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JOSÉ DOMÍNGUEZ
Lunes, 7 de noviembre 2016, 01:03
El mimo al bolsillo es una estrategia que las estaciones de servicio no pueden permitirse perder de vista. Bajar precios para ganar cuota de mercado y animar las ventas de las superficies comerciales. Una guerra de precios que ha abierto una profunda brecha entre las ... 113 estaciones de servicio registradas en Bizkaia. Hasta 8,6 euros por depósito -50 litros por término medio- se puede ahorrar un conductor en función de la gasolinera que elija.
Esa es la diferencia que manejan los surtidores de Eroski en Abadiño, donde el litro de gasóleo A -el más utilizado- se sitúa en 0,937 euros por litro, según el portal con las tarifas oficiales diarias de los carburantes del Ministerio de Industria -www.geoportalgasolineras.es-. El más caro lo vende Petronor en la Plaza Regollo de Algorta: 1,109 euros. Entre ambos precios se abre un abanico que, resumiendo, sitúa al Duranguesado y Nervión-Ibaizabal como las comarcas con precios más baratos -siete estaciones entre las diez que lideran este ranking-, y a las márgenes derecha e izquierda y Bilbao como las zonas más caras -seis de diez-. Semejante diferencia responde a varias razones. En el caso de la gasolinera de Avia en la N-634 a su paso por Galdakao, una de las más baratas esta semana, su encargado, Julen Errarte, reconoce que su ubicación -«en esta vía hay mucho tráfico»- le permite ajustar más los precios, hasta 0,939 euros por litro. Él, reconoce, apuesta por «ir a volumen, sacar menos beneficio por litro, pero vendiendo muchos».
Mikel Iribarren reconoce que, desde que el Gobierno central flexibilizó las exigencias para abrir gasolineras en 2014, el panorama del sector ha cambiado mucho a nivel nacional. Pone como ejemplo Murcia, donde el 53,4% de las estaciones son independientes de las grandes petroleras. En Bizkaia, sin embargo, esta cifra se reduce al 23%. La razón, a su juicio, es «que el alto precio del suelo industrial y comercial frena esa tendencia». Asegura que en este tiempo, apenas se han abierto «una en Carrefour y la de Euskadi Low Cost en Gordexola», aunque tiene noticia de que Eroski quiere habilitar un surtidor en un hipermercado de Basauri y las tres licencias presentadas por la firma de bajo coste de Pedro Hurtado.
Iribarren reconoce que, de no ser por esta «barrera», la situación podría ser bien distinta, ya que la inversión en este tipo de instalaciones es relativamente pequeña. «Por menos de 100.000 euros te la traen en un camión y la colocan donde quieras prácticamente lista para funcionar -solo faltaría añadir los depósitos subterráneos-, eso sí, sin tienda ni personal».
Por su parte, el dueño del surtidor Olea en Zamudio, Alberto Contreras, apunta la necesidad de «cuidar a los clientes». Si a eso se le suma que «desde julio bajan las ventas y que me van a abrir otras dos estaciones al lado, ya me dirás». Además, remarca que al tener un contrato anual con Cepsa «dependemos del precio que cotiza a diario en Londres». Así que debe apurar mucho: su margen de beneficio se limita a «14 milésimas de euro por litro».
Otra explicación a esta guerra de precios la da el presidente de la Asociación de Estaciones de Servicio en Bizkaia, Mikel Iribarren: la presión a la baja que ejercen las gasolineras de los centros comerciales y las conocidas como de marca blanca -no pertenecen a ninguna petrolera-. «Negocian a diario el precio y eligen el operador que más les interesa, beneficiándose más que los que tenemos acuerdos anuales con grandes marcas», justifica. Eso explicaría que reduzcan «al máximo su margen de beneficio», explica. Más aún los supermercados, «que hasta ofrecen descuentos en carburante si se supera una cantidad en compras».
Iribarren, en las dos estaciones que gestiona en La Avanzada, asegura haberlo intentado «todo» para contrarrestar esta competencia. «Bajé los precios lo que pude, pero la superficie comercial de al lado se ha abonado al seis, siempre baja esos céntimos lo que yo cobre», asegura. Así que ha reorientado su estrategia a mejorar el servicio porque «la primera pata que se cae de esta moda del low cost en gasolina es el trabajador». Y 34 expendedores atienden sus surtidores. Un esfuerzo laboral «que el cliente valora» y que, «unido a las promociones, nos garantiza un 80% de fidelización».
