanza ya categoría de obsesión?
Nuestra parte creativa es la que más nos entusiasma. Es donde más somos nosotros mismos. Dibujamos diferentes estampados y a partir de estos elegimos cada temporada los tejidos lisos que van a acompañarlos.
¿Uno no es nadie hasta que le fusilan?
Ese es un tema peliagudo, pero como hoy todo se copia... En un segundo todo aparece en internet y lo ves por todos los sitios.
¿Cómo protegen su trabajo artesanal de los plagios?
Es muy complicado. Es tan rápido el sistema... Los estampados propios los puedes registrar, pero en cuanto cambian un mínimo matiz no tienes mucha seguridad de poder ganar el juicio.
Colocan casi el 40% de sus colecciones en Japón. ¿Qué les dan?
Bueno, ahora vendemos más en Estados Unidos.
En cualquier caso viven gracias a lo que venden en el extranjero.
Es lógico. En las ferias de París y Milán la mayoría de compradores son de fuera y el mercado nipón es fortísimo. Apuesta por cosas novedosas. A partir de ahí, tenemos clientes que cada seis meses nos compran y confían en nosotros.
¿Después de 15 años mantienen intacta la capacidad de sorpresa?
No queda otra que reinventarnos y trabajar más el patronaje, perfeccionar técnicas y buscar nuevas colaboraciones. Diseñamos alfombras y también porcelana para una firma gallega. Las colaboraciones enriquecen e ilusionan.
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