Jesús J. Hernández
Lunes, 13 de marzo 2017, 17:47
Dejaron las llaves de casa encima de la mesa y se llevaron consigo los escasos enseres que les acompañan. Ser refugiado es vivir ligero de equipaje. Eran kurdos y sacudieron la conciencia de Bizkaia cuando fueron descubiertos en el interior de un camión frigorífico en ... Elorrio. Las dos familias llevaban allí quince horas. Una joven madre iraquí con un bebé de 18 meses y un matrimonio con tres hijos de 4, 7 y 10 años.
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El Ayuntamiento de Durango no tardó en alojarles en dos pisos municipales. Allí han permanecido once días antes de desaparecer, sin dejar rastro, en algún momento indeterminado del fin de semana. Los técnicos que les ayudaban con los papeleos y las rutinas diarias descubrieron su ausencia en la mañana de ayer. Dejan inconclusa la petición de asilo que habían comenzado a tramitar.
Los refugiados explicaron que habían huido de los intensos bombardeos en la zona del Kurdistán iraquí, próxima a la frontera con Siria, asediados por los ataques del Estado Islámico. Un escenario donde el miedo juega a favor de quienes están dispuestos a hacer negocio con vidas humanas. La Policía sospecha que las dos familias llegaron a España con el apoyo de alguna de las mafias que operan entre Grecia y Turquía. Los agentes apuntaban a una organización criminal albanesa, que podría haberles cobrado miles de euros por intentar llevarles hasta Reino Unido, en un viaje dramático, a bandazos, en el que habrían recalado en Polonia, Alemania, Suiza y, finalmente, en Valencia. Según esa hipótesis, allí subieron -quizá por error- a un camión que había partido de Murcia y que se dirigía a la principal base logística de Eroski. No es descartable que ahora hayan retomado contacto con algún integrante de aquella organización.
El objetivo de las dos familias fue siempre alcanzar la costa británica. Así se lo trasladaron a la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) y a la Policía, pero eso no era posible. No, al menos, por medios legales. El otro camino lo conocían. La familia con tres hijos fue interceptada el 16 de febrero cuando intentaban subir al ferry que enlaza Santurtzi y Portsmouth. Eso sucedió dos semanas antes de que dieran marcha atrás y acabasen por montar en Valencia en un camión que les hizo amanecer en Elorrio «desorientados y agotados, aunque en buen estado de salud».
Para la otra mujer y su bebé, el objetivo era idéntico. El padre de la criatura llegó en avión el lunes pasado desde Inglaterra, donde vive con todos los papeles en regla. De quedarse en Bizkaia, se les ofrecían «cuatro años de apoyo continuado». Pero sus planes eran otros.
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«Todos los recursos»
Desde aquel momento, se sucedieron por los dos pisos las visitas de políticos, policías y organizaciones no gubernamentales, que trataban de ofrecer asesoramiento. Se activó la maquinaria administrativa. La Ertzaintza puso el caso en conocimiento de la Fiscalía de Menores. El Cuerpo Nacional de Policía, competente en materia de extranjería, acudió al piso para contrastar las identidades. El Ayuntamiento de Durango, dirigido por Aitziber Idigoras (PNV), concedió a los refugiados «todos los recursos humanos y económicos para garantizar su protección». Entre ellos, asistencia jurídica, un traductor, asesoramiento, asistencia psicológica e indicaciones para pedir protección «internacional». Ayer la concejala de Bienestar Social, Pilar Ríos, admitió la situación: «Han decidido marcharse y no podemos más que respetar su libertad de elección».
EL CORREO publicó hace unas semanas que, tras el cierre de los campamentos galos de Calais, ha crecido el número de inmigrantes que viven en malas condiciones en los alrededores del puerto de Bilbao, a la espera de una oportunidad para entrar en el ferry. Una salida desesperada pero, sin duda, la que mejor conocían.
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