«No hay gasolina mala»
Pedro Hurtado, sin embargo, cree que el conductor se muestra hoy más economicista y así asegura haberlo comprobado en la estación que abrió hace un año en Gordexola. La primera de su empresa, Euskadi Low Cost, está automatizada. Funciona sin ningún operador, «como un cajero automático», lo que le permite ajustar más aún sus precios. Y se muestra tranquilo, a pesar de que el Gobierno vasco ha anunciado que prepara un decreto que sólo autorizara surtidores sin empleados por la noche. «Primero hay que ver si esa propuesta sale adelante. Pero, en cualquier caso, si hay que garantizar la presencia de personal 16 horas al día, lo haremos, porque nuestro formato funciona», asegura. De hecho, avanza que abrirá otras seis gasolineras en la provincia «y ya tramitamos licencias en Berriz, Lemoa y Ortuella».
En lo que sí coinciden todos los profesionales es en desterrar la «leyenda urban» de la baja calidad de las marcas baratas. «No hay gasolina mala, todas tienen unos mínimos exigibles por ley, otra cosa es que luego cada petrolera aporte un valor añadido en forma de aditivos y mejoras que, cuando menos, pueden prolongar la vida útil de partes de un motor», asegura Mikel Iribarren. Así lo confirma el Real Automóvil Club Vasco Navarro. Su asesor de movilidad y seguridad vial, Luis Murguia, explica que «todo el carburante sale de los mismos tanques, de los de la Compañía Logística de Hidrocarburos, CLH, por lo que ninguno es de una calidad mala».
Eso sí, respecto a las ventajas de una marca por sus prestaciones, este experto en combustibles y consumos se muestra más escéptico. Reconoce que algún componente del carburante «podría» ayudar al mantenimiento de las piezas, pero descarta que se hagan más kilómetros. «Todavía no he encontrado la gasolina milagro», sentencia. Y sabe de lo que habla porque participa en ecorallies y carreras internacionales que priman el menor consumo sobre la velocidad.
«Hemos pasado a vender también mandarinas por pura necesidad»
Tras la cristalera unas cajas ofertan mandarinas frescas a 3,95 euros los dos kilos. Y enfrente otro cartel invita a adquirir baguettes recién hechas, encima de un horno donde todavía humean las barras de pan justo al lado de una máquina de vending de café. Podría ser una tienda cualquiera, pero es la de la gasolinera de Alonsotegi. Su responsable, Idoia Arroyo, reconoce lo evidente: «Hemos pasado de solo gasolina a vender hasta mandarinas por pura necesidad».
«El gasolinero no se forra ni es el malo de la película por los precios», insiste. Recuerda en este sentido que casi la mitad de lo que paga el cliente por un litro de carburante se va en impuestos, «y los márgenes de beneficio que nos dejan las petroleras dan para pagar gastos de personal, explotación y poco más». Así que toca diversificar al máximo.
Arroyo reconoce que la proliferación de estaciones blancas les afecta, pero asume que «el low cost forma parte de la mecánica del mercado». Por eso redobla sus esfuerzos en mejorar la atenión al cliente, que «en tiempos de crisis es normal que busque algo más apañado, en carburante y en todo». Y su apuesta no le va mal. «La experiencia me dice que el taxista, el camionero o el autónomo se va al producto más barato, pero al de un mes acaba volviendo, no se siente cómodo», asegura.
Porque, a su juicio, es necesario dotar al negocio de un plus de confianza, más en un sector donde «repostar se convierte en un acto de fe porque el conductor no sabe lo que entra en su coche, solo ve una aguja que sube y baja en el salpicadero». De ahí que esté convencida de que conseguirá capear también esta crisis, como ya remontó en 2007 después de que el corredor del Cadagua retirara 21.000 vehículos diarios de su carretera -la N-636-. O tras 2011, cuando se abrió el pinchazo a la Supersur en Alonsotegi.
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