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Luis Gómez
Martes, 18 de abril 2017, 02:15
A Unai Aizpuru, presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo de Bilbao, se le notaba ayer más que satisfecho por cómo les han ido las cosas estos días a sus colegas. Así que a mediodía se acercó a tomar un vermú al Café ... Lago de la calle Correo popular por sus rabas y el potaje de vigilia que estaba, como el resto, de bote en bote. Repleto de turistas nacionales y extranjeros, muchos de ellos apurando las últimas horas de una Semana Santa que les ha dejado una alegría como no recuerdan en bastante tiempo por lo «mucho y bien» que han trabajado a lo largo de toda la semana. «La actividad ha sido especialmente intensa desde el pasado jueves. Esto va claramente a más. Ha sido la mejor Semana Santa de los últimos años. Nos ha acompañado el buen tiempo y los turistas han dejado, además, mucho más dinero que otras veces», se sinceró el hostelero Boni García.
Como él, ninguno de los comerciantes que han levantado la persiana a lo largo de todo el periodo festivo 74 de un total de 600 negocios, aparte de los casi 250 bares y restaurantes existentes en la zona se ha ido con las manos vacías. A todos les han salido los números. Algunos, menos de lo que hubiesen deseado, porque «siempre esperamos más y nos creamos mayores expectativas», reconoció la colombiana Indira Bernal, empleada de una tienda de recuerdos de la calle Bidebarrieta. «Pero aun así, la cosa ha tirado más que bien», razonó.
En general, el sector no se hace ningún reproche. Al contrario, reina tal optimismo que muchos tenderos se lamentan ahora por las oportunidades que han dejado escapar durante tantos años, cuando el corazón histórico de la villa cerraba a cal y canto y mostraba la misma imagen que han vuelto a lucir estos días El Ensanche y Abando. Ambos distritos se han asemejado, un año más, a un páramo, con prácticamente todos los comercios y la oferta de hostelería clausurada. Contadas excepciones como el Café Iruña y Abando han mantenido el pulso entre unos turistas que siguen encontrándose dos ciudades completamente diferentes.
Con la Semana Santa ya consumida, los comerciantes y hosteleros tienen puesta la vista ahora en la de Pascua. Saben que no alcanzarán ni de lejos los registros obtenidos entre el jueves y el domingo, pero confían en el tirón de la clientela local. «Son prácticamente dos semanas de vacaciones que debemos aprovechar», apunta Boni García.
Unai Aizpuru, presidente de los Comerciantes del Casco Viejo, cree que las importante facturaciones, concentradas sobre todo a lo largo de tres días, representan un «fenómeno que va a más» y está convencido de que el próximo año se sumarán un mayor número de establecimientos. «Ojalá fuesen igual de rentables todos los demás periodos festivos. Los comerciantes se han dado cuenta de que merece la pena abrir porque tienen ante sí una gran posibilidad de negocio. Lo del sábado fue una locura que debería hacer reflexionar a muchos», insinúa.
A diferencia de hace poco más de cinco años, cuando en el Casco Viejo sólo abrían los bares y restaurantes de la Plaza Nueva y alguna que otra tienda de moda, la pasada Semana Santa se ha revelado como una fecha «propicia» para las fruterías, que han funcionado «a tope». Tampoco se han quedado atrás las tiendas dedicadas a la elaboración de croquetas y las barberías de nuevo cuño. «Este año le ha ido bien hasta al negocio del tarot», concluye Aizpuru.
«No nos podemos permitir estos lujos», confesó ayer Isabel, dueña de Stir, una tienda de moda femenina. Nacida en China, lleva más de 40 años en Bilbao. En un perfecto castellano, aseguró que ha facturado «muchísimo más» que cualquier otro día «normal. Bilbao está llena de extranjeros y esta gente gasta más que ningún otro cliente», agradeció, mientras despachaba una blusa beige de 20 euros. «Hay días que hasta la una de la tarde no he vendido nada y contenta si acabo haciendo unos 100 euros de caja, pero estas fechas son muy buenas, cada vez mejores. No podemos perder este tren. No entiendo cómo hay comerciantes que no trabajan cuando tenemos tantos visitantes. ¡Que nos traigan, por favor, más extranjeros para poder seguir vendiendo tantos bolsos!», deseó.
Bocatas de jamón ibérico
La avalancha de turistas ha provocado que muchos establecimientos hayan vivido escasos momentos de tregua desde que el jueves la ciudad comenzó a inundarse de viajeros, ávidos de patearse la villa, comer bien, pegar buenos tragos y también llevarse un simple recuerdo o hacer una «buena» compra. Problemas no han tenido porque el Casco les ha ofrecido de todo. «Coge uno para mi madre, otro para Marisol, otro para Angelita y uno para nuestra casa», pidió la joven alicantina María Sanjuan a su pareja en una tienda de souvenirs. A Jesús, el encargado de Affinity, una tienda de la calle Askao especializada en tallas grandes, también le ha salido a cuenta levantar la persiana. Por no hablar de lo atareada que ha andado Llara Rodríguez, la dependienta de una tienda de embutidos, que se ha hinchado a vender bocadillos de «ibérico» a 3,5 euros la unidad. «Nos hemos entregado muchos jamones, pero con los bocatas no hemos parado», subrayó.
Restaurantes como el Txoko Berria, abierto hace siete años, tampoco recuerdan haber servido tantas comidas y cenas. «Y eso que al estar en el corazón de Bidebarrieta los pasos de las cofradías nos han hecho algo la pascua porque la gente no podía llegar a nuestro restaurante hasta las diez de la noche. Así que los clientes alojados en Indautxu ya no nos bajaban a cenar. Menos mal que este año, y no me preguntes por qué, hemos tenido más italianos que nunca», argumenta el encargado. Pese a los buenos resultados, Clemente Penas cree que podrían haberlos mejorado de operar el metro con unos horarios más amplios. «Funcionando hasta las dos de la madrugada los viernes y sábados, no hay problemas de ningún tipo, pero los demás días, al cerrar el servicio a las 23.30 horas, perdemos bastantes posibilidades de negocio», remató.
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